LA TORRE DEL MISTÈRI.
(Á n'en Joseph Coll y Vehí.)
N'es bella, bella la verge
De qui estich enamorat,
La qui mon còr idolatra,
La qui es causa de mont plant. (este mont : mon, com veém mes aball, mon còr)
De lo mòn d'hont jo venia
Dols recòrt ne vaig portar;
Lo recòrt de sa llum clara,
Sa llum que cercant ne vaig.
Y mon còr tant la desitja,
L'esperit l'adora tant,
Qu'en suspiran d'anyorança,
Cansats de
pelegrinar.
Jo no sè si fou deliri,
Jo no sè si fou somiant,
Que la vaig trobar un dia,
Lluny, ben lluny de la ciutat.
Cansat del camí n'estava,
Del camí d'un arenal,
De las pujadas dels colls,
De las baixadas als valls.
Jo 'm trobí dins un boscatge,
Aprés del boscatge el mar,
Al mitj de la mar una illa,
Al mitj de l'illa un penyal.
Sobre el penyal una torre
Que ne tè el portal tancat;
La verge al pèu de la torre
Tota vestida de blanch.
¡Qué n'era de santa y noble
La espressió de son semblant!
¡Qué n'era de etsisadora
De sos ulls la claredat!
Ab la nau de la constancia
Jo ne vaig passar la mar;
Ab lo foch de mos desitjs
M'asseguí en el sèu costat.
- ¡Oh reyna de la hermosura!
Senyora de mon pensar!
Mes que sceptres, mes qu'impèris
La téua mirada val!
¡Benhage, benhage l'astre
Que 'n lo sender me guiá!
Que me portá a ta presencia
Per qui tant he suspirat!
¿Qué vols, mon bè, perque sia
Perque sia ton esclau?
Perque begue la llum santa
De que n'estás claretjant?-
Ella ses castes pipelles
Abaixava a mon parlar;
e par que la llum del sol
Hi faltás a dins l'espay.
- ¡Oh, romeu, lo bon romeu,
Bè ne sias arribat!
¡Benhaje el desitj que 't porta!
¡Ben vingut ton còr amant!
Desitj es ardent y noble
Lo qui forsa t'ha donat
Per arribar a la penya
Hont lo meu tresor hi guard'.
Ja n'hauras la recompensa
Si l'esperit n'es constant,
Si dels plaers no 'n fas l'ídol,
Si no creus ton còrs de fanch.
Molts han dit que m'estimaven,
Y molts diuen que me cercan
Girant la espatla a ma fas.
Molts creuen trobar mon ombra
Seguint lo camí del mal,
Y altres que dins el no res
Feresta ne vaig errant.
Uns matar ma llum volrian,
Per lligar lo genre humá;
Altres cubrir ab mon vel
A la falsa llibertad.
Per l'injusticia m'invocan,
Y m'invocan per l'engany;
Altres lluny d'ells me desterran
Per no fer ma voluntat.
Que som freda y trista, diuen,
Que las ilusions los mat',
Que los priv' de l'esperança,
Que los umpl' de enuigs mortals;
Y entelar lo spill intentan
De la impudicia ab lo baf,
Lo espill hont l'Etern se mira
É hi mostra sa magestad.
Ay! qu'en son de fòlls los homens!
Ay! que n'estan d'ubriachs!
¡Cullir la flor qui 's mostía,
Y lo perfum olvidar!
¡Oh, romeu, lo bon romeu!
¡Oh, romeu ben arribat!
Puis a mon palau vingueres,
Jo te vull donar la má.
Si mon nòm t'ha de ser dòls,
Jo ne som La Veritat;
Lluny de matar l'esperança,
Jo ne só el manantial.
De lo sentiment qu'inspiro
La dolsor coneixerás,
Lo plaër íntim que donan
De ma eterna llum los raigs.
En l'enteniment de l'home,
Quant Dèu l'univers creá,
D'aquesta llum misteriosa
Una espurna hi va posar:
Mes, infla al hom tant l'orgull,
Y son còr n'es tan ingrat,
Que el present divì rebutja
Per anar, cech, palpejant.
¡Oh, romeu, lo bon romeu!
Aguayta desde aquí dalt;
Escampa l'esguart, escampa'l
Per los camps mes dilatats.
¿Quín plaër mes sant no dòna
Est aire pur respirar,
De tantes passions humanes
Contemplar les tempestats?
Y veure, ab lo front seré
Y ab santa tranquilidat,
Les opinions mentideres
Del home orgullós y va?
Si tú me tens per amiga,
Si tú me vols tant amar,
La ventura que jo 't done
La del cèl t'assemblará.
- Oh, hermosa, la mes hermosa!
Reyna de ma voluntat!
Umpl'a tos peus mes potencies
De la llum de ton esguard.
Anys ja fá que, trist romeu,
Ple de amor te vaig cercant;
Y t'he cridada ab mes llágrimes
Y ab lo foch en que m'abrás.
Jo tench sed de la aygua pura
De la vena de crestall
Que de dins les esmeraldes
Veig brollar en el penyal.
