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domingo, 17 de octubre de 2021

LA CAMPANA DE LA ALMUDAINA, DRAMA ORIGINAL DE DON JUAN PALOU Y COLL.

LA

CAMPANA DE LA ALMUDAINA,

DRAMA ORIGINAL DE

DON JUAN PALOU Y COLL.

I.

Isla dorada llaman a Mallorca sus naturales, y bien pudieran llamarla Isla de oro. Una sonrisa de Dios la hizo brotar llena de hermosura en medio de las aguas del Mediterráneo. La cobija con amor un cielo de azul claro, la orean aires puros y deleitables y sus entrañas dadivosas pagan con usura la solicitud del hombre.
En las cumbres de sus montañas altísimas crecen el romero, el boj, el tomillo, el lentisco, el brezo, el enebro y la alhucema, cual si quisiesen aromatizar de cerca el trono del Señor: más abajo se asientan y fortalecen espesos bosques de pinos y encinas; en las laderas los olivares hacen ostentación de su fruto bendecido, y en las faldas mil viñas, huertas y jardines lujosamente desplegan su pomposa ufanía. El marinero percibe desde lejos el olor suavísimo de los limoneros y naranjales que piadosas le traen las auras del mar. Corren por todas partes las aguas, ora sueltas y libres entre olmos y álamos blancos, ora aprisionadas en multitud de acequias toscas vestidas de yedra y musgo. El caserío de pueblos y aldeas, tan pronto se encarama desparramándose por los riscos y pendientes, cual bandada de palomas que hacen alto, como se ajunta y recoge en hondos valles a manera de ovejas que se apiñan a los gritos del pastor. El frecuente contraste que forman las magnificencias del cultivo con los horrores más sublimes de la naturaleza salvaje, da a los paisajes de la isla un carácter maravilloso de originalidad.
¿Qué mucho que trinen ruiseñores en un vergel tan floreciente y deleitoso?
¿Qué mucho que en tan poético país haya poetas de valía?

Rigurosa justicia es, y nada más, dar entre ellos el asiento de preferencia a uno de los restauradores más beneméritos del habla lemosina, Mariano Aguiló, que ha versificado siempre en este antiguo y glorioso idioma, en menoscabo de la extendida celebridad que merece, pero con singular provecho de sus propias concepciones. Digno rival, a veces, de Tomas Moore, deslumbra con la esplendidez de su fantasía exuberante, otras parece inspirado por la musa de Schiller; tal es la profunda intención de su lirismo y la magistral sobriedad que en sus baladas históricas y tradicionales resplandece. Quien haya leído Esperanza, Una visita a los muertos, El entendimiento y el amor, A un ciprés, A Dios, D. Alfonso de Castelnegro y las poquísimas composiciones poéticas que ha dado a luz aquel escritor, no encontrará ciertamente sobrado nuestro elogio. - José María Quadrado, que goza de indisputable nombradía en España como apologista católico, historiador y publicista, es entrañablemente patético en El último Rey de Mallorca, ideal y levantado en Aspiración, y revela gran fuerza dramática en Armadans y Españols. Los verdaderos amantes de las letras patrias deploran que ingenio de tanto valer no cultive la poesía con ahínco y constancia. - Tomás Aguiló, aleccionado tempranamente en la dura escuela del desengaño, toma por inspiración su quejumbroso aburrimiento y traduce en estrofas la flojedad y cansancio de su alma. Unas veces se entusiasma con las pueriles ilusiones de un amor petrarquista, otras imita con notable acierto, y no pocas se encumbra a muy altas esferas, circunstancia inconcebible en quien tiene a Renjifo por maestro. Paciente joyero del ritmo, infatigable buscón de consonantes difíciles y más disertador que poeta, ha sabido llorar con todas las reglas del arte y enardecerse sin soltar nunca las andaderas gramaticales. Debemos añadir, sin embargo, a fuer de justos, que algunas de sus Rimas varias y sus Baladas mallorquinas son joyas de subido quilate y felicísimas excepciones de la soñolienta monotonía que por lo general distingue sus composiciones. - Miguel Victoriano Amer no ha necesitado más que rimar los latidos de su corazón para encontrar en los ajenos dulce y tierna consonancia. Con dos alas de oro se eleva su musa a las regiones de luz; con la caridad y la esperanza. Sencillo, apacible, resignado, sus versos son, por decirlo así, la respiración tranquila de su alma. ¡Feliz quien la tiene tan hermosa con Miguel Victoriano! ¡Feliz quien, como él, no sabe cantar sin mirar el cielo, ni mirar el cielo sin cantar! - Las poesías de Gerónimo Rosselló se caracterizan por lo delicadas y primorosas. En sus Hojas y flores hay sonetos de admirable contextura, romances lindísimos, odas de robusta entonación y elegías llenas de sentimiento.
- Victoria Peña y Joaquín Fiol debieran dedicarse con empeño a la poesía. Dotada la una de bastante imaginación y de exquisita sensibilidad el otro, la modestia excesiva de sus pretensiones literarias les impide utilizar debidamente dotes de tan alto precio.

No hace mucho tiempo que el menos conocido de los poetas baleáricos era Don Juan Palou. Los celadores de la literatura mallorquina no se habían dignado extenderle pasaporte para el Parnaso. Su nombre era el de un simple mortal para aquellos semidioses. Ahora todos le conceden un puesto de honor en su olimpo. Ahora el deslumbrante resplandor de su gloria eclipsa las demás. Las nieblas del desdén y de la duda se han disipado. El drama de Palou se pasea triunfalmente por todos los teatros de España, con la tranquila seguridad del que ha hecho prisionera a la victoria. ¿Por qué La Campana de la Almudaina ha obtenido un éxito tan asombroso y universal?

Aparte de las dotes extraordinarias que lo avaloran, debe a circunstancias especialísimas la unanimidad, sin ejemplo, con que ha sido aplaudida. Para señalarlas no se necesita ser un fenómeno de sagacidad; basta conocer superficialmente los vicios radicales de que adolece la escuela dramática de más reciente boga (voga en el original) en el teatro español, y las necesidades estéticas que el público sentía cuando se puso en escena La Campana de la Almudaina.

El drama romántico se inauguró en España con una obra memorable que, siendo producto del espíritu más irresistible de imitación que en la literatura europea modernamente se ha enseñoreado, conserva un sello profundo de nacionalidad. Concepción tan original y grandiosa ha tenido una prole bastarda, en mengua de la escena española, nodriza de las demás en épocas de gloriosa recordación. Los mancomunados esfuerzos de la cultura social y del buen gusto lograron arrojar al crimen del teatro que cedió completamente el puesto al vicio cuya indulgente condición y dorado libertinaje le rodean siempre de simpatías. Más tarde, temeroso el drama de que su negra reputación la malquistase para siempre con la gente sesuda, determinó formalmente moralizar su conducta hasta entonces escandalosa, llevando a todo trance en la boca virtud y buena doctrina. Por fin, dando un paso más, ha lavado sus iniquidades con una confesión general en regla, ha entrado seriamente en negociaciones con Dios, y de sirena pecaminosa, se ha convertido en misionero apostólico.

Desde entonces su devoción edifica, fervor religioso le hace acreedor, en concepto de muchos, a la borla de doctor seráfico. ¡Oh milagros de la gracia! Algunos ascetas de quevedos y guante blanco, aspirando sin duda a los honores póstumos de la beatificación, ocupan nuestro teatro, y no está lejano el día en que veremos poner en escena Los diez mandamientos de la ley de Dios y Los cinco de la Iglesia, Los soliloquios de San Agustín, y El Flos Sanctorum por añadidura. ¿Y quién sabe si tendremos la fortuna de ver a la entrada de los teatros españoles una pila de agua bendita y de ganar, asistiendo a ellos, indulgencia plenaria?

