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domingo, 17 de octubre de 2021

OBRAS CRÍTICAS Y LITERARIAS DE GUILLERMO FORTEZA. TOMO I.

OBRAS

CRÍTICAS Y LITERARIAS
DE

GUILLERMO FORTEZA. (y Valentín)

TOMO I.


PALMA DE MALLORCA

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE P. J. GELABERT.
1882.


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LIBROS EN VENTA en el establecimiento tipográfico de Pedro José Gelabert.

OBRAS RIMADAS DE RAIMUNDO LULIO, escritas en idioma catalán provenzal, publicadas por D. Gerónimo Rosselló, un tomo rústica fóleo menor 50 rs. y encuadernado 60 rs.
(Editado por Ramón Guimerá Lorente, disponible online en regnemallorca.blogspot.com y chapurriau.blogspot.com - + glosario de aprox. 145 páginas A4)

BIBLIOTECA DE ESCRITORES BALEARES, por don Joaquín M. Bover, dos tomos en uno formando 1300 páginas, casi fóleo, 72 rs. rústica y 80 encuadernado.

POETAS BALEARES.-Siglos XVI y XVII. - Poesías castellanas, publicadas con una noticia biográfica, por Gerónimo Rosselló. - Un tomo 8° mayor de unas 400 páginas, 14 rs.

POETAS BALEARES. - Siglo XIX. - Poesías de autores vivientes, escritas en catalán, premiadas la mayor parte en los Juegos florales de Barcelona y publicadas con noticias biográficas y una traducción castellana, un tomo 8° mayor de unas 700 páginas, 16 rs.
(Es el mismo libro que Flors de Mallorca, editado por Ramón Guimerá Lorente. Disponible online en regnemallorca.blogspot.com y en Amazon Kindle)

VARONES ILUSTRES DE MALLORCA, obra adornada con más de cien retratos y otros grabados en boj, intercalados en el testo, dos tomos fóleo menor, 60 rs.

LO JOGLAR DE MAYLORCHA, per Geroni Rosselló, un tomo 4°, 20 rs.

ESCENAS BALEARES. - Los dos amores. - Un destajo a media noche. - Las mejoras. - Estas tres interesantes novelitas escritas por D. Antonio Frátes у Sureda, forman un elegante volumen en 8° mayor, de unas 332 páginas, y se vende a 8 rs. ejemplar.

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PRÓLOGO BIOGRÁFICO.

Con la satisfacción propia de quien acomete generosas y debidas empresas, damos con el segundo tomo de la BIBLIOTECA BALEAR el primero de las obras de Guillermo Forteza, que por encargo especial de este, tiene coleccionadas su íntimo amigo el conocido literato balear D. Jerónimo Rosselló (Gerónimo, Geroni), a quien tanto nuestro autor distinguía y veneraba.
Caería en el ridículo aquel que, a pretexto de una ausencia más o menos prolongada, ofreciera la presentación en una tertulia de quien hubiese sido de ella el más cariñoso amigo, ridículo que aparece a nuestra imaginación con tenaz insistencia al escribir estas líneas, a las que sólo queremos investir con el carácter del amigo cominero que, haciendo suya la satisfacción de extraños, se apresura a anunciar la vuelta del ausente, recordando de paso las hojas del empadronamiento o los asientos del registro, abiertos siempre para oficiosos de este género.
Y no de otro modo hemos de llenar gustosamente nuestro cometido, bien por la prioridad que logramos al ver reunidas estas obras, bien por el legítimo orgullo que sentimos al darlas a la estampa.
Menos apreciadas por su autor, vieron algunas, aunque en escaso número, la luz pública en acreditadas revistas de nuestra patria; otras se presentaron a la arena de los certámenes, ciñendo a sus sienes el laurel de la victoria; y no pocas permanecieron inéditas. Así resulta de una nota autógrafa del mismo Guillermo Forteza, que nos ha facilitado el señor Rosselló y en que es de ver la parquedad del modesto crítico y el breve juicio que de sus obras formaba, encerrando en una sola línea un título, una noticia y una crítica como la siguiente:
“Artículo titulado: Sin dineritis. (No lo tengo: es tonto.)”
No es de extrañar el abandono de Forteza, que con tan absoluto criterio juzgaba casi todas sus producciones, para ellas y para consigo; abandono que ha hecho muy difícil el trabajo del colector, así de los artículos críticos que este tomo comprende, como de los materiales suficientes para otro volumen de escritos humorísticos y de amena literatura con que ha de deleitarse un público más variado y extenso, y en el que irán incluidos algunos de los pensamientos sueltos que, con el título de Apuntes para un libro, se encontraron en el cofre de Guillermo Forteza el día de su muerte, avalorados por unas notas con las cuales podría formarse una semi-auto-biografía, ya que su autor acotaba con las palabras OJO, o MUCHO OJO aquellos que a sus circunstancias personales se referían.

Y no es de extrañar el abandono de que hablamos en quien escuchó el aplauso de los corros que en torno suyo se formaban en los centros más cultos de nuestras primeras capitales, y vio agrandarse la boca de los circunstantes con las contracciones de la risa, en que imperaba como monarca absoluto. Decidor, ocurrente, oportunista, Guillermo Forteza ha quedado entre nosotros como Quevedo en Castilla, como Mossen Vicens García en Cataluña, responsable de todos los chistes apócrifos de aquellos que sacrifican la propiedad de su ingenio huero, a una autoridad indiscutible e inapelable en estas Islas, y que logró en Madrid la admiración de todos los que acudían a los salones más aristocráticos (asistocráticos) de nuestras letras, como de los concurrentes al café, en cuyas mesas ejercía jurisdicción soberana. Y buena prueba de esa estima le dieron sus admiradores y amigos de la Corte cuando en 1865 las lesiones que sufrió por el derrumbamiento de un paredón le obligaron a guardar cama por algún tiempo. Su restablecimiento fue sabido día por día, no ya por la noticia volandera de los círculos que Forteza frecuentaba, sino por la adquirida individualmente en la misma casa de nuestro paisano. Podríamos hacer una relación extensa de las circunstancias que constituían el carácter de nuestro autor, pero reflejado todo su ser en sus propios escritos, así como los sentimientos nobilísimos de su alma que hacían olvidar por completo las debilidades de que él mismo no se absolvía, preferimos que el lector forme por sí el perfil de su fisonomía moral a la luz de los destellos de su inteligencia privilegiada y de los rasgos de su ingenio, malogrado por desgracia en la época en que debían ser más opimos (óptimos) sus frutos. Sin embargo no podemos resistir a la tentación de transcribir aquí los siguientes párrafos, que pocos años antes de su fin dirigía con acento profundamente triste a uno de sus amigos: «Considero, exclamaba, un beneficio señalado de la Providencia una amistad como la tuya. Nada ha podido entibiarla: ni la divergencia de caracteres, suave, igual y apacible el tuyo, el mío de potro resabiado, tan rebelde al freno como a la espuela; ni posiciones sociales antitéticas, ni, finalmente, ausencias prolongadas que no escasas veces producen el aflojamiento gradual de los más fuertes lazos..... Huérfano, privado de lo que hasta los mendigos poseen, el hogar doméstico; perdida la llave de mi propio corazón (Dios sólo da una a cada mortal), y sin llave de los ajenos, enemigo de mí mismo y receloso de los demás, próximo a traspasar los tenebrosos umbrales de la vejez celibataria, sin ninguno de esos profundos amores intelectuales a un arte o ciencia determinada que comunican al espíritu serenidad y sosiego y, para colmo de desventura, sintiendo hervir en mi pecho el fuego de pasiones sólo propias de la vigorosa mocedad. ¿Qué sería de mí en este naufragio total de ilusiones, de aspiraciones, de esperanzas, sin el indulgente cariño de los pocos amigos verdaderos que he podido por fortuna conservar?.....»

Es realmente deplorable que Guillermo Forteza, con más fé en sí mismo, no hubiese dado mayores estímulos a su laboriosidad; y que, por una indolencia no comprensible en un espíritu inquieto como el suyo, dejase inaprovechados los tesoros de su erudición y de sus estudios asiduos y detenidos. ¡Qué no hubieran producido su entendimiento exuberante y su depuradísimo gusto, si más atento a los intereses de su nombre y de su gloria, y con más alta y verdadera conciencia de los quilates de su talento, se hubiese impuesto el deber del trabajo para honra de las letras y regocijo de su patria!
Pero Forteza era verdaderamente en la esfera de la literatura un acaudalado mani-roto. No hacía el menor caso de la riqueza que Dios había concedido a su espíritu privilegiado, y disipaba continuamente entre los corros de sus amigos, en sabrosísimas y chispeantes conversaciones, dispuesto siempre a la francachela del arte y de la ciencia, sumas enormes de sentimientos y de ideas, de símiles y de imágenes, con que hubiera podido exhornar profusamente obras de grande empuje y de éxito seguro y estable. Desgraciadamente Forteza sólo atendía a la fruición del momento, y nada le importaba lo demás, una vez expansionado su ánimo o el goce obtenido. Y así es cómo se han evaporado y desvanecido las mejores y más sublimes emanaciones de su entendimiento.

El Gobierno y sociedades particulares recompensaron en varias ocasiones sus relevantes cualidades con títulos y nombramientos que significaban la distinción que les merecía.
En Noviembre de 1856 la Academia de Buenas Letras de Barcelona le premió un estudio referente a Capmany, y extendió a su autor el título de socio honorario, y en Diciembre del propio año el Ayuntamiento de la capital del Principado le confiaba una sección de su archivo, donde obtuvo un ascenso a los pocos meses. En el año siguiente, como autor de Influencia de la novela en las costumbres, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le adjudicaba el premio de la medalla de plata, nombrándole individuo de su seno. En el año 1859 obtuvo muchas y muy señaladas distinciones: en 4 de Enero fue elegido Director de la Sociedad titulada Reunión Literaria de Barcelona; en 27 de Marzo se le extendió el nombramiento de socio de la Filomática de aquella capital; en 11 de Junio la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le participaba que luego de domiciliarse en Sevilla se le expediría el título de socio de número; en 27 de Julio la Comisión de Monumentos históricos de Sevilla le confería la misión de clasificar e inventariar los documentos que pertenecieron al archivo del extinguido monasterio de San Isidoro del Campo en la villa de Santiponce; y en 3 de Octubre de aquel mismo año los Serenísimos Señores Duques de Montpensier le invitaron a la fiesta de la inauguración de la capilla de Valma. En 1865 se le extendió la credencial, por el cuerpo de Archiveros bibliotecarios, destinándole al año siguiente por orden de la Dirección al archivo histórico nacional de Alcalá de Henares. Miembro de este ilustrado cuerpo estrechó más los vínculos de amistad que le unían con D. Tomás Muñoz Romero, regenerador de los estudios paleográficos de nuestro país y uno de los fundadores de la Escuela diplomática, amistad de que conserva gratísimo recuerdo el sucesor del linaje y de los conocimientos de aquel ilustre bibliófilo.

Guillermo Forteza que tan absoluto dominio había logrado de la lengua castellana, demostrándolo ya en las primicias de su musa, que con el título de Aspiraciones cristianas publicó en Palma, en un periódico que dirigía su amigo de siempre el Sr. Rosselló, no descuidó en absoluto el cultivo de la lengua patria. Lo que diu
ľ oroneta
(Lo que dice la golondrina,) le valió, en el primer año de la restauración de los Juegos Florales de Barcelona el premio extraordinario de un pensamiento de oro; y L´orfanet saboyart (El huerfanito saboyano,) el primer accésit al premio también extraordinario de un clavel de plata ofrecido por el consistorio. Ambas composiciones se reimprimieron en el tomo «Poetas Baleares, siglo XIX,» que en 1873 dio a luz este establecimiento tipográfico. 
(Casi igualito a Flors de Mallorca)

Restituido a su patria desde hacía algunos años murió en ella Guillermo Forteza en 30 de Diciembre de 1873 a los 43 años de edad. (Exactamente los que tengo yo: Ramón Guimerá Lorente, que estoy re-editando este texto)

Esta reducida colección de sus obras es el mejor recuerdo que puede consagrarse a la memoria del ilustre amigo, para hacerle acreedor a la consideración de propios y de extraños; y unos y otros al examinarlo podrán juzgar hasta que punto fue el malogrado Forteza, al par que excelente amigo, crítico concienzudo, fácil y castizo hablista, literato ameno, ingenioso, de flexible talento, y de sentimientos los más puros y delicados.

El Editor.

viernes, 27 de agosto de 2021

JOSEPH LLUIS PONS.

JOSEPH LLUIS PONS.

(José Luis Pons y Gallarza)

José Luis Pons y Gallarza


Passá l'edat de sa jovenesa a Barcelona y allá feu sos primers estudis. Essent encare jove, se llicenciá en jurisprudencia y en filosofía, sense qu'aquests estudis li fessen oblidar les lletres amenes que havia mostrat estimar desde petit. En l'any 1849 obtingué per oposició la cátedra de Retórica del Institut de Barcelona, qu' ab gran profit de l'ensenyança dirijí fins a l'any 1851, en que li fou concedit baratarla ab la de Geografía y de Historia del Institut Balear que regeix avuy en dia ab aplaudiment dels qui l'escoltan. Les estones d'espay que li ha dexat l'ensenyança, de llevores en çá les ha dedicades a la literatura, y moltes son les poesies y articles en bona prosa castellana que té escampats en diferents periodichs y revistes literaries.