Jo vull beure, jo vull beure
De la ciencia en lo raudal,
Y de nostre amor en prova,
Vull que 'm dones lo bes sant.
Jo vull tota possehirte,
Y viure en ta santa pau;
Que 'm dones tot el tresor,
El tresor que tens guardat. -
Ella 'm sonreya amorosa,
Plena de dolsa humildat,
Y de son còll la clau mística
Li prenguí tot tremolant.
De la Torre del mistèri
M'acostava en el portal,
La porta n'era de màrbre,
Un xipré a cada costat.
A damunt, damunt lo marbre,
Estava escrit: - Aquí jau...-
Jo llegia, jo llegia...
Lo demés estava en blanch.
- Atúret, me diu la verge.
La porta no s'obrirá
Abans que ton nòm escrigues
Sobre lo márbre sagrat.
Jo prenguí la santa ploma,
Y vaig escriurer abaix
De Aquí jau “LO CANÇONER,
CANÇONER DE MIRAMAR.”
Llavòrs de la trista porta
Jo ne vaig rodar la clau,
Y s'obrí de pint en ampla,
Davant mos ulls esglayats.
La cambreta de la torre
No era rica, no era gran;
Era fosca y era baixa,
Son trispòl era gelat.
Hi havia una caixa en terra;
Jo espantat la vaig mirar;
Era negra y buyda estava,
Y la verge 'm digué; - Jau! -
Dins ella me vaig estendre,
Y plorant vaig esclamar:
- ¿Aixó es ta santa promesa?
¿Axó 'm tenias guardat?
Los cuchs de la pols del còrs?
La fosca, el no res, el glas?
¿Y en tú de trobar havia
Lo fosser qu'obrís mon vas?
- Jo no som mes qu'una sombra
De la eterna Veritat
Que illumina el bon camí
Dels qui son los seus amants.
Óbri, romeu, la finestra
Que ne tens a l'altre part;
Y si del ver ne tens set,
Tot lo tresòr ne tendrás. -
Jo vaig obrir la finestra
Girantme a l'altre costat,
Y'm despertá la llum d'òr,
La llum de l'eternitat.
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LA TORRE DEL MISTERIO.
(A D. José Coll y Vehí.)
Bella, bellísima es la virgen que enamorado me tiene, la virgen que mi corazón idolatra, la que tantos suspiros y lágrimas logra arrancar a mi pecho.
El alma mia al bajar del astro de donde vino, trajo consigo un dulce recuerdo de su peregrina hermosura, de su lumbre clarísima que afanoso voy buscando.
Y es tan vivo en mí el deseo de aquella luz, mi espíritu le rinde tan fervoroso culto, que cansado de correr en pos de sus destellos, lloro por fin desconsolado el mal de la ausencia.
No sé si fue durante mis delirios, o en el dilatado campo de mis ensueños, que tuve un día la ventura de encontrar aquella virgen, lejos, muy lejos del tumulto de la ciudad.
Cansado estaba del largo camino de un arenal, cansado de las ásperas veredas de los montes, de las rápidas pendientes de los barrancos.
Por fin encuéntrome en la espesura de un bosque, tras del cual balancea la inmensa superficie del mar. En medio del mar columbro una isla, y en medio de la isla un altísimo peñasco.
Sobre la peña levántase una torre cuya puerta está cerrada, y al pie de la torre veo sentada la misteriosa virgen, envuelto su talle delicado en blanquísimo ropaje.
¡Cuán santa y noble era la espresion de su semblante! ¡cuán dulce y hechicera la claridad de sus divinos ojos!
Pasé animoso la mar, embarcado en la nave de la constancia; y con todo el ardor de mis deseos, amoroso y tierno sentéme a su lado.
- Oh, reina de la hermosura! dueña adorada de mis pensamientos! La dicha que infunde tu mirada vale más que todos los cetros e imperios del mundo!
¡Bienhaya, bienhaya el astro benéfico que me guió en mi camino y me condujo a tu presencia, dándome la felicidad porqué tanto he suspirado.
¿Qué exiges de mí, bien mío, paraque alcance la ventura de ser tu esclavo; paraque me sea dado beber los fulgores con que tanto resplandeces?-
Al oír ella mi acento, suave y modesta, inclinaba al suelo sus castas pupilas, y al verme privado de la luz de su mirada, parecíame que el sol faltaba en el espacio.
- Oh, romero, el buen romero! ¡bienvenido seas! ¡Bienhaya el fervoroso deseo que aquí te condujo! ¡Bienvenido sea tu amante corazón!
Ardiente y noble fue el anhelo que te dio valor y esfuerzo para llegar a ese peñasco donde guardo todos los tesoros de mi amor.
Si tu alma es pura y constante, si de los placeres mundanos no eres idólatra, si no atiendes a los impulsos de la carne que te envuelve, yo sabré recompensarte.
Muchos se dijeron mis amantes y mintieron como villanos; otros aseguran que andan buscándome y no hacen mas que volverme las espaldas.
Quienes esperan encontrarse con mi sombra andando por el camino del mal; quienes aseguran que vago errante y pavorosa en las tinieblas de la nada.