Lejos, muy lejos estamos de ridiculizar la reacción saludable que ha sido la causa primordial de nuestro drama religioso; lo que conceptuamos absurdo es la forma

que actualmente se da a un impulso tan bello y regenerador. Cualidad esencial de las composiciones teatrales es la acción, no la oratoria. La moral debe brotar espontáneamente de la acción dramática, o mejor, flotar en ella como una celeste aureola. En las producciones a que aludimos acontece lo contrario. Su acción es nula o desaparece en un océano de disertaciones en verso asonantado, campanudas, huecas, interminables; y su moraleja o quod erat probandum, cuando no de falsa, peca de enojosamente trivial y se prepara, se anuncia, se discute, se motiva con impertinentísima minuciosidad. Por otra parte, ¿cuántas máximas heterodojas, cuántos desvaríos, cuántas blasfemias pueden escaparse a escritores de sospechosa piedad, cuya fé es puramente question d‘ argent, cuya bandera religiosa es una bandera mercantil!

Cansado el público español de no oír en el teatro más que sermones en romance destartalado, discreteo lírico, diálogos sempiternos y sentenciosas majaderías; mal hallado también desde mucho tiempo con las fechorías del melodrama que sólo acertaba a producirle ataques nerviosos; y sediento de verdaderas emociones, no pudo menos de acoger con frenético entusiasmo la obra de Palou que tan cumplidamente llenaba sus deseos. Acontecíale a este público, el más desorientado y acomodaticio de Europa, lo que a un catador que detesta tanto los licores azucarados y flojos que su mala estrella le depara, como las bebidas alcohólicas que sólo convienen a groseros y estragados paladares. El drama de Palou ha sido para él un vino generoso de exquisito sabor y fortaleza, igualmente distinto de los licorcillos ruines que despachan los flamantes evangelizadores del teatro, como de las repugnantes pociones melodramáticas.

Indicada esta circunstancia extrínseca que tan poderosamente ha contribuido al éxito extraordinario de La Campana de la Almudaina, examinemos ahora sus cualidades intrínsecas hasta donde alcance nuestro juicio inexperto y bisoño.

Palou, con no menos atrevimiento que fortuna, ha fundido en la producción que

nos ocupa, la historia, en el crisol de su poderosa fantasía, trasformándola a su antojo. Si tal ejemplo se generalizase, no sólo quedaría bruscamente anulado el drama histórico y rota la cadena de sus legitimas tradiciones, sino que popularizaríanse ideas falsas de las edades que fueron, acrecentándose más y más la desapoderada anarquía que reina en la actual escena española. Sin hablar de aquellos sublimes Ezequieles del arte, Shakespeare, Goëthe, Schiller y otros genios inmortales, cuyas creaciones son más verdaderas que la historia misma; Corneille, Racine y Voltaire que ajustaron sus concepciones imperecederas a principios convencionales y a una etiqueta dramática, ceremoniosa y glacial; Victorio Alfieri, que hizo cómplices a los tiempos pasados de su pasión demagógica у de su odio elocuente contra todas las tiranías; hasta los mismos melodramaturgos que han sido y son los falsificadores más descarados de la historia, nunca han variado radicalmente los sucesos ni creádolos a su sabor, por más que hayan desfigurado los caracteres que intentaban retratar. Palou, cuya alteza de juicio raya tan alto como su ilustración, no desconoce seguramente cuán perniciosa sería esta libertad, aunque con su drama la haya, en cierto modo, autorizado. Fútil de todo punto sería la excusa de que La Campana no lleva el título de drama histórico, pues, sabido es que: le nom ne fait rien a la chose.

En compensación de este defecto radical, la obra de Palou tiene un valor dramático a todas luces subido. Su cualidad predominante es aquella fuerza avara de sí misma que suele constituir el sello característico de la verdadera potencia intelectual. Tan genuina robustez artísticamente moderada por cierto instinto secreto y maravilloso, se armoniza en este drama con una delicadeza suave de sentir sobre manera exquisita. ¡Consorcio admirable que recuerda aquel panal de miel que encontró el más fuerte de los hebreos en la boca del león! En La Campana los caracteres se desarrollan con vigorosa espontaneidad, estalla el diálogo con reconcentrada energía, la palabra hierve sin soltar el freno a su expansivo impulso, y la acción camina con paso firme y seguro a su originalísimo desenlace. Imponderable es su mérito psicológico; si se atiende a la doble y complicada lucha que traban entre sí pasiones llevadas a su apogeo de exaltación y sentimientos intensísimos. Para aquilatar dote de tanta valía basta analizar ligeramente las dos grandes figuras fundamentales del drama: Doña Constanza y el gobernador Centellas. El carácter de la primera nos parece trazado con maestría y es sin duda uno de los más bellos que se han visto en la escena.

Hay un amor de amores inmenso, profundo, inagotable como las entrañas de la divina misericordia; esencia suya son la ternura y la fortaleza; lágrimas, abnegación y sacrificio perenne lo nutren, y también misteriosas venturas y alegrías inefables; todos los idiomas lo apellidan santo, y su símbolo inmortal está en el cielo.
¡Bendito sea el amor de madre! Este sentimiento llevado a su grado superlativo de tensión, señorea despóticamente el alma de la reina viuda. Su Jaime es a un tiempo para ella recuerdo vivo de su desventurado esposo y esperanza de la dinastía cuyas glorias y blasones cubre el luto con su gasa funeral. El ardiente deseo de contemplar a su hijo sentado algún día en el trono ensangrentado de sus mayores, infunde a Doña Constanza, sin igual heroísmo y bizarría, y da a su sentimiento maternal el portentoso alcance y tenacidad de la pasión. En este bellísimo carácter entran como elementos constitutivos su amor de madre, su orgullo de reina, su ambición de reina y de madre, y la ternura que siente por Isabel, hija adoptiva suya.

Centellas tiene el corazón labrado al fuego de una lealtad indomable. Pero el amor que le inspira una hija largos años buscada con afán, y cuyo inesperado encuentro coincide con el peligro terrible, inminente de perderla, si su lealtad no entra en vergonzosas capitulaciones, hace bambolear su berroqueño corazón con tremendas sacudidas. Por otra parte una irresistible simpatía mezclada de gratitud le atrae involuntariamente hacia Doña Constanza.

Esta, lucha a brazo partido con la voluntad del gobernador. Ora sagaz y astuta, ora radiante de centelladora energía, busca afanosamente en el corazón del aragonés la misma poderosa cuerda que en el suyo propio vibra, para socavar los cimientos de su constancia y poner su planta victoriosa sobre el cuello de su obstinada lealtad. ¡Qué sublime terror, cuando los dos llegan a tener pendientes las vidas de sus hijos idolatrados de la vibración de aquella campana cuya cuerda pasa alternativamente a sus manos crispadas!

El instinto de madre hace ver a Doña Constanza que, enardeciendo hasta el frenesí el cariño paternal de Centellas con la amenaza terrible de asesinarla él mismo si toca la campana, le vencerá sin remedio. Por esto da el golpe de gracia a la moribunda lealtad de Centellas gritando con voz aterradora:

¿No quieres? ¿No?

¡Pues bien, tocarela yo!
Movimiento de suprema exaltación, grito más de victoria que de lucha. Ninguna intención tiene de tocar aquella campana cuyo tañido llevaría la muerte al seno de su hijo. Lo único que quiere es acabar de una vez su triunfo haciendo estallar a pedazos el corazón de Centellas, bajo la presión de la más horrorosa angustia.

Sobre manera lógico nos parece este bellísimo carácter, circunstancia de incalculable mérito si se atiende a lo que suben en él de punto las pasiones que lo forman y animan. No brilla esta preciosa cualidad en el carácter de Centellas. ¿Cómo se comprende que este milagro de lealtad se crea irresponsable del crimen de traición que pesa sobre él en concepto de su soberano, por el abrazo de una hija que antes se conceptuaba capaz de sacrificar en el ara de su honor? Recuérdese aquel arranque salido del fondo de sus entrañas:

¡Si por azar

en ser traidor yo soñara,

la existencia me arrancara

por no volverlo a soñar.

::::::::::::::

Mas ved:

(Vuélvese de improviso y dice señalando el cuadro de mujer de la izquierda.)

Si ella respirara

y el fruto de nuestro amor,

en holocausto a mi honor,

conmigo las inmolara.