Entre les obres castellanes qu'ha publicat, fetes casi totes ab l'intenció de trencar a sos dexebles el camí de la ciencia, podriam enomenar: Introducción al estudio de los autores clásicos, latinos y castellanos, Estudio de autores clásicos, Segundo curso, Sumarios de Historia universal y de España y are ultimament una altre titolada Elementos de Geografía.

Des que soná a Barcelona lo primer crit de renaxensa, se mostrá ardent amador de la nostra llengua, y poques son les poesies que de llevors en çá té escrites en la castellana. 

Fou un dels set mantenedors en lo primer any de la restauració dels Jochs florals y president del Consistori en l'any 1870. Sa poesia Lo treball de Catalunya guanyá l'any 1862 un premi ofert per lo Ateneo de la classe obrera, y en los anys vinents obtingueren joya La Llar, La mort dels Moncades y La montanya catalana, y accessit Les dues corones y L'olivera mallorquina. Havent guanyat les tres joyes qu'exigexen los Estatuts dels Jochs florals en l'any 1867, fou proclamat Mestre en gay saber, essent lo terç dels poetes mallorquins que han pogut lograr esta honrosa y tan desitjada distinció.

Naxque eix poeta lo dia 24 d'agost de l'any 1823.

(Nota: A Ramon Lull no li fa falta. Mireu lo llibre obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de Gerónimo Rosselló, lo primer autor que apareix an este llibre; lemosina y variáns es una paraula que fa anar prou vegades // 
Cuánto daño a gente inteligente hizo la renaxensa, renaixença o renaxement, renaixement de este dialecto occitano llamado catalán. // Va naixe lo día de San Bartolomé; qué raro que no li ficaren Tolo)

obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de Gerónimo Rosselló


ORACIÓN

INAUGURAL

QUE LEYÓ

EN LA SOLEMNE APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO

DE 1856 A 1857

ANTE

LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA,

D. JOSÉ LUIS PONS Y GALLARZA,

Licenciado en Jurisprudencia y Filosofía, Catedrático de Autores clásicos

en el Instituto agregado a dicha Universidad, etc.

BARCELONA.

IMPRENTA Y LIBRERÍA POLITÉCNICA DE TOMÁS GORCHS,

calle del Carmen, junto a la Universidad.

1856.

(Edición de Ramón Guimerá Lorente. Se actualiza la ortografía, ejemplo palabra á : a; ó : o, eleccion : elección, etc.) 

ILUSTRÍSIMO SEÑOR.

La enseñanza del arte de bien decir que me está encomendada justificaría la elección que de mí ha hecho V. S. Ilma. para llevar la voz en esta solemnidad académica, si por un raro y feliz consorcio me fuera dado sellar con el ejemplo aquellos preceptos que mi labio se complace en recomendar a la juventud. Empero a mayor lejanía que el astrónomo de la radiosa estrella, cuyos movimientos observa y mide, me ha dejado inferior a sí el astro de la elocuencia, inasequible aunque placentero objeto de mis esfuerzos y meditaciones. No temo de vuestra ciencia tolerante, ilustres comprofesores, ni quiera el cielo que en mí acaezca, que por la tosquedad del artífice sea culpado el arte; pues sabéis que no basta a realizar el tipo ideal de la belleza aquel amor con que los hombres entusiastas le concebimos tendiendo nuestros brazos anhelantes hacia sus siempre fugitivos resplandores. Olvidaos, si os place, de las doctas y exquisitas razones que en días cual el de hoy habéis o proferido o escuchado, y permitidme que en gracia de esos jóvenes alumnos a cuya erudición tenemos consagradas nuestras vidas ocupe vuestra atención hablándoos de los estudios oratorios, los cuales, si bien apoyan su raíz en la enseñanza elemental, se extienden y entrelazan por todas las ramas del árbol de las ciencias en vosotros tan dignamente simbolizado.

Es vulgar, aunque controvertida verdad, que la oratoria desempeña en las sociedades un destino civilizador y benéfico, por más que en ciertas ocasiones haya venido su acción a ser escasa o nociva. A corroborar esta verdad fecunda en consecuencias irán encaminadas mis breves reflexiones; asunto que no por antiguo carece de interés actual ya que hoy (en) día ciertas escuelas políticas y literarias se declaran hostiles a la locución pública y al arte que tiene por objeto perfeccionar su ejercicio.

Es la oratoria el género de composición literaria que más vastas y directas aplicaciones recibe en la sociedad; aquel en que las miras de utilidad práctica en mayor proporción se combinan con los fines artísticos de la belleza; el que exige al poeta la experiencia y cordura del filósofo, y al filósofo la brillantez dramática de la poesía. En la tribuna pública la inteligencia de un hombre escogido se comunica con las de sus hermanos, no por el inerte lenguaje de la escritura sino por la palabra viva, animada por el gesto y la acción, idioma genuino que enseñó Dios a los corazones para entenderse y amarse.

La elocuencia escrita que nació de la hablada para suplirla, extenderla y perpetuarla, es el cedro aromático que conserva las riquezas de la tradición e impregna de su delicioso perfume las obras de la inteligencia. Por ella leemos con veneración los fastos del universo y las proezas de nuestros abuelos; por ella gustamos con placer la copa de la sabiduría, y meditamos acompañando a la imaginación por sus aéreos caminos. Mas esa regalada esencia que embebida en el pensamiento se transmite del individuo a los pueblos y a las generaciones nunca transciende con tal pujanza como cuando se aúna con la eficacia simpática de la voz y del gesto. Obra entonces con actividad más intensa en la voluntad humana, insinuándose en sus afectos y seduciendo al juicio mismo. 

Para instruir o halagar basta con que escribamos; para obligar a querer es preciso que hablemos.

La elocuencia hablada es la elocuencia por antonomasia, en todo su vasto poder y con toda su influencia social. Los tribunales, los consejos, las asambleas se gobiernan por la voz de los oradores. A ella ceden los pueblos irritados, o a sus acentos se alzan contra la tiranía. Siempre el más elocuente es quien persuade; y quien persuade ese es quien manda. Cuando las ideas y los sentimientos comprimidos en cada pecho no hallan salida ni ejercen acción, un hombre se levanta, y adivinando lo que todos anhelan y no consiguen decir, interpreta las intenciones y deseos de la multitud, habla a cada uno su lenguaje, y mientras al parecer se ciñe a expresar la opinión del concurso le impone su voluntad, ejerciendo el más soberano acto de predominio personal, el más elevado de los poderes concedidos a los mortales.

La oratoria es un espectáculo. Mientras el sabio al resplandor de su lámpara solitaria ensaya la solución de los inagotables enigmas de la ciencia; mientras el historiador sentado ante sus tablas de bronce, rodeado de pergaminos y medallas burila para la posteridad imperecederos recuerdos; mientras el poeta al pie de un torreón, alzados a la luna sus ojos, modula entre los murmullos de la noche los acentos de su ideal esperanza; el orador henchida la mente de probados consejos y el pecho de amor al hombre sube las gradas de la tribuna y paseando su vista por una muchedumbre cuyas miradas y atención convergen hacia sí, autor y actor a un tiempo, concibe, expresa y representa, ilustra, seduce y avasalla. Menos permanentes sin embargo sus laureles suelen marchitarse poco después del triunfo, y cada vez que el bien público y el amor a la gloria le llaman a dar muestra de sus talentos se ve obligado a alcanzar con una nueva creación una nueva corona. El orador se reproduce todo entero en cada una de sus obras, porque a cada una imprime la claridad de su pensamiento, el fuego de su fantasía y hasta la expresiva majestad de sus acentos y actitudes. Al cerrarse sus labios todo desaparece; ni es posible conservar un fiel trasunto de su peroración; así como se fija por los aparatos fotográficos el ornato de las catedrales, y se guardan cifradas en la nota las más delicadas inspiraciones de la música. Dante, Walter Scott y Rossini pueden ser patrimonio de imitadores; pero ¿quién es capaz de resucitar a Demóstenes?

Como la pública locución sea la expresión más personal del pensamiento y las pasiones, son sus efectos los más poderosos en las instituciones y en las costumbres. La discusión oral, madre de la oratoria, está en la índole y en las necesidades del hombre, siendo una condición de sus descubrimientos intelectuales y del ejercicio de su actividad moral. Sin ella las luces y los sentimientos del individuo cesarían de recorrer la órbita universal por donde ahora rápidamente circulan, y aislados los espíritus iríase lentamente extinguiendo la vida de las sociedades. - Desde los cariñosos consejos que el patriarca reparte a su familia sentada en torno suyo bajo la encina secular, hasta las vehementes peroraciones del varón político en la asamblea, vemos a la oratoria gobernar las resoluciones del hombre, más presto a ceder a la voz de otro hombre elocuente que capaz de deliberar por sí mismo, aunque sea con el poderoso auxiliar de la lectura.

Pero ¿me será lícito atribuir a la elocuencia hablada que hoy forma mi objeto esa tan profunda influencia que es quizás hija de la fuerza propia de las ideas y sentimientos o del mero hecho de su propagación? No ignoro que la palabra no es más que el signo de la idea o del objeto; ni desconozco el poder ilimitado de las opiniones y creencias engendradoras de sectas y partidos, y llego a concebir en la esfera de lo posible la transmisión de esas creencias y de los afectos que las acompañan por medio del lenguaje desnudo de todos los atractivos con que el talento y el arte oratorio saben ataviarle. Mas decidme: entre esa multitud de fuerzas morales que sostienen y conducen el mundo de la inteligencia a la manera con que la gravedad y otras fuerzas físicas equilibran el orbe en que vivimos, ¿no distinguís bien deslindada esa que extiende y por decirlo así empuja el pensamiento de unos a otros individuos, le vivifica, le ilumina, le inflama y le hace irresistible? ¿Es esa elocuencia oral una ilusión de los preceptistas, un mero efecto de las circunstancias, o es más bien un don real de la Providencia inherente al de la palabra y cuyo destino bienhechor es el de hermanar nuestro linaje en la vida, aumentando el recíproco influjo de nuestros deseos y creencias? Si así no fuera, ¿sentiríamos tan viva emoción desde las primeras palabras proferidas por un labio elocuente? ¿Nos dejaríamos seducir y someter por ella, cediendo al predominio de una voluntad que sola, sin fuerzas ni autoridad se atreve a torcer y a confundir nuestros designios, y logra esclavizar el último recinto de nuestro albedrío? ¿Para qué hubiera Dios creado hombres cuya habla vertiera luz y belleza y les hiciera dueños de las simpatías de todos sus semejantes? Aquel universal asentimiento que siempre sabe alcanzar la verdadera elocuencia; aquella noble humillación con que el salvaje arroja su arco a los pies del misionero y se inclina a besar la cruz de su sayal; aquella placentera condescendencia que siente el magistrado al persuadirse de que le es lícito restituir al reo el aire de la libertad y las dulzuras de la familia; aquella entusiasta convicción con que a la voz de un hombre corre un pueblo entero a las armas; todo, todo nos patentiza el origen providencial y el bienhechor destino de la oratoria.

A tan obvia verdad hubieran al parecer de haber cedido los talentos que guían a la humanidad: mas lejos de armonizar en este punto sus opiniones, muéstranse en divididos campos, unos apasionados partidarios de la locución pública, y otros tan enemistados con ella que a ser posible condenaran a perpetuo silencio a todo el que llevara el nombre de orador. Esta controversia, si bien adormecida por la universal tibieza que predomina hoy en la esfera de las teorías, no deja de subsistir en lo que tiene de práctico y aplicable a aquellas instituciones en las cuales la oratoria desempeña un papel de importancia. Cuestión es que afecta a la jurisprudencia si la oratoria propiamente dicha es o no admisible en los tribunales; cuestión es que atañe a la teología si la predicación oral admite o no los recursos oratorios del arte mundano: cuestión es que a la política pertenece, si la oratoria ilustra o extravía a los parlamentos; y cuestión en fin con todo saber enlazada si la elocuencia oral puede contribuir a la indagación y propagación de la verdad científica. Acorde con la experiencia en estas cuestiones la mayor y mejor parte de las autoridades literarias, resuélvelas afirmativamente: mas desde remotos siglos vienen eminentes escritores combatiendo la elocuencia, si bien que en obras capaces por sí solas de acreditarla.

Desde Aristóteles a Schlegel, no solamente muchos filósofos sino ciertos literatos no han ocultarlo su repugnancia hacia el arte de los oradores, ya concibiéndole como una consecuencia de las pasiones y debilidades humanas, ya como una emboscada presta contra la razón y el albedrío, ya como un juego sofístico y pueril indigno de las almas robustas. Ya se le ha envuelto en el anatema fulminado contra toda belleza poética; ya se le ha negado su naturaleza literaria relegándole a la esfera de los negocios, como si fuera una simple combinación de los intereses eclesiásticos, políticos o judiciales. 

Tan exageradas apreciaciones, aunque condenadas por la constante sanción de los tiempos, no han dejado de modificar las creencias en algunos, influyendo en la prosperidad o decadencia de la oratoria. Amarga verdad es que los hombres elocuentes han justificado a veces con sus extravíos esos cargos dirigidos por su causa al arte mismo. Sin embargo en la dilatada vida de este no son más numerosos los ejemplares del abuso que los del beneficio; antes bien se observa que el verdadero esplendor literario de la oratoria ha sido siempre compañero de las virtudes públicas y de la grandeza de las naciones. Otorgadme unos instantes más de atención, y recorriendo con paso rápido los hechos hallaremos en ellos las causas por las cuales la locución pública prosperando o decayendo, ha derramado en la sociedad ya flores ya veneno.