Unos quisieran apagar los resplandores de mi luz para mejor encadenar el género humano, e intentan otros cubrir con mi velo la falsa libertad que pregonan.
Invócanme paraque triunfe la injusticia e impere el engaño; y hay quien me destierra del mundo para dispensarse de obedecer la ley inflexible de mi voluntad.
Pregonan que soy fría y triste, que desvanezco todas sus ilusiones, que les vedo las dulzuras de la esperanza y que el alma les lleno de mortales angustias.
Y en su locura intentan, con el aliento de la impudencia, empanar el clarísimo espejo en donde se mira el Eterno, mostrándosenos con toda su majestad.
Ay! cuánta es la locura del hombre! ¡Y cómo le ciega la embriaguez de que está poseído!
¡Qué mal hace en cojer la flor que luego se marchita, para olvidarse de su purísima esencia!
¡ Oh, romero, el buen romero, bien venido seas! Pues llegar supiste intrépido a mi alcázar, yo quiero darte mi mano de esposa.
Si querido te ha de ser mi nombre, sabe que soy La Verdad. Lejos de agostar los goces de la esperanza, soy de ella el puro manantial.
Tú tendrás la dicha de saborear las dulzuras del sentimiento que inspiro, y el placer íntimo que envuelven los rayos de mi divina y eterna lumbre.
Cuando Dios creó de la nada el universo, puso en el entendimiento del hombre una chispa de esa luz misteriosa.
Mas, el ser humano va henchido de tanto orgullo, tanta es la ingratitud que se alberga en su corazón, que repudia el rico presente para ir a tientas y a ciegas por el mundo
¡Oh, romero, el buen romero! ven a asomarte a estas sublimes alturas; estiende, estiende tu vista por estos campos dilatados.
¡Qué placer tan íntimo, qué fruición tan santa respirar estas purísimas auras, y desde aquí contemplar las tempestades que las humanas pasiones levantan.
Y ver con serena frente y tranquilidad en el corazón, las opiniones mentirosas del hombre, hijas de su vanidad y necio orgullo!
Si tener me quieres por amiga, si tanto es el amor que te inspiro, yo te colmaré de una dicha tal, que te parecerá semejante a la que en el cielo te espera.
- ¡Oh, hermosa, la más hermosa! ¡Oh reina de mi alvedrío! Rendido a tus pies, dígnate verter en mis potencias la suave claridad de tus miradas.
Años hace que, triste peregrino y amador esforzado, te voy buscando por el orbe, y hete llamado con mis lágrimas y con todo el fuego que me devora.
Tengo sed de esa agua pura, de esa agua cristalina que veo brotar en la peña, entre el brillo hermosísimo de preciosas esmeraldas.
Quiero beber, sí, quiero beber en el raudal de la ciencia: quiero que me otorgues tu ósculo santo, en prueba del eterno amor que nos juramos.
Quiero poseerte toda, quiero vivir en la paz de tu regazo, quiero que me des todo el tesoro que aquí custodias. -
Ella me sonreía amorosa y llena de humildad y dulcedumbre; y entonces atrevíme, medroso y trémulo, a apoderarme de la mística llave que pendía de su cuello.
Me acerqué al umbral de La torre del misterio: de mármol era su puerta, y a cada lado levantaba un ciprés su fúnebre copa.
En el mármol se había escrito: - Aquí yace... -
Una y otra vez
leía estas fatídicas palabras: lo demás estaba en blanco
- Deténte! esclama la vírgen. Esta puerta no se abrirá, no, mientras en el sagrado mármol no escribas tu nombre. -
Tomé la pluma santa
fuertemente conmovido, y puse bajo las palabras Aquí yace...
“EL
CANCIONERO DE MIRAMAR”.
Entonces, haciendo un esfuerzo supremo, hice rodar la llave en la triste puerta y abrióse de par en par ante mis espantados ojos.
La estancia de la torre no era rica, ni tampoco espaciosa: era oscura, baja y estrecha; y frío su pavimiento (pavimento) como el hielo.
En tierra había una caja que me aterrorizó. Era negra, estaba vacía y señalándola melancólica la virgen, me dijo: - Yace! -
Esténdime (estendíme, estendime, extendime, me extendí) en ella y esclamé derramando abundantes lágrimas: - ¿Y esa es la promesa sagrada que me hiciste? ¿Eso es lo que tu amor me tenía reservado?
¿Los gusanos que esperan devorar las carnes de mi cuerpo? Las tinieblas, el hielo, la nada? ¿Y en ti había de encontrar al sepulturero que abriese la losa de mi tumba?
- Yo no soy mas que una sombra de la eterna Verdad, contestóme; de la verdad que ilumina el buen camino de los que son sus verdaderos amadores.
Abre, romero, la ventana que da a la otra parte; y si te aqueja la sed de lo verdadero, seránte de lo verdadero otorgados todos los tesoros. -
A la insinuante voz
de la virgen abrí la ventana, y al volverme al otro lado, despertóme
la luz de oro, la luz radiante de la eternidad.
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