Estos rasgos, unidos a otros muchos, quedan desmentidos altamente con su conducta final. Por demás intenta justificarse con la frívola excusa formulada en estos versos:

Yo a mi rey no soy traidor:

¡mi rey es traidor a mí!
¿Qué noble de aquella época, en la que el monarca siempre tenía razón, hubiera juzgado la conducta de su soberano de potencia a potencia como lo hace el espejo de lealtad Centellas, que tan alto ha hecho sonar en el drama la suya?
Sentimos que haya escapado a la certera sagacidad de Palou, que, vista la frescura con que el gobernador se disculpa de lo que debía forzosamente ser en concepto suyo el mayor de los atentados posibles, las bellas expresiones con que blasona de su acrisolada fidelidad, se rebajaban al nivel de fanfarronadas. Los demás caracteres son de insignificante o nula importancia, menos el simpático Tornamira que en un sólo rasgo da a conocer su hidalga condición. Dice así: TORN. ¿Y le habéis curado? (a Centellas.)
CONST. ¡Sí! Y esta tarde a Palma torna.
TORN. ¿Y podrá reñir?

Qué hábito de sentir limpiamente, qué nobleza revela esta pregunta:
¿Y podrá reñir?

Un lirismo sobrio y de gran valía enaltece a La Campana. Recuérdese la admirable comparación del sol que dora las nubes que quieren tapar su luz, los versos en que pinta Doña Constanza el cariño que profesa a Isabel, y los ardorosos arranques de amor filial de Don Jaime.

Lunares nacidos de las mismas cualidades que en La Campana resplandecen, hacen resaltar con más viveza las perfecciones que la adornan. El lenguaje peca algunas veces de incorrecto y de poco castizo. La robustez y energía del estilo rayan a menudo en aspereza.

Palou ha pasado en un sólo día de la oscuridad a la luz, encontrándose de súbito frente a frente al sol de su gloria que ni aurora ha tenido. España ha saludado al joven dramaturgo con hurras de universal admiración y aplauso.
Mallorca, sacudiendo sus hábitos de vida material, ha dado el tierno espectáculo de una madre cariñosa que llorando de gozo ciñe las sienes de un hijo amado con la corona de laurel que le granjearon sus triunfos. Desde el fondo de nuestro corazón enviamos la enhorabuena más entrañable a la Isla dorada que tan hermosamente ha galardonado las fatigas de uno de sus hijos que más la honran!
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LA POESÍA CONTEMPORÁNEA EN MALLORCA.

LA POESÍA CONTEMPORÁNEA

EN MALLORCA. (*)


(*) El autor escribió este artículo en el año 1861; y si bien en aquella época los poetas que menciona lograron colocar su nombre en elevadísimo puesto, no habían dado a luz todavía las obras que después han robustecido su fama, extendiéndola muy merecida por el continente; ni los trabajos de la nueva pleyada (pléyade) con que se honra el país, enriquecían a la sazón el repertorio de la poesía balear.
Tomás Forteza, hoy Maestro en Gay saber, no dotaba aún la literatura indígena con ninguna de las composiciones que más tarde le han valido el honroso título que le expidiera el Consistorio de los Juegos florales de Barcelona. Dedicaba, sí, Antonio Frates con fruto sus ocios al cultivo de la poesía, pero sus versos, escritos por vía de pasatiempo, no pasaban al dominio público. Si Pedro de Alcántara Peña se distinguía por su perseverante afición a las letras, las justas literarias del principado catalán no le habían una y otra vez proclamado vencedor. Tampoco eran conocidas las robustas odas con que Gabriel Maura ha acreditado su rica y poderosa imaginación; ni daba a la estampa Bartolomé Ferrá (BARTOLOME FERRA en el original) sus donosas concepciones en un volumen que el pueblo saborea con avidez por el gracejo de su frase natural y gráfica y el vivo colorido de sus pinturas. De RAMON PICO, tan ventajosamente juzgado en Barcelona por sus poesías líricas, como aplaudido en el teatro catalán, no era sabido el nombre siquiera: y tantos jóvenes distinguidos como Juan Alcover, Miguel Zavaleta, Miguel Costa, José Tarongi (Taronjí en el libro editado por mí Lo trovador mallorquí), Gerónimo Forteza, Mateo Obrador, Juan Bautista Enseñat, Juan Luis Estelrich y otros, no tenían aún demostrado lo mucho que Mallorca puede esperar de su aplicación y de su talento (todo lo contrario a Gabriel Bibiloni). - Los más de los poetas de la isla han tomado una parte muy activa en el renacimiento de las letras catalanas, y con tan buena fortuna, que han compartido con los vates del principado los honores del triunfo, no sólo en los juegos florales, sino en los demás certámenes celebrados en Cataluña, cabiéndoles no poca gloria en la resurrección de la patria lengua.

(En los textos de Guillermo Forteza leemos varias veces lemosín, lemosin, lemosina. El catalán siempre fue un dialecto occitano, y para decir sí afirmativo usaban las variantes OCcitanas: hoc, oc, òc, och)

Creemos, pues, que si favorable es el juicio que formara nuestro autor, en 1861, de la poesía contemporánea en Mallorca, lo fuera doblemente hoy, que nuevos poetas de valía y nuevas obras de los ya entonces conocidos, colocan a la provincia entre las más aventajadas en literatura. Mas ya que nuestro malogrado autor, arrebatado tan prematuramente a su país, no ha podido adicionar este su artículo, como requería el incremento de la poesía en el suelo balear, véase siquiera lo que estampa el distinguido literato catalán D. Joaquín Rubió y Ors en uno de sus más notables trabajos sobre el renacimiento de las letras en Cataluña:
- De Mallorca, dice, cuyos hijos debían algunos años más tarde poner a tanta altura la bandera donde en campo rojo y amarillo ostentase la hermosísima divisa de nuestros juegos florales, nos llegaron los primeros y, por ser de fuera, más estimados refuerzos. A la manera que se cruzan en medio del ancho canal que los separa las miradas que parecen mútuamente dirigirse el elevado Puigmajor y el riscoso Montserrat, cruzáronse los cantos que allí exhalaban sus poetas con los acordes que de sus liras arrancaban los nuestros.” - En suma, para formarse una idea más cabal de lo que va apuntado, puede verse la colección titulada Flors de Mallorca, publicada en 1873 por Gerónimo Rosselló, que contiene la mayor parte de las poesías mallorquinas premiadas por el Consistorio barcelonés desde su institución, y notas biográficas de cada uno de los poetas que en ella figuran.
- N. del E.
(Gerónimo Rosselló también aparece como autor, poeta:
FLORS DE MALLORCA. POESÍES DE AUTORS VIVENTS, PREMIADES LES MES EN LOS JOCHS FLORALS DE BARCELONA. ESTAMPA DE PERE JOSEPH GELABERT. 1873. En esa época de Renaixença, la catalanización de estos autores baleares es bien tangible. También se propagó esta enfermedad nacionalista a otros autores españoles, y a los franceses del Felibrige, con Frederic Mistral como cabeza).


I.

Si espectáculos hay siempre antiguos y siempre nuevos que levanten el ánimo a la más soberana alteza del pensar y del sentir, que le hagan saltar las murallas del tiempo y espaciarse por las regiones del infinito, morada eternal de toda luz para el espíritu, de toda serenidad y contentamiento para el corazón; uno de ellos es, sin duda, el de la naturaleza no domeñada por la mano avasalladora del hombre. Lejos está la primera impresión que este espectáculo nos causa, de lisonjear nuestro orgullo, pues el alma, bajo la pesadumbre de una sublime y temerosa emoción, siente flaquear sus fuerzas, la conciencia de nuestra tiránica personalidad, suelta temblorosa el cetro de su señorío, y la materia frágil que nos aprisiona se anonada ante la inmensidad de la materia universal, gloriosa, triunfante. Pero la esencia divina del espíritu no le permite prolongar su homenaje a la materia, por ostentosa que se presente; la majestad perecedera de la naturaleza le rememora la suya inmortal, y ambas le avivan el seso para encaminarla derechamente al principio y fin de todo lo grande, al asiento de toda majestad. Entonces dos serafines purísimos toman sobre sus alas al serafín prisionero, la gratitud у el amor elevan al alma, y rotas las cadenas que a la vida real la sujetaban, pronto deja atrás a las alondras, a los cóndores, a las águilas caudales, piratas de los espacios y amigas del sol, y atravesando los mundos como flecha disparada, sólo se detiene a las plantas bendecidas del Hacedor supremo.