¿En dónde se oculta la cuna de la elocuencia? ¿Fue bajo las fructíferas palmeras del Asia, o en el culto suelo de la Grecia o en los ignorados peñascos del septentrión donde por vez primera un caudillo arrastró con su voz a los guerreros primitivos? 

Aunque pudiera darnos en esto luz la aurora de la historia que sólo amanece tras la noche de la creación, jamás debiéramos indagar el origen de un talento que no tiene otro padre que el Omnipotente, otra patria que el mundo, ni otro límite que la humanidad. Espontanea brotó la elocuencia en los labios de las generaciones ante-históricas, como el agua de sus arroyos, como la miel de sus colmenas; tan espontanea como ahora se reproduce en cada hombre al renovarse en él como en nuevo Adán todos los fenómenos de la creación y del estado de naturaleza. La sociedad trajo consigo la observación y la imitación, y estas dieron vida al arte, cuyo destino es regir todas las fuerzas y aptitudes de la organización humana.

Cuando la historia literaria de Grecia, la más vulgar entre las antiguas, empieza a nombrar a los que se llaman sus primeros oradores, ya existe el arte en su forma más o menos empírica.

Después de la elocuencia fabulosa simbolizada en los mitos de Orfeo y Anfión; trascurrida la edad de la oratoria poética representada en Ulises, Néstor y otros caudillos homéricos, Solon al ofrecer a los Atenienses el don de sus ejemplares leyes, queriendo asegurarlas una obediencia inteligente, granjeóse la sumisión del pueblo avasallándole con su sabiduría y dulzura de su palabra, sin que pueda dudarse de que el prestigio oratorio que gozó, fue un poderoso auxiliar de sus virtudes cívicas y de su ciencia. 

Temístocles, Pisístrato, Alcibíades y los otros varones políticos o guerreros a quienes debió la Grecia su independencia y civilización, más bien por sus ardientes peroraciones que por sus altos hechos se ciñeron aquella esplendorosa aureola que deslumbra todavía al que lee los fastos de las generaciones de Maratón y de Platea. Pericles, el audaz orador que aun hoy en día avasalla con su nombre al siglo que dominó con su facundia, por más que no exento de las comunes tachas de ambición y tiranía, levantó los corazones griegos a una altura de sentimientos capaz de inspirarles con la emulación de las pasadas y recientes glorias de su país el generoso aliento necesario para sobrepujarlas. El sacro fuego del patriotismo, la constancia en la adversidad, la templanza en el triunfo, la gratitud hacia los bienhechores del pueblo, la entusiasta altivez, el amor a la belleza, a la virtud y sobre todo al heroísmo, joyas del espíritu con que el carácter griego se fue enriqueciendo, no son otra cosa que la recompensa del entusiasmo con que la multitud enaltecía a sus oradores, Sin su habla eficaz, jamás hubieran sido vencidas la debilidad esencial, la versatilidad y ligereza que oponía la índole de los Atenienses a las exhortaciones de cuantos aspiraban a conducirles a dominar el Asia entera. La gloria política y militar de Atenas debióse en su mayor parte a la elocuencia de sus caudillos y legisladores, así como su gloria científica a la elocuencia de sus filósofos. ¿Quién negará a Demóstenes el título de bienhechor de su patria? Pues bien: el que arrebató a Esquines la envidiada corona, doble premio de sus servicios y de sus talentos, en vano hubiera luchado contra el Macedonio si le faltara aquel su invencible acento más poderoso que el oro y el hierro para poblar los mares de armadas y los campos de cadáveres enemigos. La imaginación ática cedió al fanatismo que la comunicaban las inspiradas voces de Temístocles y Alcibíades, gozóse con los pulidos discursos de Isócrates y los oradores de su esmerada escuela; aplaudió la cultura de Iseo, Lisias y Esquines y obedeció a la pujanza de Demóstenes, Esta serie de oradores de primer orden que descollaba entre un pueblo de oradores, no sólo prueba la fecundidad literaria del suelo griego, mas la influencia que el arte de decir tuvo en su civilización clásica y deslumbrante aun en medio de sus desaciertos políticos y de su progresivo abatimiento. Atenas fue grande por sus héroes y por sus sabios; sabios y héroes en Atenas fueron elocuentes.

Cuando la planta de hierro de Alejandro sofoca la voz de la elocuencia en la garganta del último orador ateniense; cuando crece la yerba al pie de la tribuna popular, mirad como el antiguo valor y las virtudes cívicas huyen también como solían huir los penates del territorio conquistado. En vano la escuela de las ciudades se esfuerza en reanimarse: no veréis aparecer en sus plazas un ciudadano que proponga con valerosas palabras leyes bienhechoras; y si al pasar por un gimnasio oís las declamaciones de los sofistas degenerados sobre fingidas controversias, si os atraen la volubilidad de su lenguaje o el falso brillo de sus premeditados conceptos, apartaos: os engañáis: no está con ellos la elocuencia.

Reflejándose en la Roma de los decemviros las instituciones políticas y judiciales de Grecia, despertaron en los hijos de Rhea el amor a la elocuencia, nuevo en sus corazones belicosos. A Fabricios, Curios y Camilos, sucedieron Lelios, Catones, y un Escipión capaz de decir en su defensa a la plebe acusadora en el día del juicio: En tal día como este salvé a Roma y destruí a Cartago; vamos a dar gracias a los dioses inmortales.

Retumbó la voz agitadora de los Gracos entre las convulsiones de la república; y cuando el puñal de la venganza dejó inmóviles sus labios enardecidos, las doctas peroraciones de Crasos, Antonios, Scévolas y Hortensios prepararon el verdadero reinado de la oratoria fabricando su cetro a Marco Tulio. Cífranse en este solo nombre la explicación, la historia y la defensa del arte de decir. Preguntadle por su naturaleza y sus preceptos, y seis no sobrepujados escritos os demostrarán que el sol de la elocuencia hace germinar en la sociedad talentos y virtudes; y que a su calor fecundante nacieron en el pueblo conquistador aquellos prudentes senadores cuyas deliberaciones resolvían la suerte del mundo. Esos libros impondrán silencio a los que sólo extravíos y corrupción esperan de la locución pública; porque escritos por quien no abusó jamás de su poder, y mientras duraba el recuerdo de los varones que guiaron tantas veces con su palabra al rey de los pueblos hacia la majestuosa grandeza que le hizo llamar pueblo de reyes, no podían calumniar así al más bienhechor de los talentos. Y si no bastan los ejemplos consignados en esas páginas, de la influencia saludable con que los oradores antiguos sostuvieron los fueros de la razón, de la justicia y del bien público en el senado y en el foro, cerrad el libro de Claris oratoribus, y abrid el que contiene los discursos de su autor. Cicerón mismo es la mejor apología de su arte. Elevado por él a las primeras magistraturas y lo que es más a una reputación sin rival, no le empleó jamás en alucinar a la multitud en su provecho, ni quiso por su medio asaltar las dignidades y los honores. Habló en pro de los oprimidos, habló contra los malvados aunque fueran poderosos, abogó por la causa de las libertades patrias, lidió contra las usurpaciones del poder, y generalizando las doctrinas filosóficas con incansable celo atesoradas, ilustró su época y preparó la de Augusto en que Roma iba a subir a lo alto de la rueda de su destino. En la corle de poetas de este primer emperador ved apagarse la tea de la elocuencia en las aguas de la corrupción. Muerto el espíritu público y la dignidad cívica, sometida la justicia a la voluntad del soberano, la oratoria nada puede hacer en bien de la patria. Más tarde, algunos malos oradores se consagran a la delación y a la calumnia; porque sólo la calumnia y las traiciones se abren paso en aquellos tenebrosos días de los Calígulas y Claudios. Pero escuchad. Suenan en el foro las arengas de Quintiliano. ¿Habrá revivido el gran Cicerón? No es el español instrumento de ricos ambiciosos, ni sanguinario perseguidor de leales; es un docto imitador y émulo de aquel maestro: es un buen patricio; un paciente preceptor que alienta con sus consejos y con su ejemplo a un mismo tiempo la probidad y el gusto literario. Síguele Plinio, digno de alabar a Trajano; y el autor del diálogo sobre la corrupción de la elocuencia no arrastrando tampoco por el común decaimiento, al señalar sus causas corrobora el paralelismo que sigue el esplendor de la oratoria con la pureza de la educación, la integridad de las costumbres, y la prosperidad del régimen del Estado.

Cual si esta verdad permaneciera controvertible tras las dos épocas ejemplares de los oradores clásicos, el mismo Dios-hombre sirviéndose de la elocuencia oral para la propagación de su santa doctrina abre en la predicación evangélica un palenque ilimitado en que hasta la consumación de los siglos la locución pública ha de combatir y vencer, no ya las preocupaciones de un magistrado, ni la obstinación de un partido, sino los más escondidos y tenaces hábitos que encarrilan el corazón humano en los senderos del vicio. Desde entonces el eco de los nuevos discursos empieza a susurrar con timidez bajo las catacumbas; vibra con ternura en las solitarias mansiones de las vírgenes y los eremitas; déjase percibir entre los círculos del pueblo; suena en los secretos gabinetes de los palacios, y creciendo con sobrehumana intensidad rasga los paños que ensordecían su timbre, y truena repitiéndose de gente en gente desde lo alto del templo de Constantino. A la oratoria divina del Maestro y los apóstoles, suceden las caritativas y sentidas exhortaciones de los obispos de la primitiva cristiandad, y con las apologías de Tertuliano y Orígenes, con las fervorosas pláticas de los Ciprianos, Gerónimos y Agustinos, de los Gregorios, Basilios y Crisóstomos extiéndese la fé reanimando el espíritu en el imperio mientras sus miembros eran por todas partes dilacerados. 

El renacimiento de la humanidad obrado por el Cristianismo pone en contacto la nueva elocuencia con el sepulcro de la antigua, haciendo que al terminar el último epílogo de Cicerón se oiga la introducción de la primera homilía de S. Pablo. El ángel de la persuasión cristiana inspira saber, virtudes y heroísmo a los siglos que dejaba huérfanos la muerte de la civilización antigua y el silencio de la Suadela clásica. De la fuerza de las convicciones que sabe arraigar en las almas responden los tormentos de los mártires; y de la claridad que esparce en el universo, la multitud de los que no sabiendo más que escuchar, aprenden a concebir las verdades más exquisitas, y las conservan para legarlas a sus descendientes. Cristiana y guerrera la edad media, sus oradores están en los templos o en los campos de batalla. No tiene un senado con Catones y Tulios, ni una plaza con Pericles y Demóstenes; pero tiene concilios en que reyes, magnates y soldados, se someten a la elocuencia de los sacerdotes; tiene controversias en que las herejías luchan contra la fé, como los adalides en las justas; tiene empresas como las Cruzadas en que el entusiasmo alentado por la exhortación se precipita contra el mar, la sed y las cimitarras; tiene sesudos consejeros para guiar el armado brazo de sus monarcas, y pecheros que empiezan a enseñar a la muchedumbre sus olvidados fueros.

Clásica todavía, es decir, erudita e indigesta en sus formas pero popular en el fondo de sus doctrinas, la elocuencia de aquellas edades no queda rezagada tras la civilización, antes bien guíala fomentando sus instintos hasta que viene a sorprenderla el renacimiento. Entonces a las tumultuosas arengas de los caudillos, a las belicosas argumentaciones de los prelados, suceden las discusiones de la ciencia, de más tranquilo carácter y con resultados más fecundos. Los oradores se han refugiado de los castillos a las cortes y a los tribunales. Pedro el ermitaño no tiene ya que arengar a los cruzados en las arenas de la playa; pero apiñados en Trento los doctos defensores de la fé ortodoxa, luchan con enemigos más espantables que Saladino, contra los cuales a su vez se arman los labios de Bossuet y Massillon, de Fenelon, Flechier y Bourdaloue, de Ávila y Granada. En la arena política los aceros tienen que abrir paso a los ciudadanos para subir a la tribuna; por eso en vano buscaréis en edades casi contemporáneas una oratoria que cotejar con la romana y ateniense. Reducidos a intérpretes y casuistas los jurisconsultos, asentados los tribunales bajo la sombra de los tronos y pendiente de la gracia la justicia, tampoco es de esperar que resuenen en los oídos de Carlos I o de Luis el Grande acusaciones como las contra Verres o Marco Antonio. - La oratoria refleja entonces como siempre en su cristal verídico la situación de la sociedad. La fé la tiene encomendados sus pendones; por eso en donde quiera los defiende con ardimiento; la ciencia implora su auxilio para reconquistar el perdido imperio; por eso las bóvedas de las escuelas empiezan a repetir las estudiadas disertaciones de los maestros teólogos, filósofos y humanistas; pero como la colisión de los derechos individuales y colectivos, comprimida por la dominación feudal, y atenuada por el olvido y la ignorancia, no estalla todavía, no aparecen oradores que interpreten ideas y sentimientos casi desconocidos. Sin embargo en algunas elocuentes quejas de vasallos oprimidos, y en algunos clamores de cuerpos populares alborea la luz de la discusión parlamentaria, luz que más tarde refleja en las asambleas modernas las ondulaciones de los senados y tribunales antiguos.