Uno de los países en donde puede a sus anchuras saborear el alma este linaje de fruiciones altísimas, es en la Isla de Mallorca, paraíso de sus naturales y admiración de cuantos la visitan. Bajo la sonrisa tutelar de un cielo trasparente, sonríe también al viajero esta ondina del Mediterráneo, atrayéndole ya desde lejos con sus virginales aromas y convidándole a gozar la apacibilidad de su clima, la hermosura de sus vergeles y regadíos y el accidentado panorama de sus paisajes. Enriscados montes la ciñen, sus cumbres enlazadas entre sí por los fraternales brazos de mil ondulosas colinas, ora dibujan la gentileza de sus azulados perfiles en el fondo de un azul más claro, ora envueltas en el misterio de nieblas plomizas, engañan el deseo de la impaciente mirada. Bosques y encinares las coronan, y sólo en las faldas se atreve el humildoso cultivo a desplegar el modesto lujo de sus almendros, la ufanía de sus viñedos, el fruto sacro de sus olivos, las estrellas de plata y las pomas (“Taronjí: Esclatar en esmelts de noves pomes.”) de oro de sus opulentos y codiciados naranjales (ver ses teronges en youtube, de Miguel Montero, y los poemas de Taronjí: Sóller “Ab los taronjerals enjogassada” y la mort dels taronjers: “Desde´ls horts de taronjes y de pomes).
El caserío trepa unas veces de loma en loma cual si afanoso buscase aires más puros y más pintorescas atalayas, otras se desbanda por las laderas, en vistoso desconcierto, como rebaño de ovejas asustadizas, o ya despeñándose se agrupa en hondos valles como familia bien avenida que no acierta a vivir separada.
(Al voltant d´un caseríu, A dins la vall recolzada... Joseph Taronjí, A la vila de Valldemossa.)

Si no conociésemos por experiencia propia lo mucho que el hábito amengua el hervor de nuestros más entrañables afectos y el alcance de nuestras más vivas sensaciones, imposible nos fuera comprender como el perenne aspecto de una naturaleza llena de original y salvaje poesía, no ha infundido en el carácter general de los mallorquines algo del tinte poético que avalora las bellísimas tradiciones de sus montañas y aldeas, el ritmo fundamental de sus cantos populares llenos de grave o tierna melancolía y no escasa parte de sus costumbres. La imaginación popular de estos bienhadados isleños, lejos de brillar por la exuberante fecundidad y volubilidad chispeante de otros países meridionales, parece siempre contrapesada por el lastre de una reflexión instintiva y de un cariño nada platónico a la vida material en el círculo angosto en que acostumbran concebirla y practicarla. Medianamente inclinados a idealizar la realidad, cifran (Cifre es apellido corriente en ses illes, como el de mi amiga desde Paderborn: Na Malena de Pollentia : Pollença, Pollensa) en ella la mayor suma de felicidad asequible acá en la tierra. Por esto un vago instinto de repulsión les hace rechazar todo carácter anovelado, toda aspiración que tienda a trastornar el mezquino y rutinario orden de cosas que satisface por completo sus necesidades morales. Tal vez la raza árabe que tanto tiempo fue dominadora de la isla, ya que no hizo herederos a sus naturales de los tesoros de su oriental y prodigiosa fantasía, logró embalsamar para siempre su carácter y perpetuar en él su somnolencia moral, su retraimiento, su silencioso quietismo y todo el seráfico conjunto de sus virtudes sociales. De otra parte una invencible timidez, no desnuda de modestia ni destituida de recelo, enfrena los esfuerzos expansivos del corazón. Acallemos con férrea mano las más apasionadas simpatías del nuestro y digamos toda la verdad. El carácter general de los mallorquines, no sólo carece de poesía, no sólo se identifica sobradamente con la realidad, no sólo tributa un culto interno a las pequeñeces de la vida práctica, sino que carece de iniciativa colectiva y es hasta cierto punto refractario a todo progreso social.

Veamos ahora cómo se destaca de ese carácter general el de los poetas contemporáneos de Mallorca.


II.

Pocos pero de valía son los poetas con que hoy puede enorgullecerse Mallorca. Por un elevado sentimiento de justicia, todos ellos conceden el puesto de preferencia a Mariano Aguiló (Marian, Marià). Como esos árboles avaros de hojosas bizarrías que, engañando por algún tiempo las dulces esperanzas de su dueño y nada cuidadosos en halagar su deseo con la vana ostentación del mal sazonado y primerizo fruto, en día memorable lo desplegan riquísimo y bello y abundoso, después de haber ajuntado en la oscuridad tesoros de fecunda savia, así el nombrado poeta apareció de repente a los ojos de sus conciudadanos.

Ignorada de todo el mundo y apenas rastreada por algún amigo, creció y se fortificó su vocación poética en el misterioso cenáculo de un alma tan pura como de recio temple, sin ninguna de esas influencias académicas más o menos legítimas, pero que lejos de prestar un amoroso arrimo a la inspiración juvenil, suelen arrancarle su espontaneidad, desnaturalizarla y falsearla. El sentimiento intuitivo de la verdadera poesía que, desde sus más verdes años, ardía esplendente en el pecho de Mariano Aguiló, pudo así conservar intacta esa aureola de pudor y de dignidad que una pureza ejemplar de costumbres, envidia y admiración de cuantos le conocen, ha concluido por hacer ordinaria, habitual, inestimable. Por su fortuna como hombre y como poeta, desde las santas fruiciones del hogar doméstico, desde la dulce tutela de una familia, dechado de honrados procederes, desde la influencia angelical de una madre tan inteligente como tierna, pasó al trato intimo, a la confraternidad intelectual más estrecha con D. Pablo Piferrer. Al calor de este espíritu sublime, gloria insigne de Cataluña, regaladamente se desarrolló la irresistible vocación poética de nuestro paisano; cobró bríos su sentimiento artístico, se acrisolaron sus aficiones y simpatías literarias, y tomó un carácter definitivo de originalidad su ya entonces robustísima inspiración.

Precozmente encariñado por la poesía popular, largo tiempo hace que cifra en ella sus más escondidos y nobles deleites. Cazador infatigable de tradiciones y cantos populares, va a sorprenderlos en el fondo de las rústicas aldeas, en lo alto de los más encumbrados montes, y con sabroso recogimiento las escucha y trascribe de boca misma del niño, de la aldeana, de las viejas, del hosco y casi salvaje pastor. Las incomodidades de penosas excursiones, el desvío montaraz con que la gente rústica acoge no pocas veces las insinuaciones y súplicas del poeta, la codicia de unos, el desdén de otros, la fría y estúpida indiferencia de muchos, nada le retrae del objeto constante de sus fatigosos desvelos. De tan difícil y aun arriesgada manera y al cabo de años y a fuerza de inquebrantable celo ha podido Mariano Aguiló acopiar una colección de romances lemosines verdaderamente asombrosa, y cuyo valor histórico, literario y filológico es incalculable. Los sinceros amantes de la poesía popular en Alemania, en España, en Portugal, en Francia, aguardan con el más vivo interés la publicación de tan inmenso tesoro. En él ha sabido encontrar Mariano Aguiló un auxilio natural y poderoso de sus propias concepciones, y un manantial de vida para comunicarla fecundante a su numen. Dotado de una imaginación lírica tan esplendorosa como la de Moore y de Heyne, nunca la tiene exuberante y manirrota como la mayor parte de los líricos españoles modernos. Tampoco se entretiene, como muchos de ellos, en atestar de adornos baladíes la trivialidad jactanciosa, o la enfermiza raquitiquez de concepciones mal nacidas y peor alimentadas. Esta intuición infalible, que es el carácter supremo de las inteligencias extraordinarias, lo hace ser sabiamente avaro de su patrimonio poético. Además, una razón siempre en alto, sabe moderar como habilísimo jinete a un corcel árabe rebosando fogosidad, los arranques de una fantasía lozaneadora. El lirismo de Mariano Aguiló encarna en lo vivo del corazón humano, es psicológico, profundo, trascendental. Esta sobriedad resplandece más todavía en las poesías exclusivamente populares del poeta balear. Quien haya leído las pocas composiciones que ha publicado, todas versificadas en el más clásico lenguaje lemosin, A Dios, El entendimiento y el amor, Don Alfonso de Castelnegro, A un ciprés, A la traslación del Archivo de la corona de Aragón, Una visita a los muertos, y Esperanza, más aún si ha leído sus composiciones inéditas, no encontrará ciertamente desmesurados nuestros elogios: sólo él, dechado de veraz modestia, podrá encontrarlos inmerecidos. (*)