El volcán de la revolución francesa convierte esa luz en un incendio, mas desde entonces entrada Europa en un nuevo camino, y una vez imposible el retroceso a la pasada organización, la palabra vuelve a adquirir su entero predominio. Oye la corte de Carlos III a nuestros primeros oradores políticos y judiciales; y desde entonces la elocuencia viene guiando a los pueblos, casi siempre hacia la razón y el bienestar; aunque desviándolos pocas veces hacia los errores y la anarquía. - No quiero velar a vuestros ojos las sombras de Cromwell, Dantón y Robespierre; pero no dudo que reconoceréis que si Cicerón vale por muchos Catilinas, y Bossuet por muchos Luteros, también los excelentes y sensatos oradores que en los modernos siglos han ilustrado los templos y las asambleas, pueden y valen harto más que la corta falange de los tribunos sanguinarios, de los predicadores ineptos, y de los leguleyos ambiciosos que la oratoria bastarda engendra para oprobio de la legítima.

No puedo sospechar que haya entre vosotros uno solo que al recorrer la galería de los grandes, de los verdaderos oradores, de esos hombres que a una gran suma de elevadas ideas han juntado el singular talento de saber difundirlas instantánea, eléctricamente; les niegue el título de bienhechores de la humanidad. Vosotros no confundís los talentos estratégicos del cálculo, el sordo poder del interés, el alucinamiento causado por la identidad de opiniones o sectas, el prestigio individual, y otras circunstancias a que deben su éxito peroraciones en su esencia vulgares, con aquella sentida unción que nace de lo más íntimo del pecho, y nos conmueve y hace sentir porque el orador está conmovido y siente. Vosotros sabéis que hasta la declamación teatral en un actor distinguido no es una farsa ni una imitación; sino la expresión de afectos bien comprendidos, porque se experimentan, y no se fingen. Podréis decirme que el número de tales artistas y tales oradores es escaso, lo concedo; mas ¿desde cuándo el crédito de las ciencias ni de las virtudes se mide por el número de los ignorantes o de los malvados?

Si os lamentáis de la torcida dirección que los hombres dieron y dan al talento oratorio, cual se la dan y se la dieron a todas las más nobles facultades, yo me doleré de ese abuso al par que vosotros, tanto más cuanto más alta y limpia idea tengo concebida de ese don de la Providencia. Y por lo mismo que me estremezco ante esa confusión de la ficción con el sentimiento y de la intriga con la razón; y tiemblo al considerar si llegará tal vez un día en que la sociedad harta de engaños y desconociendo la buena oratoria la condene y conculque junto con la espúrea; por eso he querido alzar desde aquí mi voz aunque feble, y protestar de antemano contra tan injusto anatema.

¡O jóvenes a quienes el candor y la esperanza conducen por entre flores hacia toda belleza y verdad, pero a quienes amaga la oculta serpiente del escepticismo, yo anhelara haceros concebir el destino de la oratoria y el tipo del orador en toda su pureza y rectitud cual le concebían el gran Cicerón y el español Quintiliano. Yo quisiera que aquellos de vosotros a quienes toque subir las gradas de los tribunales en defensa de los derechos o de la vida y libertad ajenas, supierais desde hoy y no olvidarais jamás que vuestras palabras han de ser la sola expresión de la razón y la honra ofendidas, nunca de la codicia ni del odio; que jamás la mentira descendiendo de vuestro labio ha de manchar vuestra noble toga, y que nunca el llanto de una familia despojada, ni los gemidos de un inocente han de maldecir vuestra venenosa elocuencia, aunque la sociedad os colme de su oro y sus aplausos. Yo quisiera que los que consagrados al altar, tengáis que interpretar en humanos discursos toda la palabra de un Dios, hubierais llenado antes vuestro espíritu de su caritativa doctrina, y cada vez que dirigierais a los fieles vuestras exhortaciones, os acordarais de que el mundo y sus bienes son ajenos a aquel por cuya boca habla la eternidad; que hasta la gloria literaria es en él una vanidad reprensible cuando deja de ser el instrumento de la enseñanza divina; y que al bajar del púlpito pudierais agradecer a Dios el don de la elocuencia al observar en la conducta de los fieles el efecto de vuestra predicación. Yo quisiera que los llamados a deliberar desde los altos asientos del congreso político sobre la independencia, la seguridad y el bienestar de la patria, llevarais allí la mente poblada de conocimientos y experiencias y el corazón henchido de indomables virtudes para resistir a los vértigos del poder y la adulación, y que al reinar en la asamblea por vuestra facundia estimarais en más las bendiciones del oscuro agricultor, feliz con vuestras bien meditadas leyes, que las ebrias ovaciones de los partidos. Y aún de vosotros a quienes ofrece la fortuna la lámpara investigadora de la filosofía para que os internéis por los intransitados senderos de las ciencias quisiera que al pedir a la oratoria sus cristales de colores para mostrar al mundo vuestros hallazgos de verdades os propusierais iluminar más bien que deslumbrar a vuestros contemporáneos, y aborreciendo cual Sócrates la ostentación sofística, hicierais como Platón elocuente y amable la sabiduría.

Todos los que me oís deberéis a la oratoria más de un triunfo en vuestra vida literaria y hasta en vuestra vida familiar; porque todos participaréis de ese torbellino del siglo que anhela fiar a decisivas razones en oral lucha los intereses de mayor entidad, aborreciendo las prolijas discusiones escritas. Aunque tareas alejadas de los grandes teatros de la locución pública os nieguen el peligroso privilegio de influir con vuestra palabra en los destinos de la sociedad, no por eso os faltarán esferas en que ejercitar tan noble don, porque las corporaciones científicas, los jurados, las sociedades mercantiles e industriales, las juntas políticas y administrativas tan frecuentes en la época en que vivimos os brindarán diarias ocasiones de ilustrar a vuestros conciudadanos y de granjearos con el tiempo una más alta reputación oratoria. ¡Ojalá que al lado de esas escuelas prácticas a que tal vez tendréis que arrojaros sin la preparación necesaria, hallarais escuelas en que se expusiera la serie de principios conducentes para formar de vosotros buenos oradores para el foro, el púlpito y la tribuna. ¡Ah! el don de la palabra no se abusara tan lastimosamente, si se facilitaran los medios de aprender a dirigirle hacia los bienhechores fines a que está destinado; si se prodigaran menos los elogios a todo el que se expresa con verbosidad u osadía, y sinó no se atreviera a exclamar todo el que por primera vez dirige la palabra a una concurrencia: yo también soy orador. 

Ilmo. Sr.: en este día solemne, verdadero cumpleaños de la Universidad siento que el sinsabor con que me amarga mi insuficiencia, témplase con la satisfacción de proclamar la utilidad de la elocuencia oral ante los mismos que con su ejemplo diario la autorizan; y de exhortar a esa juventud en que fía la patria su bienestar futuro, a cultivar con ahínco esa rama de la literatura, tan compatible con el ejercicio de sus profesiones, dirigiendo el precioso talento de la peroración hacia la razón, la verdad y la justicia de que nunca el cielo quiso separarle.

Si él oye mis votos no tendrá España que ceder a otras regiones europeas en copia de renombrados oradores, ni será Cataluña la postrera en inscribir los nombres de sus hijos en el pedestal en que brillan los de los Granadas y Jovellanos.

HE DICHO.


Barcelona 1.° de octubre de 1856.


UNIVERSIDAD DE BARCELONA.

RECTOR

en comisión.

D. D. Agustín Yáñez y Girona.


VICE-RECTOR.

D. D. Ramón Roig y Rey.


SEÑORES PROFESORES

ENCARGADOS DE LA ENSEÑANZA EL CURSO ESCOLAR

de 1856 a 1857

Y SUS RESPECTIVAS ASIGNATURAS.


FACULTAD DE JURISPRUDENCIA.

DECANO.

D. D. Ramón Roig y Rey.

Catedráticos.

D. D. Vicente Rius y Roca … Prolegómenos del derecho: elementos de la historia externa del derecho romano: instituciones de este derecho.

D. D. Manuel Laredo … Continuación de las instituciones del derecho romano.

D. D. Ramón Martí de Eixalá. Elementos de la historia del derecho español: elementos del derecho civil y mercantil de España.

D. D. Francisco Javier Bagils. Derecho canónico.

D. D. Felipe Vergés y Permanyer … Continuación del derecho canónico.

D. D. Francisco Permanyer … Ampliación del derecho civil, mercantil y penal: fueros

provinciales.

D. D. Ramón Roig y Rey … Procedimientos: práctica forense.

 

AUXILIAR.


D. D. Pablo Mestre.

Sustitutos.

Lic. D. Manuel Anglasell y Serrano. 

Lic. D. José Vilaseca y Mogas.

Lic. D. José Mestre y Cabañes.

D. D. Amador Guerra y Gifré.

D. D. Víctor Brugada y Just.

Lic. D. Antonio Vicente Menéndez y Azopardo.

Lic. D. José Samsó y Ribera.


FACULTAD DE MEDICINA.

DECANO.

D. D. Francisco de Paula Folch.

D. D. Juan Magaz … Aplicación de la Física y de la Química a la Medicina.

D. D. José Seco Baldor … Anatomía descriptiva y lecciones de Neurología.

D. D. Carlos de Silóniz … Neurología en toda su extensión: Anatomía general y

microscópica.

D. D. Marcos Bertrán … Fisiología especial o humana.

D. D …..... Aplicación de la Historia natural a la Medicina.

D. D. Francisco de Paula Folch. Patología general: Anatomía patológica: Estudio clínico de Patología general y de Anatomía patológica.

D. D. Ramón Ferrer y Garcés. Higiene privada. Medicina legal y nociones de Toxicología.

Nociones de Higiene pública.

D. D. Juan Bautista Foix ... Elementos de Terapéutica general, Farmacología y Arte de recetar: Filosofía de la Terapéutica y de la Farmacología.

D. D. Joaquín Cil … Patología quirúrgica.

D. D. Antonio Mendoza … Anatomía quirúrgica, operaciones, apósitos y vendajes: Clínica de operaciones.

D. D. Venceslao Picas … Clínica quirúrgica.

D. D. Francisco Juanich … Patología médica.

D. D. José de Storch … Clínica médica; preliminares clínicos: exposiciones prácticas de los principios de la ciencia; moral médica.

D. D. Antonio Mayner … Patología especial del sexo femenino y de la niñez. Obstetricia; clínica de esta asignatura.

 

Empleados facultativos con el carácter de sustitutos permanentes.

Lic. D. Narciso Carbó. Ayudantes.

D. N. N ….... Ayudantes.

D. D. José Roca. Profesores clínicos.

Lic. D. José Armenter. Profesores clínicos.

Lic. D. José Vidal. Conservador - preparador de piezas anatómicas.

Lic. D. José de Letamendi. Primer Ayudante del Director de trabajos anatómicos.


Empleados en la Escuela sin el carácter expresado.


Lic. D. Francisco Pérez. Ayudante del preparador de piezas anatómicas.

D. N. N. Ayudantes de anatomía.

D. Eusebio Nunell. Ayudantes de anatomía.


Alumnos internos pensionados en las Clínicas.


D. Isidro Sastre.

D. José Oriol Navarra.

D. Félix María de Echauz.

D. Juan Rocamora.

D. Francisco Vidal.

D. José de Moya.

D. Damián Mayol.

D. Francisco Cruzet.

D. Manuel París.

D.


Sustitutos.


Lic. D. Juan Rull.

D. D. Antonio Oliver y Pi. 

Lic. D. Juan Marsillach.

Lic. D. Joaquín Llorens y Cánua.

D. D. Justo Espinosa. 

Lic. D. Ramón Torent.

Lic. D. Emilio Pi y Molist.

Lic. D. Nicolás Homs.



FACULTAD DE FARMACIA.

DECANO.

D. D. Agustín Yáñez.

Catedráticos.

D. D. Juan José Anzizu … Aplicación de la Mineralogía y de la Zoología a la Farmacia, con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. Agustín Yáñez y Girona. Aplicación de la Botánica a la Farmacia con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. José Alerany … Farmacia químico inorgánica.

D. D. Rafael Sáez Palacios … Farmacia químico - orgánica.

D. D. Vicente Munner … Práctica de las operaciones farmacéuticas: principios generales de análisis química.


Ayudantes de Farmacia.


D. D. Juan Nepomuceno Folch.

D. D. Pedro Bassagaña y Bonhome.


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. José Roca y Ferreras. 

Lic. D. Fructuoso Plans.


FACULTAD DE FILOSOFÍA.

DECANO.

D. D. Juan Agell.

Catedráticos.

D. D. Jacinto Díaz … Literatura latina.

D. Antonio Bergnes de las Casas. Lengua y literatura griega.

D. D. Manuel Milá … Literatura general española.

Lic. D. Francisco Javier Llorens. Filosofía y su historia.

D. D. Ramón Anglasell. Economía política: derecho político: administración y derecho administrativo.

D. D. Juan Agell. Química general en toda su extensión: Química inorgánica.

D …..... Física en toda su extensión.

D. D. Antonio Sánchez Comendador. Mineralogía y Zoología.

Lic. D. Antonio Costa. Botánica.


Ayudantes de las cátedras de Física y de Química.


D. D. Antonio Rave.

Lic. D. Salvador Matas (interino.)


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. Fructuoso Plans.

D. D. Federico Carreras.

D. Emeterio Suaña.

D. Francisco Fasant.

D. José María de Mayolas. 

Lic. D. José Cots y Cots.


CÁTEDRA DE NOTARÍA: 

Catedrático.

D. D. Félix María Falguera.

Sustitutos.

Lic. D. Antonio Boada y Jenet.

D. Miguel Martí y Sagristá.


INSTITUTO DE SEGUNDA ENSEÑANZA

AGREGADO A LA UNIVERSIDAD.