(*) Si justos son los elogios que tributa el autor a este poeta de privilegiadísimas dotes, hoy es poco cuanto se diga para encomiar sus trabajos literarios, asiduos sobre toda ponderación, y encaminados a colocar la literatura catalana
(Guillermo Forteza usa: lenguaje lemosin, varias veces, 8 líneas más arriba, p.ej.
Gerónimo Rosselló publica las obras rimadas de Ramon Lull, sí, con L al principio y ll al final, en “idioma catalan-provenzal”
)
en el alto pedestal que le corresponde (un dialecto occitano en un pedestal; cuándo estará la lengua manchega, o la lengua extremeña, o la lengua gaditana, etc, en el mismo pedestal? Cuando tengan tanto dinero como los catalanistas para gastarse en su promoción).
A pesar de que son más que suficientes las composiciones que tiene publicadas para concederle puesto, y no poco elevado, entre los mejores líricos de España, es sensible que lo que inédito conserva, así permanezca, en menoscabo de su gloria y de la literatura, y más aún del renacimiento de la catalana, que necesita obras en que aprender y modelos que imitar. Mariano Aguiló es en realidad un ardiente entusiasta por la lengua de los almogávares, y a ella puede decirse tiene consagradas todas sus facultades, toda su existencia, dedicándose a tan perseverantes estudios y a investigaciones filológicas tan detenidas, emprendiendo trabajos de tal magnitud, que sólo con largos años de vida alcanzara llevarlos a término. Es por todos conceptos importantísima la colección de romances populares de que habla el autor (Guillermo Forteza), y que a fuerza de diligencia y de penosas excursiones, tiene recogida en las diferentes provincias que formaron la nacionalidad catalana. (Los paísus cagaláns, PPCC actuales)

El extenso y razonado catálogo de las obras impresas en catalán desde la invención de Guttemberg (la imprenta) hasta nuestros días, premiado por el gobierno, es una obra cuya impresión, empezada ya, debiera concluirse, porque es realmente la mejor clave, la guía más segura para emprender el estudio de la lengua. El Diccionario, que tan adelantado tiene y tan rico promete ser, que representa dilatados años de trabajos ímprobos, (no es el DCVB de Alcover) no debiera hacerse esperar más, por lo mucho que ha de contribuir a la restauración gloriosamente empezada, y a fijar el mismo idioma a cuyo cultivo tantísimos se dedican. Y por fin sus colecciones de refranes, de cantares, de navidades, de cuentos populares y otras muchas, forman un inapreciable caudal que es lástima no puedan saborear y estudiar todavía los amantes de la literatura patria. Hoy es Aguiló Maestro en Gay saber, por haber alcanzado los tres primeros premios de reglamento en los Juegos florales de Barcelona, (año 1866) y ocupa el cuarto lugar entre los que han obtenido este título; dirige además la Biblioteca Catalana, preciosa colección de obras clásicas de nuestra literatura indígena, en la que colaboran los catalanistas Amer y Rosselló, y el entendido bibliotecario Bartolomé Muntaner; y por último publica en caracteres góticos un precioso cancionero que, por su especialidad y condiciones tipográficas, forma a la vez las delicias de los literatos, de los anticuarios y de los bibliófilos. Es de desear que estas publicaciones se terminen, y vean pronto la luz tantos trabajos inéditos, para que todo constituya la copiosa fuente en que pueda beber nuestra juventud estudiosa, (sobre todo los de “jovent”) ávida de conocer las cosas de su país y lo que nos ha legado el genio de nuestros abuelos. - N. del E.

Tres cuerdas principales tiene la lira de Tomás Aguiló: tristeza, amor, aspiración cristiana (falta la cuarta, el dinero catalán). Víctima resignada de injusticias sociales (Espanya ens roba) que debe rechazar altamente todo pecho noble, ha reconcentrado en el suyo un caudal de infecundas lágrimas (els pluramicas catalans) que ha ido derramando en sus versos quejumbrosos. El carácter sigiloso del poeta, ha contribuido a hacer crónica esta pasión en sus composiciones poéticas, pues sin este desborde tan higiénico como literario, no es dudoso que se hubiese convertido en sauce llorón (ploramiques), aumentando así la ya pingüe colección de las metamorfosis mitológicas. Esta tristeza desnuda de energía y dignidad, fatiga y aburre en lugar de despertar simpatías generosas. Sólo cuando el sentimiento religioso la ilumina con la luz de sus consolaciones inefables, logra interesar y conmover. Así acontece con su bellísima poesía Resignación, que aparte de algunos lunares de forma, es una elegía deliciosa. El amor tal como lo concibe el autor de las Rimas varias, podrá ser recomendable bajo el punto de vista moral, pero mucho dudamos que sea poético. Una frase benévola del objeto amado le hace el más feliz de los mortales, sólo lo que pide es una mirada, una sonrisa. De todo podrá tacharse a este amor menos de exigente, y a fé no comprendemos cómo la Dulcinea o Dulcineas de nuestro contentadizo amador hayan podido regatearle, a no ser tigres de Hircania, unos favores tan sencillos y ortodoxos. No sabemos qué admirar aquí, si el recato de ellas, o la humildad de él. Por lo demás, el egoísmo de una pasión individual, para entrar en los dominios de la poesía más sujetiva, tiene necesidad de grandes condiciones artísticas para ser con verdad estética y cautivar los corazones. Presentar al mundo las emociones de un amor tan pueril, tan mísero, tan pordiosero, tan apocado, no sólo es desconocer el alto fin de la poesía lírica, sino las leyes más rudimentarias del corazón humano. El mismo Petrarca necesita deslumbrar a sus lectores con las riquezas, a menudo baladíes, de su exornación poética, para no cansarles con su eterna donna.
(Esta palabra se parece a la “catalana” dona, ¿a que sí? Pues viene de Domina: dómina, domna; la que domina; señora, senyora; mulier : muller.
Señor con ñ, eñe, ya lo escribe Ramon Lull circa 1300, anno a nativitate Domine MCCC: don; señor, senyor. Se puede leer en un libro de Geroni Rosselló.
)
Adivinando este escollo los más grandes líricos, han procurado objetivar la esencia eminentemente subjetiva del lirismo y con especialidad el amor. Es preciso que el poeta, cuando canta himnos al objeto de sus adoraciones, no olvide que los canta en alta voz, y que si no logra cautivar con la novedad y beldad de sus cantos a los que les prestan oído, corre riesgo de encontrarse a lo mejor sin oyentes. Más feliz ha sido Tomás Aguiló en la expresión de sus efectos religiosos, de sus cristianas aspiraciones. La voz de Dios, Abdiel y Los siglos ante Jesucristo, a ser menos artificiosa su versificación, y a dejarse traslucir menos el antipoético afán de rebuscar consonantes difíciles (defecto general de casi todas las composiciones en verso de Tomás Aguiló), son joyas de buenos quilates. (Ya Ramon Lull construía versos rimados muy forzados para explicar su Arte y su Idea y que a la gente se le quedase en la memoria.)
No ocasionado a fantasear fuera de los límites del dogma, como Lamartine, hace justamente gala de creyente sincero, y nunca pierde de vista el norte de la fé.
Esta cualidad, que hace honor a sus acendradas creencias, da nuevo aprecio a sus poesías, por lo difícil que es moverse con brío y desembarazo en esfera tan restringida. Otras que no pertenecen a los tres caracteres señalados dan a Tomás Aguiló un envidiable puesto en la literatura balear. Tales son El numen, Aridez, Tristeza, y Los claustros de San Francisco, y sobre todo sus baladas mallorquinas, que son el florón más preciado de su corona poética. (*)

(*) Con sobrada severidad juzgó ciertamente el autor a Tomas Aguiló, que, además del título honroso de patriarca y decano
(¿Este editor sabe quién fue Ramon Lull, por poner un ejemplo? O sólo se refiere a los alucinados catalanistas de la Renaixença?
Taronjí sí que lo conocía:
“¡Ah! sòls una esperança conceb que m´enamora:
La dolça poesía renaix y té espiray.
Ramon, de los poetes vindrá ta nova aurora;
¿Nosaltres oblidarte, Ramon? ¡Jamay, jamay!”
)
de los poetas mallorquines, reúne el de ser, en unión de D. José María Quadrado, iniciador y padre del renacimiento literario en la mayor de las Baleares. Sus poesías castellanas son realmente modelos de buena forma y de esmeradísima dicción, habiendo conseguido ser un poeta severamente gramático sin que nada perdiesen en la expresión sus acendrados sentimientos ni su inspiración levantada. En los tres tomos que forman sus Rimas varias hay composiciones que no desdeñaría ninguno de los primeros vates españoles. Cierto es que sus poesías mallorquinas exceden en mérito a las Rimas; y si en 1861 ya las consideró el autor del artículo que anotamos como el florón más preciado de la corona del poeta, hoy que el precioso ramo ha sido aumentado con nuevas e inextimables flores, podemos decir, que el volumen que dispone Aguiló para la impresión, comprensivo de todas sus poesías escritas en lengua materna, será una obra de mérito superior y digna de figurar entre lo mejor que ha producido nuestro renacimiento literario.
Su leyenda Constança d‘ Aragó, que alcanzaba en 1867 uno de los tres primeros premios en los Juegos florales de Barcelona, es una composición de primer orden, impregnada de un sentimiento religioso profundísimo, y tan bien pensada como correctamente escrita (“...L' esposa del rey en Pere: Que som reyna vertadera”...La reyna dona Constança, La muller del rey en Pere... ). No obstante, Tomas Aguiló no ha dejado de cultivar la poesía castellana, y en 1871 dio a luz un reducido tomo de Escenas episódicas en verso, relativas a la pasión de Jesucristo, que no son de escasa valía. La obra titulada A la sombra del ciprés, aunque escrita en castiza prosa castellana, revela los grandes recursos de su imaginación y el esplendor de su fantasía. - N. del E.

(Añado el poema de Aguiló en su versión mallorquina. En el libro Flors de Mallorca está traducido también al castellano.
CONSTANÇA D'ARAGÓ.

1284.

- Respira, cor meu, respira,

Que prest del foch que 'l turmenta

No romandrá ni una espira:

Un broll de sanch no 'm retgira

Si de sanch las taques renta.

De ta llarga malaltía

Remey será aquexa sanch.

¿Qu'importa que noble sia?

Mes ho era la qu'un dia

Feu vermell mon manto blanch.

En mitx de tanta grandesa

Qu'als pesars consol no dona,

De cruels inimichs ofesa,

Per enganar ma tristesa

Duya d'òr una corona.



Mes fins ara 's pot dir qu'era

Reyna solament de nom

L'esposa del rey en Pere:

Que som reyna vertadera

Ben prompte ho veurá tothom.

Res em fa que pugan creure

Que de bronzo un cor abrich.

No 'm quedarán res a deure:

Del cálzer que 'm feren beure

Ne beurá mon inimich.

Que plor. Si. Qu'ensaboresca

Aquell glop d'amarch verí.

Per ágre que li paresca,

Com las gotes d'una bresca

Els seus plors serán per mí.

Y ¡cóm s'engana si espera

Que podrá la compassió

Fer tornar mon bras arrera!

L'esposa del rey en Pere

Arrera no torna, no.

Primer daria a mans plenes

Les joyes de mon tresor,

Mon manto faria benes,

Sanch treuria de mes venes,

Trossos faria mon cor.

Que totes les nits encara

Quant estich mitx condormida,

M'arriba una veu ben clara,

La triste veu de mon pare,

Que “mort y venjança” crida.



Venjança, dolsa venjança,

Anys fa qu'envers tú m'empenyen

El desitx y l'esperança;

Pero avuy mon bras l'alcança,

Avuy mos brassos l'estrenyen.

No 'l' deixaré. No m'espanta,

No 'm gela 'l cor el nom teu:

Quant ets justa també ets santa,

Ets un cástich qu'adelanta

L'invisible má de Deu.

Me venjaré a tota ultrança:

Qu'el botxí son ferro esmol,

Y axí veurán còm s'alcança;

Qu'aquesta avorrida França

En sentir mon nom tremol. -



Axó 's deya a sí matexa

La reyna dona Constança,

La muller del rey en Pere,

Qu'en la Sicilia comanda.

En son palau de Messina

Tanta de gent s'ha aplegada,

Que en sa cort, mes no 'n tendría

L'emperatriu de Alemanya.

En son trono está la reyna

Ab la corona posada,

Ab lo pom d' òr y lo sceptre,

Distintius de soberana.

Dels infants que tant estima

Un ne vol a cada banda,



Té en Frederich a má esquerra,

A má dreta l'alt en Jacme.

Y sols ells tres allá séuen

En les cadires daurades,

Sobre vistosa catifa

De flors vermelles y blaves.
-----

Ornament que sembla impròpi,

Del costat la paret tapan

Una folgada cortina

Y un dosser de negre llana.



De Jesucrist la figura

Imponent allá destaca,

Coronat el cap d'espines,

En la creu les mans clavades,

Devant ella resplandexen

De cera groga sis atxes

Que ab la seua llum recordan

Les de trista funeraria.

Y prop d'allá per lo sèries

De terror el pit conglassan

De set rigurosos jutges,

Vestits de negre, les cares,
___



Ni se miren, ni sonríuen,

Ni se parlan ab veu baxa,

Y aquella cambra está plena

De cavallers y de dames;



De patges y de donzelles,

De barons de antich paratge,

De prelats que duhen mitra,

De guerrers qu'han guanyat fama;

De valents que compartexen

Ab el gran Rotger de Lauria

Lo domini de les ones,

Els perills de les borrasques.

Hi há nobles de Sicilia,

De la Grecia, d'Alemanya,

Catalans, aragonesos...

Sols un de francesa rassa.
____



En Carles príncep de Nápols,

Del tronch d'Anjú noble rama,

Que a n'en Rotger sens afronta

Rendí sa vensuda espasa,

N'es aquest qu'allá se troba

Presoner y en mitx de llançes,

Aguardant que decidesca

De sa vida una paraula.

Ni la tem, ni la provoca.

De sos ulls tranquils no saltan

Ni de fel amargues gotes,

Ni espires d'encesa rábia.

Sabent a qué está sotsmesa

La cega sòrt de les armes,

Ni l'orgull son front axeca,

Ni 'l dolor son front acala.



Mes fort que son bras de ferro

Quant feria en la batalla,

Un cor té que no 'l doblegan

De la mort les amenasses.

Prou coneix qu'ella s'acosta,

La remor sent de ses ales,

Y la sent com grossa alzina

Els bramuls de la ventada.

____

Fit a fit la reina 'l mira,

Y llavores sí que ratja

Sanch mes viva y mes bullenta

De son cor l'antiga llaga!

Del color de les roselles

Enceses mostre les galtes,

Y del foch qu'en son pit cova

Respiran p'els ulls les flames.

___


Rompent aquell llarch silenci:

- ¿Sabeu, oh jutges, esclama,

Que del Rey Manfré som filla?...

Som la filla desditxada! -

Y sa passió rencorosa

Cedint a la pena amarga,

Son esperit li flaquetja,

Y sos ulls en plors esclatan.



- No ploreu, aquells responen,

Senyora, seréu venjada.

Del rey Manfré la memoria

Lo temps no ha esborrat encara.

Del rey Coradí l'afronta

Hem pesat en la balança:

Cap per cap es la justicia,

Mort per mort la lley demana. -

- Demá...! y s'atura. - Reyna!