DIRECTOR.

D. D. José Martí y Pradell.

SECCIÓN DE ESTUDIOS ELEMENTALES DE FILOSOFÍA.

Catedráticos.

D. D. Ramón Avellana y Pujol. Elementos de Matemáticas.

Lic. D. José Luis Pons (y Gallarza, el autor del discurso). Estudios de los autores clásicos, latinos y castellanos.

D. Juan Cortada. Geografía e Historia.

D. D. José Oriol y Bernadet. Continuación de los elementos de Matemáticas.

D. D. Antonio Rave, ayudante sustituto de las cátedras de Física y de Química. Elementos de Física general y experimental y de Química general.

Lic. D. Pedro Codina. Elementos de Psicología y Lógica.

D. D. Salvador Mestres. Elementos de Ética.

D...... Elementos de Historia natural.

Bedeles de las Facultades de Jurisprudencia y Filosofía.

D. José Arabí, bedel primero.

D. Esteban Viñolas, bedel segundo .

D. José Ayuso, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Medicina.


D. Jaime Vidal, bedel primero.

D. Juan París, bedel segundo.

D. José María Crehuet y del Río, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Farmacia. 


D. Carlos Callejas, bedel primero.

D. Francisco Solans, bedel segundo.


Alumnos que han obtenido premios extraordinarios y ordinarios correspondientes al curso de 1855 a 1856.


PREMIOS EXTRAORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. José Narciso Flaquer y Fraisse. (Licenciado).

D. Pedro Borinaga y Díez. (Bachiller).

Medicina.

D. José Ametller y Viñas. (Licenciado).

D. José Cosialls y Romeo. (Bachiller).

Farmacia.

D. Joaquín Salvador y Benedicto. (Licenciado).

D. Jaime Forn y Segura. (Bachiller).


PREMIOS ORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. Felío Sayol y Margenat.

D. José María Maranges y Diago.

D. Pedro Birosta y Esquerrá.

Medicina.

D. José Ametller y Viñas.

D. Eusebio Nunell y Terrada. 

D. Juan Antonio Buixó y Font.

D. José Ramón Galí y Pastor.

D. Baudilio Net y Figueras.

D. Joaquín Oms y Mirambell.

D. Francisco de Paula Campá y Porta.

Farmacia.

D. Joaquín Salvador y Benedicto.

D. Jaime Forn y Segura.

D. José María Martí y Terrada.

D. Mariano Agelet y Casanovas.

Elementos de Filosofía.

D. Simón de Rojas Bruguera.

D. Juan Adzerol y Estrader.

D. Antonio Ginebreda y Boguñá.

Latinidad y Humanidades.

D. Jaime Pila y Rodó.

D. Aquilino Arabio Torre.

D. Román Gros y Rigalt.

Notaría.

D. Domingo Agulló y Soler.


domingo, 17 de octubre de 2021

LA POESÍA CONTEMPORÁNEA EN MALLORCA.

LA POESÍA CONTEMPORÁNEA

EN MALLORCA. (*)


(*) El autor escribió este artículo en el año 1861; y si bien en aquella época los poetas que menciona lograron colocar su nombre en elevadísimo puesto, no habían dado a luz todavía las obras que después han robustecido su fama, extendiéndola muy merecida por el continente; ni los trabajos de la nueva pleyada (pléyade) con que se honra el país, enriquecían a la sazón el repertorio de la poesía balear.
Tomás Forteza, hoy Maestro en Gay saber, no dotaba aún la literatura indígena con ninguna de las composiciones que más tarde le han valido el honroso título que le expidiera el Consistorio de los Juegos florales de Barcelona. Dedicaba, sí, Antonio Frates con fruto sus ocios al cultivo de la poesía, pero sus versos, escritos por vía de pasatiempo, no pasaban al dominio público. Si Pedro de Alcántara Peña se distinguía por su perseverante afición a las letras, las justas literarias del principado catalán no le habían una y otra vez proclamado vencedor. Tampoco eran conocidas las robustas odas con que Gabriel Maura ha acreditado su rica y poderosa imaginación; ni daba a la estampa Bartolomé Ferrá (BARTOLOME FERRA en el original) sus donosas concepciones en un volumen que el pueblo saborea con avidez por el gracejo de su frase natural y gráfica y el vivo colorido de sus pinturas. De RAMON PICO, tan ventajosamente juzgado en Barcelona por sus poesías líricas, como aplaudido en el teatro catalán, no era sabido el nombre siquiera: y tantos jóvenes distinguidos como Juan Alcover, Miguel Zavaleta, Miguel Costa, José Tarongi (Taronjí en el libro editado por mí Lo trovador mallorquí), Gerónimo Forteza, Mateo Obrador, Juan Bautista Enseñat, Juan Luis Estelrich y otros, no tenían aún demostrado lo mucho que Mallorca puede esperar de su aplicación y de su talento (todo lo contrario a Gabriel Bibiloni). - Los más de los poetas de la isla han tomado una parte muy activa en el renacimiento de las letras catalanas, y con tan buena fortuna, que han compartido con los vates del principado los honores del triunfo, no sólo en los juegos florales, sino en los demás certámenes celebrados en Cataluña, cabiéndoles no poca gloria en la resurrección de la patria lengua.

(En los textos de Guillermo Forteza leemos varias veces lemosín, lemosin, lemosina. El catalán siempre fue un dialecto occitano, y para decir sí afirmativo usaban las variantes OCcitanas: hoc, oc, òc, och)

Creemos, pues, que si favorable es el juicio que formara nuestro autor, en 1861, de la poesía contemporánea en Mallorca, lo fuera doblemente hoy, que nuevos poetas de valía y nuevas obras de los ya entonces conocidos, colocan a la provincia entre las más aventajadas en literatura. Mas ya que nuestro malogrado autor, arrebatado tan prematuramente a su país, no ha podido adicionar este su artículo, como requería el incremento de la poesía en el suelo balear, véase siquiera lo que estampa el distinguido literato catalán D. Joaquín Rubió y Ors en uno de sus más notables trabajos sobre el renacimiento de las letras en Cataluña:
- De Mallorca, dice, cuyos hijos debían algunos años más tarde poner a tanta altura la bandera donde en campo rojo y amarillo ostentase la hermosísima divisa de nuestros juegos florales, nos llegaron los primeros y, por ser de fuera, más estimados refuerzos. A la manera que se cruzan en medio del ancho canal que los separa las miradas que parecen mútuamente dirigirse el elevado Puigmajor y el riscoso Montserrat, cruzáronse los cantos que allí exhalaban sus poetas con los acordes que de sus liras arrancaban los nuestros.” - En suma, para formarse una idea más cabal de lo que va apuntado, puede verse la colección titulada Flors de Mallorca, publicada en 1873 por Gerónimo Rosselló, que contiene la mayor parte de las poesías mallorquinas premiadas por el Consistorio barcelonés desde su institución, y notas biográficas de cada uno de los poetas que en ella figuran.
- N. del E.
(Gerónimo Rosselló también aparece como autor, poeta:
FLORS DE MALLORCA. POESÍES DE AUTORS VIVENTS, PREMIADES LES MES EN LOS JOCHS FLORALS DE BARCELONA. ESTAMPA DE PERE JOSEPH GELABERT. 1873. En esa época de Renaixença, la catalanización de estos autores baleares es bien tangible. También se propagó esta enfermedad nacionalista a otros autores españoles, y a los franceses del Felibrige, con Frederic Mistral como cabeza).


I.

Si espectáculos hay siempre antiguos y siempre nuevos que levanten el ánimo a la más soberana alteza del pensar y del sentir, que le hagan saltar las murallas del tiempo y espaciarse por las regiones del infinito, morada eternal de toda luz para el espíritu, de toda serenidad y contentamiento para el corazón; uno de ellos es, sin duda, el de la naturaleza no domeñada por la mano avasalladora del hombre. Lejos está la primera impresión que este espectáculo nos causa, de lisonjear nuestro orgullo, pues el alma, bajo la pesadumbre de una sublime y temerosa emoción, siente flaquear sus fuerzas, la conciencia de nuestra tiránica personalidad, suelta temblorosa el cetro de su señorío, y la materia frágil que nos aprisiona se anonada ante la inmensidad de la materia universal, gloriosa, triunfante. Pero la esencia divina del espíritu no le permite prolongar su homenaje a la materia, por ostentosa que se presente; la majestad perecedera de la naturaleza le rememora la suya inmortal, y ambas le avivan el seso para encaminarla derechamente al principio y fin de todo lo grande, al asiento de toda majestad. Entonces dos serafines purísimos toman sobre sus alas al serafín prisionero, la gratitud у el amor elevan al alma, y rotas las cadenas que a la vida real la sujetaban, pronto deja atrás a las alondras, a los cóndores, a las águilas caudales, piratas de los espacios y amigas del sol, y atravesando los mundos como flecha disparada, sólo se detiene a las plantas bendecidas del Hacedor supremo.

Uno de los países en donde puede a sus anchuras saborear el alma este linaje de fruiciones altísimas, es en la Isla de Mallorca, paraíso de sus naturales y admiración de cuantos la visitan. Bajo la sonrisa tutelar de un cielo trasparente, sonríe también al viajero esta ondina del Mediterráneo, atrayéndole ya desde lejos con sus virginales aromas y convidándole a gozar la apacibilidad de su clima, la hermosura de sus vergeles y regadíos y el accidentado panorama de sus paisajes. Enriscados montes la ciñen, sus cumbres enlazadas entre sí por los fraternales brazos de mil ondulosas colinas, ora dibujan la gentileza de sus azulados perfiles en el fondo de un azul más claro, ora envueltas en el misterio de nieblas plomizas, engañan el deseo de la impaciente mirada. Bosques y encinares las coronan, y sólo en las faldas se atreve el humildoso cultivo a desplegar el modesto lujo de sus almendros, la ufanía de sus viñedos, el fruto sacro de sus olivos, las estrellas de plata y las pomas (“Taronjí: Esclatar en esmelts de noves pomes.”) de oro de sus opulentos y codiciados naranjales (ver ses teronges en youtube, de Miguel Montero, y los poemas de Taronjí: Sóller “Ab los taronjerals enjogassada” y la mort dels taronjers: “Desde´ls horts de taronjes y de pomes).
El caserío trepa unas veces de loma en loma cual si afanoso buscase aires más puros y más pintorescas atalayas, otras se desbanda por las laderas, en vistoso desconcierto, como rebaño de ovejas asustadizas, o ya despeñándose se agrupa en hondos valles como familia bien avenida que no acierta a vivir separada.
(Al voltant d´un caseríu, A dins la vall recolzada... Joseph Taronjí, A la vila de Valldemossa.)

Si no conociésemos por experiencia propia lo mucho que el hábito amengua el hervor de nuestros más entrañables afectos y el alcance de nuestras más vivas sensaciones, imposible nos fuera comprender como el perenne aspecto de una naturaleza llena de original y salvaje poesía, no ha infundido en el carácter general de los mallorquines algo del tinte poético que avalora las bellísimas tradiciones de sus montañas y aldeas, el ritmo fundamental de sus cantos populares llenos de grave o tierna melancolía y no escasa parte de sus costumbres. La imaginación popular de estos bienhadados isleños, lejos de brillar por la exuberante fecundidad y volubilidad chispeante de otros países meridionales, parece siempre contrapesada por el lastre de una reflexión instintiva y de un cariño nada platónico a la vida material en el círculo angosto en que acostumbran concebirla y practicarla. Medianamente inclinados a idealizar la realidad, cifran (Cifre es apellido corriente en ses illes, como el de mi amiga desde Paderborn: Na Malena de Pollentia : Pollença, Pollensa) en ella la mayor suma de felicidad asequible acá en la tierra. Por esto un vago instinto de repulsión les hace rechazar todo carácter anovelado, toda aspiración que tienda a trastornar el mezquino y rutinario orden de cosas que satisface por completo sus necesidades morales. Tal vez la raza árabe que tanto tiempo fue dominadora de la isla, ya que no hizo herederos a sus naturales de los tesoros de su oriental y prodigiosa fantasía, logró embalsamar para siempre su carácter y perpetuar en él su somnolencia moral, su retraimiento, su silencioso quietismo y todo el seráfico conjunto de sus virtudes sociales. De otra parte una invencible timidez, no desnuda de modestia ni destituida de recelo, enfrena los esfuerzos expansivos del corazón. Acallemos con férrea mano las más apasionadas simpatías del nuestro y digamos toda la verdad. El carácter general de los mallorquines, no sólo carece de poesía, no sólo se identifica sobradamente con la realidad, no sólo tributa un culto interno a las pequeñeces de la vida práctica, sino que carece de iniciativa colectiva y es hasta cierto punto refractario a todo progreso social.

Veamos ahora cómo se destaca de ese carácter general el de los poetas contemporáneos de Mallorca.


II.

Pocos pero de valía son los poetas con que hoy puede enorgullecerse Mallorca. Por un elevado sentimiento de justicia, todos ellos conceden el puesto de preferencia a Mariano Aguiló (Marian, Marià). Como esos árboles avaros de hojosas bizarrías que, engañando por algún tiempo las dulces esperanzas de su dueño y nada cuidadosos en halagar su deseo con la vana ostentación del mal sazonado y primerizo fruto, en día memorable lo desplegan riquísimo y bello y abundoso, después de haber ajuntado en la oscuridad tesoros de fecunda savia, así el nombrado poeta apareció de repente a los ojos de sus conciudadanos.