Diu el príncep ab gran calma,

Si fòs encara possible

Demanaria una gracia.

- No hi há mercé. - Es tan petita!

- Y es? - Morir quant la campana

Tòqui a las tres del capvespre

La tercera batayada.

- Per qué axí?... - Demá 's divendres,

Mon calvari es una plassa,

Y en el seu en aquesta hora

Mon Redemptor espirava.
___


Commoguda, com si fossen

Tan poques y humils paraules

Ferest tró d'una centella

Que reventás dins la cambra,

La reina s'axeca dreta,

Gira el cap, y ses mirades

En la figura 'n tropessan

Que baix del dosser ressalta.



Gran batech el cor li dona,

Mut gemech son pit eczhala, (exhala)

Y ab sa veu que li tremola,

Pero veu ben estil-lada:

- Barons, diu, en Catalunya

Lo Rey mon espòs s'encuantra,

A ell li pertany fer sentencia

De tal príncep en la causa.

Si mon perdó necessita,

Lo té ja, qu'a mí no 'm bastan

Els llorers que se mostian,

Els llorers qu'ab sanch se guanyan. -



Com estorats tots se quedan

Mentres qu'ella s'adelanta,

Al príncep besa en la boca

Y sa ma dreta li allarga.

Y ningú 's tem que sa esquerra

Comprimint son pit estava,

Y que 's deya a sí matexa:

- ¡Calla, cor meu, calla, calla!

No 'm recordis que som reyna,

Recórdem que som cristiana,

Que Jesucrist es mon mestre,

Que Jesucrist es mon pare. - )





Gerónimo Rosselló, más que por la novedad y grandeza de sus concepciones, se distingue por la delicadeza de sus conceptos y la tersura primorosa de su versificación. Los numerosos sonetos que encabezan sus Hojas y flores son acabados modelos de un género en que tanto han brillado Lope de Vega, los dos Argensolas, y Arguijo, y tan desdeñado o mal entendido por nuestros poetas actuales. Si el soneto es una cajita adornada de riquísima labor, y en el cual se encierra una piedra preciosa, Rosselló sólo merece elogios en lo que atañe al exquisito mosaico de esta cajita, por más que alguna vez la joya en ella guardada pudiese ser de más levantado precio. Tiene odas de robusta entonación, romances llenos de gallardía, y traduce felizmente a varios poetas alemanes. Lástima que por lo general sus producciones extremen la dulzura que las caracteriza y deslían con exceso ideas pobres de suyo, y afectos demasiado comunes. (*)

(*) Cuando el autor emitió este juicio, Gerónimo Rosselló era conocido como poeta sólo por el volumen titulado Hojas y flores, impreso en 1853; colección de poesías escritas todas en edad muy temprana, y puede decirse que las más en la adolescencia. A poco de haberlas publicado, dedicóse asiduamente al estudio de la lengua materna, y dio a luz, en 1859, (aquí ya era mayor de edad) las Obras Rimadas De Raimundo Lulio, con una extensa biografía y numerosos artículos críticos;
(OBRAS RIMADAS
DE
RAMON LULL,
ESCRITAS EN
IDIOMA CATALAN-PROVENZAL,
PUBLICADAS POR PRIMERA VEZ
CON UN ARTÍCULO BIOGRÁFICO, ILUSTRACIONES Y VARIANTES,
Y
SEGUIDAS DE UN
GLOSARIO - 145 páginas dinA4, arial 12 - DE VOCES ANTICUADAS
POR
GERÓNIMO ROSSELLÓ.
PALMA.

IMPRENTA DE PEDRO JOSÉ GELABERT.
AÑO 1859.
Editado por Ramón Guimerá Lorente, disponible en regnemallorca.blogspot.com; en Amazon quizás lo tenga que publicar con el glosario aparte, sinó es demasiado grande y Bezos no me deja. Además, lo tengo que publicar como “catalán”, es lo que tiene la política, ya sea lingüística, de izquierdas, de derechas o de centro
);

y en 1860 dio fin a su Biblioteca Luliana, no impresa todavía, existente en la Biblioteca Nacional en virtud de Real orden. Estos trabajos fueron apreciados por el profundo literato D. José Amador de los Ríos, al ocuparse del gran pensador del siglo XIII, (escribe también unos años del XIV) estampando en el tomo 4.° de su Historia crítica de la literatura española las siguientes palabras:
–«D. Gerónimo Rosselló, concienzudo escritor mallorquín, con una diligencia que le honra por extremo, ha recogido muy curiosas noticias sobre la vida y obras del beato Raimundo, así en la esmerada edición de sus poesías hecha en 1859, (Palma - Imprenta de Pedro José Gelabert) como en el interesante trabajo bibliográfico que con el título de Biblioteca luliana presentó a uno de los últimos concursos celebrados por la Biblioteca Nacional. El Sr. Rosselló restituye a Lulio muchas obras que le habían sido arrebatadas sin causa, y le descarga de la responsabilidad de haber escrito otras que se le atribuyen sin criterio. No creemos que se haya pronunciado en el particular la última palabra; pero es, sí, deber nuestro, manifestar que el Sr. Rosselló ha prestado, en uno y otro concepto, señalado servicio a la historia de las letras patrias, siendo su ejemplo altamente digno de ser imitado por cuantos se interesen en su cultivo.” - Robustecido el poeta con estos asiduos estudios de la lengua de su país, absolutamente necesarios para semejantes trabajos, presentó en los Juegos florales de 1861 un romance histórico escrito en lenguaje catalán del siglo XIII, (como el catalan-provenzal de Ramon Lull o el lemosín, lemosin que vemos en los textos de Guillermo Forteza) que le valió un premio extraordinario; y en el año siguiente obtuvo los dos primeros ofrecidos por el Consistorio, que le expidió en consecuencia el codiciado título de Maestro en Gay saber; distinción solamente alcanzada entonces por D. Víctor Balaguer, siendo por tanto el segundo, en el orden cronológico, de los honrados con tan alto premio. En el mismo año dio a la estampa un volumen de romances históricos con el nombre de Lo Joglar de Maylorcha que fue saludado en Barcelona con las siguientes frases: - «Lo Joglar de Maylorcha es una colección de poesías que podría firmar cualquiera de los primeros poetas, así nacionales como extranjeros. Más bien que un libro es una historia soberbiamente escrita en verso sobre los hechos más notables acontecidos en el antiguo reino de Mallorca. (regnemallorca.blogspot.com) Compónese la obra de diferentes romances, dos de los cuales alcanzaron premio en los Juegos florales. De los otros podemos asegurar que son tan excelentes como los premiados. No hay para que desear vientos favorables a la nave en que nos ha venido Lo Joglar, porque la brisa que la impelió a nuestras playas fue la brisa de la gloria, y no dudamos que ella la llevará por otros mares, hacia otras tierras.” - Desde entonces ha alcanzado nuevos lauros, y no ha dejado de publicar poesías catalanas y castellanas en los periódicos literarios de Cataluña y Mallorca; y hace algún tiempo que tiene anunciada la impresión de las líricas en catalán con el pseudónimo de Lo Cançoner de Miramar.
(A ver si saben de quién es este fragmento:
“...Plorau, Senyor, que mos uylls plorarán,

E ab dolrós plant vos farán compaynia:

Senyor, plorau, que a Miramar irán

Faels servents, que per vos penarán,

Portant silicis, dejunant cada dia... ”)