Ignorada de todo el mundo y apenas rastreada por algún amigo, creció y se fortificó su vocación poética en el misterioso cenáculo de un alma tan pura como de recio temple, sin ninguna de esas influencias académicas más o menos legítimas, pero que lejos de prestar un amoroso arrimo a la inspiración juvenil, suelen arrancarle su espontaneidad, desnaturalizarla y falsearla. El sentimiento intuitivo de la verdadera poesía que, desde sus más verdes años, ardía esplendente en el pecho de Mariano Aguiló, pudo así conservar intacta esa aureola de pudor y de dignidad que una pureza ejemplar de costumbres, envidia y admiración de cuantos le conocen, ha concluido por hacer ordinaria, habitual, inestimable. Por su fortuna como hombre y como poeta, desde las santas fruiciones del hogar doméstico, desde la dulce tutela de una familia, dechado de honrados procederes, desde la influencia angelical de una madre tan inteligente como tierna, pasó al trato intimo, a la confraternidad intelectual más estrecha con D. Pablo Piferrer. Al calor de este espíritu sublime, gloria insigne de Cataluña, regaladamente se desarrolló la irresistible vocación poética de nuestro paisano; cobró bríos su sentimiento artístico, se acrisolaron sus aficiones y simpatías literarias, y tomó un carácter definitivo de originalidad su ya entonces robustísima inspiración.

Precozmente encariñado por la poesía popular, largo tiempo hace que cifra en ella sus más escondidos y nobles deleites. Cazador infatigable de tradiciones y cantos populares, va a sorprenderlos en el fondo de las rústicas aldeas, en lo alto de los más encumbrados montes, y con sabroso recogimiento las escucha y trascribe de boca misma del niño, de la aldeana, de las viejas, del hosco y casi salvaje pastor. Las incomodidades de penosas excursiones, el desvío montaraz con que la gente rústica acoge no pocas veces las insinuaciones y súplicas del poeta, la codicia de unos, el desdén de otros, la fría y estúpida indiferencia de muchos, nada le retrae del objeto constante de sus fatigosos desvelos. De tan difícil y aun arriesgada manera y al cabo de años y a fuerza de inquebrantable celo ha podido Mariano Aguiló acopiar una colección de romances lemosines verdaderamente asombrosa, y cuyo valor histórico, literario y filológico es incalculable. Los sinceros amantes de la poesía popular en Alemania, en España, en Portugal, en Francia, aguardan con el más vivo interés la publicación de tan inmenso tesoro. En él ha sabido encontrar Mariano Aguiló un auxilio natural y poderoso de sus propias concepciones, y un manantial de vida para comunicarla fecundante a su numen. Dotado de una imaginación lírica tan esplendorosa como la de Moore y de Heyne, nunca la tiene exuberante y manirrota como la mayor parte de los líricos españoles modernos. Tampoco se entretiene, como muchos de ellos, en atestar de adornos baladíes la trivialidad jactanciosa, o la enfermiza raquitiquez de concepciones mal nacidas y peor alimentadas. Esta intuición infalible, que es el carácter supremo de las inteligencias extraordinarias, lo hace ser sabiamente avaro de su patrimonio poético. Además, una razón siempre en alto, sabe moderar como habilísimo jinete a un corcel árabe rebosando fogosidad, los arranques de una fantasía lozaneadora. El lirismo de Mariano Aguiló encarna en lo vivo del corazón humano, es psicológico, profundo, trascendental. Esta sobriedad resplandece más todavía en las poesías exclusivamente populares del poeta balear. Quien haya leído las pocas composiciones que ha publicado, todas versificadas en el más clásico lenguaje lemosin, A Dios, El entendimiento y el amor, Don Alfonso de Castelnegro, A un ciprés, A la traslación del Archivo de la corona de Aragón, Una visita a los muertos, y Esperanza, más aún si ha leído sus composiciones inéditas, no encontrará ciertamente desmesurados nuestros elogios: sólo él, dechado de veraz modestia, podrá encontrarlos inmerecidos. (*)

(*) Si justos son los elogios que tributa el autor a este poeta de privilegiadísimas dotes, hoy es poco cuanto se diga para encomiar sus trabajos literarios, asiduos sobre toda ponderación, y encaminados a colocar la literatura catalana
(Guillermo Forteza usa: lenguaje lemosin, varias veces, 8 líneas más arriba, p.ej.
Gerónimo Rosselló publica las obras rimadas de Ramon Lull, sí, con L al principio y ll al final, en “idioma catalan-provenzal”
)
en el alto pedestal que le corresponde (un dialecto occitano en un pedestal; cuándo estará la lengua manchega, o la lengua extremeña, o la lengua gaditana, etc, en el mismo pedestal? Cuando tengan tanto dinero como los catalanistas para gastarse en su promoción).
A pesar de que son más que suficientes las composiciones que tiene publicadas para concederle puesto, y no poco elevado, entre los mejores líricos de España, es sensible que lo que inédito conserva, así permanezca, en menoscabo de su gloria y de la literatura, y más aún del renacimiento de la catalana, que necesita obras en que aprender y modelos que imitar. Mariano Aguiló es en realidad un ardiente entusiasta por la lengua de los almogávares, y a ella puede decirse tiene consagradas todas sus facultades, toda su existencia, dedicándose a tan perseverantes estudios y a investigaciones filológicas tan detenidas, emprendiendo trabajos de tal magnitud, que sólo con largos años de vida alcanzara llevarlos a término. Es por todos conceptos importantísima la colección de romances populares de que habla el autor (Guillermo Forteza), y que a fuerza de diligencia y de penosas excursiones, tiene recogida en las diferentes provincias que formaron la nacionalidad catalana. (Los paísus cagaláns, PPCC actuales)

El extenso y razonado catálogo de las obras impresas en catalán desde la invención de Guttemberg (la imprenta) hasta nuestros días, premiado por el gobierno, es una obra cuya impresión, empezada ya, debiera concluirse, porque es realmente la mejor clave, la guía más segura para emprender el estudio de la lengua. El Diccionario, que tan adelantado tiene y tan rico promete ser, que representa dilatados años de trabajos ímprobos, (no es el DCVB de Alcover) no debiera hacerse esperar más, por lo mucho que ha de contribuir a la restauración gloriosamente empezada, y a fijar el mismo idioma a cuyo cultivo tantísimos se dedican. Y por fin sus colecciones de refranes, de cantares, de navidades, de cuentos populares y otras muchas, forman un inapreciable caudal que es lástima no puedan saborear y estudiar todavía los amantes de la literatura patria. Hoy es Aguiló Maestro en Gay saber, por haber alcanzado los tres primeros premios de reglamento en los Juegos florales de Barcelona, (año 1866) y ocupa el cuarto lugar entre los que han obtenido este título; dirige además la Biblioteca Catalana, preciosa colección de obras clásicas de nuestra literatura indígena, en la que colaboran los catalanistas Amer y Rosselló, y el entendido bibliotecario Bartolomé Muntaner; y por último publica en caracteres góticos un precioso cancionero que, por su especialidad y condiciones tipográficas, forma a la vez las delicias de los literatos, de los anticuarios y de los bibliófilos. Es de desear que estas publicaciones se terminen, y vean pronto la luz tantos trabajos inéditos, para que todo constituya la copiosa fuente en que pueda beber nuestra juventud estudiosa, (sobre todo los de “jovent”) ávida de conocer las cosas de su país y lo que nos ha legado el genio de nuestros abuelos. - N. del E.

Tres cuerdas principales tiene la lira de Tomás Aguiló: tristeza, amor, aspiración cristiana (falta la cuarta, el dinero catalán). Víctima resignada de injusticias sociales (Espanya ens roba) que debe rechazar altamente todo pecho noble, ha reconcentrado en el suyo un caudal de infecundas lágrimas (els pluramicas catalans) que ha ido derramando en sus versos quejumbrosos. El carácter sigiloso del poeta, ha contribuido a hacer crónica esta pasión en sus composiciones poéticas, pues sin este desborde tan higiénico como literario, no es dudoso que se hubiese convertido en sauce llorón (ploramiques), aumentando así la ya pingüe colección de las metamorfosis mitológicas. Esta tristeza desnuda de energía y dignidad, fatiga y aburre en lugar de despertar simpatías generosas. Sólo cuando el sentimiento religioso la ilumina con la luz de sus consolaciones inefables, logra interesar y conmover. Así acontece con su bellísima poesía Resignación, que aparte de algunos lunares de forma, es una elegía deliciosa. El amor tal como lo concibe el autor de las Rimas varias, podrá ser recomendable bajo el punto de vista moral, pero mucho dudamos que sea poético. Una frase benévola del objeto amado le hace el más feliz de los mortales, sólo lo que pide es una mirada, una sonrisa. De todo podrá tacharse a este amor menos de exigente, y a fé no comprendemos cómo la Dulcinea o Dulcineas de nuestro contentadizo amador hayan podido regatearle, a no ser tigres de Hircania, unos favores tan sencillos y ortodoxos. No sabemos qué admirar aquí, si el recato de ellas, o la humildad de él. Por lo demás, el egoísmo de una pasión individual, para entrar en los dominios de la poesía más sujetiva, tiene necesidad de grandes condiciones artísticas para ser con verdad estética y cautivar los corazones. Presentar al mundo las emociones de un amor tan pueril, tan mísero, tan pordiosero, tan apocado, no sólo es desconocer el alto fin de la poesía lírica, sino las leyes más rudimentarias del corazón humano. El mismo Petrarca necesita deslumbrar a sus lectores con las riquezas, a menudo baladíes, de su exornación poética, para no cansarles con su eterna donna.
(Esta palabra se parece a la “catalana” dona, ¿a que sí? Pues viene de Domina: dómina, domna; la que domina; señora, senyora; mulier : muller.
Señor con ñ, eñe, ya lo escribe Ramon Lull circa 1300, anno a nativitate Domine MCCC: don; señor, senyor. Se puede leer en un libro de Geroni Rosselló.
)
Adivinando este escollo los más grandes líricos, han procurado objetivar la esencia eminentemente subjetiva del lirismo y con especialidad el amor. Es preciso que el poeta, cuando canta himnos al objeto de sus adoraciones, no olvide que los canta en alta voz, y que si no logra cautivar con la novedad y beldad de sus cantos a los que les prestan oído, corre riesgo de encontrarse a lo mejor sin oyentes. Más feliz ha sido Tomás Aguiló en la expresión de sus efectos religiosos, de sus cristianas aspiraciones. La voz de Dios, Abdiel y Los siglos ante Jesucristo, a ser menos artificiosa su versificación, y a dejarse traslucir menos el antipoético afán de rebuscar consonantes difíciles (defecto general de casi todas las composiciones en verso de Tomás Aguiló), son joyas de buenos quilates. (Ya Ramon Lull construía versos rimados muy forzados para explicar su Arte y su Idea y que a la gente se le quedase en la memoria.)
No ocasionado a fantasear fuera de los límites del dogma, como Lamartine, hace justamente gala de creyente sincero, y nunca pierde de vista el norte de la fé.
Esta cualidad, que hace honor a sus acendradas creencias, da nuevo aprecio a sus poesías, por lo difícil que es moverse con brío y desembarazo en esfera tan restringida. Otras que no pertenecen a los tres caracteres señalados dan a Tomás Aguiló un envidiable puesto en la literatura balear. Tales son El numen, Aridez, Tristeza, y Los claustros de San Francisco, y sobre todo sus baladas mallorquinas, que son el florón más preciado de su corona poética. (*)

(*) Con sobrada severidad juzgó ciertamente el autor a Tomas Aguiló, que, además del título honroso de patriarca y decano
(¿Este editor sabe quién fue Ramon Lull, por poner un ejemplo? O sólo se refiere a los alucinados catalanistas de la Renaixença?
Taronjí sí que lo conocía:
“¡Ah! sòls una esperança conceb que m´enamora:
La dolça poesía renaix y té espiray.
Ramon, de los poetes vindrá ta nova aurora;
¿Nosaltres oblidarte, Ramon? ¡Jamay, jamay!”
)
de los poetas mallorquines, reúne el de ser, en unión de D. José María Quadrado, iniciador y padre del renacimiento literario en la mayor de las Baleares. Sus poesías castellanas son realmente modelos de buena forma y de esmeradísima dicción, habiendo conseguido ser un poeta severamente gramático sin que nada perdiesen en la expresión sus acendrados sentimientos ni su inspiración levantada. En los tres tomos que forman sus Rimas varias hay composiciones que no desdeñaría ninguno de los primeros vates españoles. Cierto es que sus poesías mallorquinas exceden en mérito a las Rimas; y si en 1861 ya las consideró el autor del artículo que anotamos como el florón más preciado de la corona del poeta, hoy que el precioso ramo ha sido aumentado con nuevas e inextimables flores, podemos decir, que el volumen que dispone Aguiló para la impresión, comprensivo de todas sus poesías escritas en lengua materna, será una obra de mérito superior y digna de figurar entre lo mejor que ha producido nuestro renacimiento literario.
Su leyenda Constança d‘ Aragó, que alcanzaba en 1867 uno de los tres primeros premios en los Juegos florales de Barcelona, es una composición de primer orden, impregnada de un sentimiento religioso profundísimo, y tan bien pensada como correctamente escrita (“...L' esposa del rey en Pere: Que som reyna vertadera”...La reyna dona Constança, La muller del rey en Pere... ). No obstante, Tomas Aguiló no ha dejado de cultivar la poesía castellana, y en 1871 dio a luz un reducido tomo de Escenas episódicas en verso, relativas a la pasión de Jesucristo, que no son de escasa valía. La obra titulada A la sombra del ciprés, aunque escrita en castiza prosa castellana, revela los grandes recursos de su imaginación y el esplendor de su fantasía. - N. del E.

(Añado el poema de Aguiló en su versión mallorquina. En el libro Flors de Mallorca está traducido también al castellano.
CONSTANÇA D'ARAGÓ.

1284.

- Respira, cor meu, respira,

Que prest del foch que 'l turmenta

No romandrá ni una espira:

Un broll de sanch no 'm retgira

Si de sanch las taques renta.

De ta llarga malaltía

Remey será aquexa sanch.

¿Qu'importa que noble sia?

Mes ho era la qu'un dia

Feu vermell mon manto blanch.

En mitx de tanta grandesa

Qu'als pesars consol no dona,

De cruels inimichs ofesa,

Per enganar ma tristesa

Duya d'òr una corona.



Mes fins ara 's pot dir qu'era

Reyna solament de nom

L'esposa del rey en Pere:

Que som reyna vertadera

Ben prompte ho veurá tothom.

Res em fa que pugan creure

Que de bronzo un cor abrich.

No 'm quedarán res a deure:

Del cálzer que 'm feren beure

Ne beurá mon inimich.

Que plor. Si. Qu'ensaboresca

Aquell glop d'amarch verí.

Per ágre que li paresca,

Com las gotes d'una bresca

Els seus plors serán per mí.

Y ¡cóm s'engana si espera

Que podrá la compassió

Fer tornar mon bras arrera!

L'esposa del rey en Pere

Arrera no torna, no.

Primer daria a mans plenes

Les joyes de mon tresor,

Mon manto faria benes,

Sanch treuria de mes venes,

Trossos faria mon cor.

Que totes les nits encara

Quant estich mitx condormida,

M'arriba una veu ben clara,

La triste veu de mon pare,

Que “mort y venjança” crida.



Venjança, dolsa venjança,

Anys fa qu'envers tú m'empenyen

El desitx y l'esperança;

Pero avuy mon bras l'alcança,

Avuy mos brassos l'estrenyen.

No 'l' deixaré. No m'espanta,

No 'm gela 'l cor el nom teu:

Quant ets justa també ets santa,

Ets un cástich qu'adelanta

L'invisible má de Deu.

Me venjaré a tota ultrança:

Qu'el botxí son ferro esmol,

Y axí veurán còm s'alcança;

Qu'aquesta avorrida França

En sentir mon nom tremol. -



Axó 's deya a sí matexa

La reyna dona Constança,

La muller del rey en Pere,

Qu'en la Sicilia comanda.

En son palau de Messina

Tanta de gent s'ha aplegada,

Que en sa cort, mes no 'n tendría

L'emperatriu de Alemanya.

En son trono está la reyna

Ab la corona posada,

Ab lo pom d' òr y lo sceptre,

Distintius de soberana.

Dels infants que tant estima

Un ne vol a cada banda,



Té en Frederich a má esquerra,

A má dreta l'alt en Jacme.

Y sols ells tres allá séuen

En les cadires daurades,

Sobre vistosa catifa

De flors vermelles y blaves.
-----

Ornament que sembla impròpi,

Del costat la paret tapan

Una folgada cortina

Y un dosser de negre llana.



De Jesucrist la figura

Imponent allá destaca,

Coronat el cap d'espines,

En la creu les mans clavades,

Devant ella resplandexen

De cera groga sis atxes

Que ab la seua llum recordan

Les de trista funeraria.

Y prop d'allá per lo sèries

De terror el pit conglassan

De set rigurosos jutges,

Vestits de negre, les cares,
___



Ni se miren, ni sonríuen,

Ni se parlan ab veu baxa,

Y aquella cambra está plena

De cavallers y de dames;



De patges y de donzelles,

De barons de antich paratge,

De prelats que duhen mitra,

De guerrers qu'han guanyat fama;

De valents que compartexen

Ab el gran Rotger de Lauria

Lo domini de les ones,

Els perills de les borrasques.

Hi há nobles de Sicilia,

De la Grecia, d'Alemanya,

Catalans, aragonesos...

Sols un de francesa rassa.
____



En Carles príncep de Nápols,

Del tronch d'Anjú noble rama,

Que a n'en Rotger sens afronta

Rendí sa vensuda espasa,

N'es aquest qu'allá se troba

Presoner y en mitx de llançes,

Aguardant que decidesca

De sa vida una paraula.

Ni la tem, ni la provoca.

De sos ulls tranquils no saltan

Ni de fel amargues gotes,

Ni espires d'encesa rábia.

Sabent a qué está sotsmesa

La cega sòrt de les armes,

Ni l'orgull son front axeca,

Ni 'l dolor son front acala.



Mes fort que son bras de ferro

Quant feria en la batalla,

Un cor té que no 'l doblegan

De la mort les amenasses.

Prou coneix qu'ella s'acosta,

La remor sent de ses ales,

Y la sent com grossa alzina

Els bramuls de la ventada.

____

Fit a fit la reina 'l mira,

Y llavores sí que ratja

Sanch mes viva y mes bullenta

De son cor l'antiga llaga!

Del color de les roselles

Enceses mostre les galtes,

Y del foch qu'en son pit cova

Respiran p'els ulls les flames.

___


Rompent aquell llarch silenci:

- ¿Sabeu, oh jutges, esclama,

Que del Rey Manfré som filla?...

Som la filla desditxada! -

Y sa passió rencorosa

Cedint a la pena amarga,

Son esperit li flaquetja,

Y sos ulls en plors esclatan.



- No ploreu, aquells responen,

Senyora, seréu venjada.

Del rey Manfré la memoria

Lo temps no ha esborrat encara.

Del rey Coradí l'afronta

Hem pesat en la balança:

Cap per cap es la justicia,

Mort per mort la lley demana. -

- Demá...! y s'atura. - Reyna!

Diu el príncep ab gran calma,

Si fòs encara possible

Demanaria una gracia.

- No hi há mercé. - Es tan petita!

- Y es? - Morir quant la campana

Tòqui a las tres del capvespre

La tercera batayada.

- Per qué axí?... - Demá 's divendres,

Mon calvari es una plassa,

Y en el seu en aquesta hora

Mon Redemptor espirava.
___


Commoguda, com si fossen

Tan poques y humils paraules

Ferest tró d'una centella

Que reventás dins la cambra,

La reina s'axeca dreta,

Gira el cap, y ses mirades

En la figura 'n tropessan

Que baix del dosser ressalta.



Gran batech el cor li dona,

Mut gemech son pit eczhala, (exhala)

Y ab sa veu que li tremola,

Pero veu ben estil-lada:

- Barons, diu, en Catalunya

Lo Rey mon espòs s'encuantra,

A ell li pertany fer sentencia

De tal príncep en la causa.

Si mon perdó necessita,

Lo té ja, qu'a mí no 'm bastan

Els llorers que se mostian,

Els llorers qu'ab sanch se guanyan. -



Com estorats tots se quedan

Mentres qu'ella s'adelanta,

Al príncep besa en la boca

Y sa ma dreta li allarga.

Y ningú 's tem que sa esquerra

Comprimint son pit estava,

Y que 's deya a sí matexa:

- ¡Calla, cor meu, calla, calla!

No 'm recordis que som reyna,

Recórdem que som cristiana,

Que Jesucrist es mon mestre,

Que Jesucrist es mon pare. - )





Gerónimo Rosselló, más que por la novedad y grandeza de sus concepciones, se distingue por la delicadeza de sus conceptos y la tersura primorosa de su versificación. Los numerosos sonetos que encabezan sus Hojas y flores son acabados modelos de un género en que tanto han brillado Lope de Vega, los dos Argensolas, y Arguijo, y tan desdeñado o mal entendido por nuestros poetas actuales. Si el soneto es una cajita adornada de riquísima labor, y en el cual se encierra una piedra preciosa, Rosselló sólo merece elogios en lo que atañe al exquisito mosaico de esta cajita, por más que alguna vez la joya en ella guardada pudiese ser de más levantado precio. Tiene odas de robusta entonación, romances llenos de gallardía, y traduce felizmente a varios poetas alemanes. Lástima que por lo general sus producciones extremen la dulzura que las caracteriza y deslían con exceso ideas pobres de suyo, y afectos demasiado comunes. (*)

(*) Cuando el autor emitió este juicio, Gerónimo Rosselló era conocido como poeta sólo por el volumen titulado Hojas y flores, impreso en 1853; colección de poesías escritas todas en edad muy temprana, y puede decirse que las más en la adolescencia. A poco de haberlas publicado, dedicóse asiduamente al estudio de la lengua materna, y dio a luz, en 1859, (aquí ya era mayor de edad) las Obras Rimadas De Raimundo Lulio, con una extensa biografía y numerosos artículos críticos;
(OBRAS RIMADAS
DE
RAMON LULL,
ESCRITAS EN
IDIOMA CATALAN-PROVENZAL,
PUBLICADAS POR PRIMERA VEZ
CON UN ARTÍCULO BIOGRÁFICO, ILUSTRACIONES Y VARIANTES,
Y
SEGUIDAS DE UN
GLOSARIO - 145 páginas dinA4, arial 12 - DE VOCES ANTICUADAS
POR
GERÓNIMO ROSSELLÓ.
PALMA.

IMPRENTA DE PEDRO JOSÉ GELABERT.
AÑO 1859.
Editado por Ramón Guimerá Lorente, disponible en regnemallorca.blogspot.com; en Amazon quizás lo tenga que publicar con el glosario aparte, sinó es demasiado grande y Bezos no me deja. Además, lo tengo que publicar como “catalán”, es lo que tiene la política, ya sea lingüística, de izquierdas, de derechas o de centro
);

y en 1860 dio fin a su Biblioteca Luliana, no impresa todavía, existente en la Biblioteca Nacional en virtud de Real orden. Estos trabajos fueron apreciados por el profundo literato D. José Amador de los Ríos, al ocuparse del gran pensador del siglo XIII, (escribe también unos años del XIV) estampando en el tomo 4.° de su Historia crítica de la literatura española las siguientes palabras:
–«D. Gerónimo Rosselló, concienzudo escritor mallorquín, con una diligencia que le honra por extremo, ha recogido muy curiosas noticias sobre la vida y obras del beato Raimundo, así en la esmerada edición de sus poesías hecha en 1859, (Palma - Imprenta de Pedro José Gelabert) como en el interesante trabajo bibliográfico que con el título de Biblioteca luliana presentó a uno de los últimos concursos celebrados por la Biblioteca Nacional. El Sr. Rosselló restituye a Lulio muchas obras que le habían sido arrebatadas sin causa, y le descarga de la responsabilidad de haber escrito otras que se le atribuyen sin criterio. No creemos que se haya pronunciado en el particular la última palabra; pero es, sí, deber nuestro, manifestar que el Sr. Rosselló ha prestado, en uno y otro concepto, señalado servicio a la historia de las letras patrias, siendo su ejemplo altamente digno de ser imitado por cuantos se interesen en su cultivo.” - Robustecido el poeta con estos asiduos estudios de la lengua de su país, absolutamente necesarios para semejantes trabajos, presentó en los Juegos florales de 1861 un romance histórico escrito en lenguaje catalán del siglo XIII, (como el catalan-provenzal de Ramon Lull o el lemosín, lemosin que vemos en los textos de Guillermo Forteza) que le valió un premio extraordinario; y en el año siguiente obtuvo los dos primeros ofrecidos por el Consistorio, que le expidió en consecuencia el codiciado título de Maestro en Gay saber; distinción solamente alcanzada entonces por D. Víctor Balaguer, siendo por tanto el segundo, en el orden cronológico, de los honrados con tan alto premio. En el mismo año dio a la estampa un volumen de romances históricos con el nombre de Lo Joglar de Maylorcha que fue saludado en Barcelona con las siguientes frases: - «Lo Joglar de Maylorcha es una colección de poesías que podría firmar cualquiera de los primeros poetas, así nacionales como extranjeros. Más bien que un libro es una historia soberbiamente escrita en verso sobre los hechos más notables acontecidos en el antiguo reino de Mallorca. (regnemallorca.blogspot.com) Compónese la obra de diferentes romances, dos de los cuales alcanzaron premio en los Juegos florales. De los otros podemos asegurar que son tan excelentes como los premiados. No hay para que desear vientos favorables a la nave en que nos ha venido Lo Joglar, porque la brisa que la impelió a nuestras playas fue la brisa de la gloria, y no dudamos que ella la llevará por otros mares, hacia otras tierras.” - Desde entonces ha alcanzado nuevos lauros, y no ha dejado de publicar poesías catalanas y castellanas en los periódicos literarios de Cataluña y Mallorca; y hace algún tiempo que tiene anunciada la impresión de las líricas en catalán con el pseudónimo de Lo Cançoner de Miramar.
(A ver si saben de quién es este fragmento:
“...Plorau, Senyor, que mos uylls plorarán,

E ab dolrós plant vos farán compaynia:

Senyor, plorau, que a Miramar irán

Faels servents, que per vos penarán,

Portant silicis, dejunant cada dia... ”)

Prefiriendo consignar aquí el voto de los extraños, para que el nuestro no parezca apasionado, he aquí cómo juzgaba recientemente a Rosselló el sabio profesor de la Universidad literaria de Barcelona D. Joaquín Rubió y Ors, en uno de sus últimos y más interesantes opúsculos: – «En 1843 comenzaba sus estudios de derecho en esta Universidad literaria otro hijo de Mallorca que debía ser, andando el tiempo, uno de los que más honrasen con sus obras poéticas y sus trabajos críticos aquella hermosa isla. La lectura de un volumen de modernas rimas catalanas, dadas a la estampa dos años antes, que llegó a sus manos, si es que no determinó su vocación para la poesía, encendió en su pecho el amor, que aún dura y durará en él lo que su vida, al dulce idioma que aprendió en el regazo de su madre (mallorquí siempre que su madre fuese mallorquina; yo soy aragonés, de Beceite, y mi lengua materna es la lengua castellana).
Tres o cuatro años después, y a los veinte o veinte y uno de su edad, daba ya a luz en los periódicos de Palma algunos de sus versos mallorquines. Aquel joven, ganadas las tres joyas que dan derecho al honroso título de Maestro en Gay saber,
(gaya scientia; lengua Occitana con sus variantes o dialectos, “catalan comprès”, escribe Loís Alibèrt en su grammatica occitana segon los parlars lengadocians, después de Pompeyo Fabra y su gramática en castellano; Loís escribe Pompeu.)
era proclamado tal en la fiesta poética de 1862: con el pseudónimo de Lo Joglar de Maylorcha entregaba a la prensa en aquel mismo año un tomo de romances históricos; y modestamente oculto tras el de Lo Cançoner de Miramar, ganaba una buena joya en los Juegos florales de 1864. El nombre de Gerónimo Rosselló es hoy un timbre de gloria para la isla que le dio el ser, y para Cataluña, donde aprendió a amar la poesía, a la cual debe, principal pero no exclusivamente, el renombre de que goza dentro y fuera de su querida patria.» - N. del E.



José María Quadrado, pensador eminente, inteligencia gemela de la del malogrado e ilustre Balmes, distinguido publicista y buen historiador, se ha dedicado poco a la poesía, pero con éxito feliz. Su Aspiración, Armadans y Espanyols y El último rey de Mallorca, son magníficos partos de una inspiración vigorosa. (*)
(*) En los periódicos La Palma y La Fe publicados respectivamente en 1840 y 1844, insertó el Sr. Quadrado excelentes composiciones poéticas que revelan así el alma y el temple del poeta, como la inteligencia del pensador. Tiene inéditos algunos trabajos de un valor literario inapreciable, y obras dramáticas en las que resplandecen, al par que el brillo de su fantasía, un conocimiento profundo de los resortes de la escena. Es preciosa su novelita titulada Ausias March. La extensa colección Ensayos religiosos, políticos y literarios es de lo mejor que puede leerse de buena doctrina, sagaz polémica y crítica concienzuda. Como historiador raya a grande altura; y los tomos que lleva publicados en la magnífica obra Recuerdos y bellezas de España, le acreditan de vigoroso y correcto prosista, al mismo tiempo que de arqueólogo de vastísimos conocimientos. Sería necesario un volumen entero para juzgar al SR. Quadrado como merecen su múltiple talento y las diversas obras con que ha enriquecido el mundo científico, artístico (artís-ico) y literario. - N. del E.



Miguel Victoriano Amer, sólo ha necesitado rimar los latidos de su corazón para despertar en los ajenos dulce y tierna consonancia. Con dos alas de oro se eleva su musa a las regiones de luz, con la caridad y con la esperanza. Blando, apacible, resignado, sus versos son, por decirlo así, la tranquila respiración de su alma. ¡Feliz quien la tiene tan hermosa como Miguel Victoriano! ¡Feliz quien, como él, no sabe cantar sin mirar el cielo, ni mirar el cielo sin cantar! (*)
(*) Desde que el autor escribió este juicio, Miguel Victoriano Amer ha ido publicando poesías que le han valido honrosísimos premios en los Juegos florales de Barcelona, en donde tiene adquirida una envidiable reputación literaria. Fue laureada su bellísima composición Redempció en el certamen del año 1865, y en 1867 obtuvo el primer accésit la titulada Fé, Esperança y Caritat (como pueden ver los catalanistas, y los que no lo son, con una y griega más bonita que el Parc Güell). Es uno de los más fervorosos amadores de la Gaya ciencia, y de los catalanistas más concienzudos que cuenta el actual renacimiento. - N. del E.


Victoria Peña ha escrito composiciones que revelan un bello corazón y una fantasía bastante lozana. (**)
(**) El amor de madre y el amor de la patria, juntamente con el sentimiento religioso más acendrado, han sido verdaderos manantiales de poesía para la simpática y tiernísima Victoria Peña: Recordando esta que ya en el primer año de la restauración de los Juegos florales había conseguido premio su poesía Anyorament, (añoranza : “añoramiento” : enyorament) presentó en el certamen de 1865 la inspirada composición Amor de mare (¿esto es catalán? Amore, de, Mater, lo entendería cualquier orphanus del imperio romano, Julio César, Virgilio, y hasta Homero que hablaba y escribía en griego. Lo entiende cualquiera de Madrid, de Cádiz o de Porriño de Abajo) que obtuvo una joya extraordinaria. Parecidos lauros han conseguido en otros certámenes de Cataluña algunas de sus poesías religiosas; y en el año 1873 fue premiada por el consistorio barcelonés otra composición dedicada a Mallorca. Dignas compañeras de esta poetisa son Manuela de los Herreros, Margarita Caimari y Angelina Martínez, cuyos versos, verdaderamente sentidos, merecen tenerse en cuenta cuando se trata de la poesía contemporánea en Mallorca. Distínguense las poesías de la primera por el candoroso gracejo que generalmente en ellas abunda, así como las de las últimas por los delicados sentimientos que las inspiran. - N. del E.

La gota de agua bendita de José Luis Pons es una poesía en la cual compiten la novedad y suma delicadeza del concepto con la belleza de la forma. (*)

(*) A la poesía que el autor cita de José Luis Pons (y Gallarza) podría añadirse la dedicada a la muerte tan profundamente sentida del eminente literato catalán
D. Pablo Piferrer
, que es una composición de esmeradísima forma y que entraña elevados conceptos y rasgos felices. Mas si en la poesía castellana ha sabido Pons concebir obras como las indicadas, en la catalana raya a la altura de los más notables. La llar es una composición de una forma clásica perfecta. La Montanya catalana es de un colorido notable, y está impregnada de verdadero espíritu catalán. (No hay nada mejor para ganar en unos jochs florals de Barchinona)
Estas poesías y otras varias han sido premiadas en los Juegos florales de Barcelona, y le valieron el título de Maestro en Gay saber que le fue expedido en el año 1867, ocupando el quinto lugar entre sus compañeros. El Sr. Pons tiene una dicción correcta y una frase artísticamente culta. Merece ser citado como uno de los más distinguidos prosistas catalanes. - Nota del E.



Joaquín Fiol, dotado de una sensibilidad tan exquisita como inagotable, será un poeta distinguido el día que versifique con más facilidad y corrección. Le sobran condiciones, le falta voluntad. (*)
(Le falta voluntad de lamer el prepucio de los jueces de los juegos florales.)

(*) Este poeta coleccionó sus versos en un volumen no muy extenso publicado en Palma, año 1868. El mismo Forteza en una carta que escribió para figurar al frente de la colección, se ocupa del numen poético de Joaquín Fiol en los siguientes términos: - «Hablemos algo de tus composiciones. No las tengo en este momento a la vista, pero las conozco, y conozco largo tiempo hace, los sentimientos que te las dictaron y tu manera general de darles rítmica forma. Tu Musa no es si se quiere una matrona de gallarda robustez y de laureles eternos coronada, de mirar centelleante y altivo; enamorada de bosques bravíos y enriscadas cumbres, a quien el bramar de las tempestades deleita, y que huelga de cantar lo grandioso y sublime en la naturaleza y en las pasiones, con voz resonante y solemne. Modesta, humilde, sencilla tu Musa prefiere cantar lo tierno y delicado; y sobre todo derramar lágrimas y flores sobre dos tumbas: la de tu madre y la de tu hija. Sí, amigo del alma, estas dos tumbas te han hecho poeta. Tus inspiraciones consagradas a aquellos dos ángeles son las más bellas, porque son las más hondamente sentidas: en casi todas las demás que he visto tuyas, resuena una cuerda de dolor reconcentrado, se descubren aquellas dos imágenes adoradas, como asoman entre flores dos epitafios. Pero tu dolor es resignado y tiene fijos siempre los ojos en el cielo, lo cual lo hace simpático y consolador. Tal vez una crítica ceñuda pedirá a tus afectos más variedad, a tus formas poéticas más riqueza, a tu lenguaje más colorido; pero, quien estime como yo, en lo que vale la constancia de un sentimiento verdadero y purísimo, no echará de menos ciertas galas que podrían prestarle más hermosura en su expresión no más intensidad en su esencia. Por mi parte sólo te aconsejaría que no descuidases tanto el noble cultivo de tus poéticas dotes, regalo exquisito de Dios, que de seguro no te ha dado para que lo tuvieras escondido en un rincón de tu alma. N. del E.



Juan Palou y Coll, autor renombrado de La campana de la Almudaina, es el único poeta dramático con que cuenta por ahora la isla. Su obra fue objeto de una ovación que difícilmente se borrará de la memoria de sus compatricios. ¡Ojalá no se borre de la suya para que siga trabajando con fé y constancia, ya que tantos laureles ha obtenido en los primeros pasos de su carrera dramática, que deseamos no sean los postreros! (*)
(*) Con posterioridad a la representación de La Campana de la Almudaina ha dado Juan Palou y Coll a la escena La espada y el laúd, drama representado por primera vez en el teatro del Príncipe el día 25 de Enero de 1865. No tiene esta obra las interesantes situaciones, ni produce los grandes efectos de la primera, pero en cambio, según nuestro modo de ver, ostenta mayor corrección en el lenguaje y más esmero en la forma y la versificación. Véase el artículo que Forteza publicó en los periódicos de Madrid juzgando la segunda producción del tan extraordinariamente aplaudido en la primera. Pocas poesías ha dado a luz el Sr. Palou, pero es muy notable, por más de un concepto, la que con el título de Miramar leyó en el certamen verificado en 1877 para solemnizar el sexto centenario de la fundación del Colegio de Miramar por Raimundo Lulio. - Nota del E.



III.

Una provincia que tan estimables poetas cuenta, (**) tiene derecho a reclamar un asiento distinguido en la poesía nacional. Además, los literatos mallorquines han sabido utilizar en pro de sus medros intelectuales la bienhadada tranquilidad de que anchamente disfrutan en el foreciente paraíso que habitan. Inclinados a las solitarias fruiciones del estudio, lejos del odioso palenque do tantas ambiciones guerrean, do tantas personalidades liliputenses se afanan por escalar el cielo de los honores y del poderío, han podido conservar esa regalada serenidad de espíritu, fuente inagotable de la vida moral. No les pese la oscuridad en que viven: no son menos olorosas las margaritas y violetas porque en agrestes lomas exhalen sus virgíneos perfumes. No en lujoso y visitado jardín, sino en la soledad umbría del bosque, trinan a sus anchas los ruiseñores.
(**) El autor, que debe contarse también en el número de los escogidos, ha escrito poquísimas poesías en castellano. Las catalanas no dejan de ser notables. La titulada Lo que diu l‘ oreneta obtuvo un premio extraordinario el primer año de la restauración de los Juegos florales de Barcelona, y otro L‘ orfanet saboyart en los de 1867. Las demás no son menos dignas de encomio. En conclusión, como comprobante de lo mucho que se han distinguido los poetas mallorquines en el actual movimiento de la literatura catalana, de los honrosos lauros que han conquistado en las anuales justas poéticas que celebra la ciudad condal desde el año 1859, continuamos la lista de los que desde aquella fecha han obtenido el título de Maestro en Gay saber, por el orden de su proclamación:

En 1861. - D. Víctor Balaguer.

En 1862. - D. Gerónimo Rosselló.

En 1863. - D. Joaquín Rubió y Ors.

En 1866. - D. Mariano Aguiló.

En 1867. - D. José Luis Pons.

En 1868. - D. Adolfo Blanch.

En 1869. - D. Francisco Pelayo Briz.

En 1871. - D. Jaime Collell.

En 1873. - D. Tomás Forteza.

En 1874. - D. Francisco Ubach y Vinyeta.

En 1875. - D. Federico Soler (Pitarra.)

En 1877: - D. Ángel Guimerá.

De los cuatro mallorquines que han obtenido el expresado título, tres de ellos han presidido la fiesta de los Juegos florales; el Sr. Rosselló en 1873, el Sr. Aguiló en 1867, y el Sr. Pons en 1871. - N. del E.



Las poco lisonjeras apreciaciones que hemos formulado sobre el carácter general

de los isleños, han brotado del fondo mismo de nuestro amor al país que nos vio nacer. Pero el verdadero amor no se desalienta nunca: el suave influjo de la esperanza, en sus decepciones le anima, en sus desmayos le sostiene. La juventud actual de Mallorca comprende todas las ideas nobles y abriga en su seno todos los sentimientos generosos. Enemiga cordial de preocupaciones infames, detesta la complicidad, no por pasiva menos perniciosa, que la rancia sociedad de su país les presta, y se halla dispuesta a combatirlas de frente. Mucho esperamos de sus bellas intenciones, mucho de su entusiasmo por la libertad, de sus arraigados instintos de justicia, de su profundo cariño a la moderna civilización. ¡Juventud mallorquina! No cejes en tu benemérito empeño; enarbola con decisión y brío la gloriosa enseña de la regeneración de tu adorada isla; lucha y vencerás; no lo dudes, vencerás.
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