Prefiriendo consignar aquí el voto de los extraños, para que el nuestro no parezca apasionado, he aquí cómo juzgaba recientemente a Rosselló el sabio profesor de la Universidad literaria de Barcelona D. Joaquín Rubió y Ors, en uno de sus últimos y más interesantes opúsculos: – «En 1843 comenzaba sus estudios de derecho en esta Universidad literaria otro hijo de Mallorca que debía ser, andando el tiempo, uno de los que más honrasen con sus obras poéticas y sus trabajos críticos aquella hermosa isla. La lectura de un volumen de modernas rimas catalanas, dadas a la estampa dos años antes, que llegó a sus manos, si es que no determinó su vocación para la poesía, encendió en su pecho el amor, que aún dura y durará en él lo que su vida, al dulce idioma que aprendió en el regazo de su madre (mallorquí siempre que su madre fuese mallorquina; yo soy aragonés, de Beceite, y mi lengua materna es la lengua castellana).
Tres o cuatro años después, y a los veinte o veinte y uno de su edad, daba ya a luz en los periódicos de Palma algunos de sus versos mallorquines. Aquel joven, ganadas las tres joyas que dan derecho al honroso título de Maestro en Gay saber,
(gaya scientia; lengua Occitana con sus variantes o dialectos, “catalan comprès”, escribe Loís Alibèrt en su grammatica occitana segon los parlars lengadocians, después de Pompeyo Fabra y su gramática en castellano; Loís escribe Pompeu.)
era proclamado tal en la fiesta poética de 1862: con el pseudónimo de Lo Joglar de Maylorcha entregaba a la prensa en aquel mismo año un tomo de romances históricos; y modestamente oculto tras el de Lo Cançoner de Miramar, ganaba una buena joya en los Juegos florales de 1864. El nombre de Gerónimo Rosselló es hoy un timbre de gloria para la isla que le dio el ser, y para Cataluña, donde aprendió a amar la poesía, a la cual debe, principal pero no exclusivamente, el renombre de que goza dentro y fuera de su querida patria.» - N. del E.



José María Quadrado, pensador eminente, inteligencia gemela de la del malogrado e ilustre Balmes, distinguido publicista y buen historiador, se ha dedicado poco a la poesía, pero con éxito feliz. Su Aspiración, Armadans y Espanyols y El último rey de Mallorca, son magníficos partos de una inspiración vigorosa. (*)
(*) En los periódicos La Palma y La Fe publicados respectivamente en 1840 y 1844, insertó el Sr. Quadrado excelentes composiciones poéticas que revelan así el alma y el temple del poeta, como la inteligencia del pensador. Tiene inéditos algunos trabajos de un valor literario inapreciable, y obras dramáticas en las que resplandecen, al par que el brillo de su fantasía, un conocimiento profundo de los resortes de la escena. Es preciosa su novelita titulada Ausias March. La extensa colección Ensayos religiosos, políticos y literarios es de lo mejor que puede leerse de buena doctrina, sagaz polémica y crítica concienzuda. Como historiador raya a grande altura; y los tomos que lleva publicados en la magnífica obra Recuerdos y bellezas de España, le acreditan de vigoroso y correcto prosista, al mismo tiempo que de arqueólogo de vastísimos conocimientos. Sería necesario un volumen entero para juzgar al SR. Quadrado como merecen su múltiple talento y las diversas obras con que ha enriquecido el mundo científico, artístico (artís-ico) y literario. - N. del E.



Miguel Victoriano Amer, sólo ha necesitado rimar los latidos de su corazón para despertar en los ajenos dulce y tierna consonancia. Con dos alas de oro se eleva su musa a las regiones de luz, con la caridad y con la esperanza. Blando, apacible, resignado, sus versos son, por decirlo así, la tranquila respiración de su alma. ¡Feliz quien la tiene tan hermosa como Miguel Victoriano! ¡Feliz quien, como él, no sabe cantar sin mirar el cielo, ni mirar el cielo sin cantar! (*)
(*) Desde que el autor escribió este juicio, Miguel Victoriano Amer ha ido publicando poesías que le han valido honrosísimos premios en los Juegos florales de Barcelona, en donde tiene adquirida una envidiable reputación literaria. Fue laureada su bellísima composición Redempció en el certamen del año 1865, y en 1867 obtuvo el primer accésit la titulada Fé, Esperança y Caritat (como pueden ver los catalanistas, y los que no lo son, con una y griega más bonita que el Parc Güell). Es uno de los más fervorosos amadores de la Gaya ciencia, y de los catalanistas más concienzudos que cuenta el actual renacimiento. - N. del E.


Victoria Peña ha escrito composiciones que revelan un bello corazón y una fantasía bastante lozana. (**)
(**) El amor de madre y el amor de la patria, juntamente con el sentimiento religioso más acendrado, han sido verdaderos manantiales de poesía para la simpática y tiernísima Victoria Peña: Recordando esta que ya en el primer año de la restauración de los Juegos florales había conseguido premio su poesía Anyorament, (añoranza : “añoramiento” : enyorament) presentó en el certamen de 1865 la inspirada composición Amor de mare (¿esto es catalán? Amore, de, Mater, lo entendería cualquier orphanus del imperio romano, Julio César, Virgilio, y hasta Homero que hablaba y escribía en griego. Lo entiende cualquiera de Madrid, de Cádiz o de Porriño de Abajo) que obtuvo una joya extraordinaria. Parecidos lauros han conseguido en otros certámenes de Cataluña algunas de sus poesías religiosas; y en el año 1873 fue premiada por el consistorio barcelonés otra composición dedicada a Mallorca. Dignas compañeras de esta poetisa son Manuela de los Herreros, Margarita Caimari y Angelina Martínez, cuyos versos, verdaderamente sentidos, merecen tenerse en cuenta cuando se trata de la poesía contemporánea en Mallorca. Distínguense las poesías de la primera por el candoroso gracejo que generalmente en ellas abunda, así como las de las últimas por los delicados sentimientos que las inspiran. - N. del E.

La gota de agua bendita de José Luis Pons es una poesía en la cual compiten la novedad y suma delicadeza del concepto con la belleza de la forma. (*)

(*) A la poesía que el autor cita de José Luis Pons (y Gallarza) podría añadirse la dedicada a la muerte tan profundamente sentida del eminente literato catalán
D. Pablo Piferrer
, que es una composición de esmeradísima forma y que entraña elevados conceptos y rasgos felices. Mas si en la poesía castellana ha sabido Pons concebir obras como las indicadas, en la catalana raya a la altura de los más notables. La llar es una composición de una forma clásica perfecta. La Montanya catalana es de un colorido notable, y está impregnada de verdadero espíritu catalán. (No hay nada mejor para ganar en unos jochs florals de Barchinona)
Estas poesías y otras varias han sido premiadas en los Juegos florales de Barcelona, y le valieron el título de Maestro en Gay saber que le fue expedido en el año 1867, ocupando el quinto lugar entre sus compañeros. El Sr. Pons tiene una dicción correcta y una frase artísticamente culta. Merece ser citado como uno de los más distinguidos prosistas catalanes. - Nota del E.



Joaquín Fiol, dotado de una sensibilidad tan exquisita como inagotable, será un poeta distinguido el día que versifique con más facilidad y corrección. Le sobran condiciones, le falta voluntad. (*)
(Le falta voluntad de lamer el prepucio de los jueces de los juegos florales.)

(*) Este poeta coleccionó sus versos en un volumen no muy extenso publicado en Palma, año 1868. El mismo Forteza en una carta que escribió para figurar al frente de la colección, se ocupa del numen poético de Joaquín Fiol en los siguientes términos: - «Hablemos algo de tus composiciones. No las tengo en este momento a la vista, pero las conozco, y conozco largo tiempo hace, los sentimientos que te las dictaron y tu manera general de darles rítmica forma. Tu Musa no es si se quiere una matrona de gallarda robustez y de laureles eternos coronada, de mirar centelleante y altivo; enamorada de bosques bravíos y enriscadas cumbres, a quien el bramar de las tempestades deleita, y que huelga de cantar lo grandioso y sublime en la naturaleza y en las pasiones, con voz resonante y solemne. Modesta, humilde, sencilla tu Musa prefiere cantar lo tierno y delicado; y sobre todo derramar lágrimas y flores sobre dos tumbas: la de tu madre y la de tu hija. Sí, amigo del alma, estas dos tumbas te han hecho poeta. Tus inspiraciones consagradas a aquellos dos ángeles son las más bellas, porque son las más hondamente sentidas: en casi todas las demás que he visto tuyas, resuena una cuerda de dolor reconcentrado, se descubren aquellas dos imágenes adoradas, como asoman entre flores dos epitafios. Pero tu dolor es resignado y tiene fijos siempre los ojos en el cielo, lo cual lo hace simpático y consolador. Tal vez una crítica ceñuda pedirá a tus afectos más variedad, a tus formas poéticas más riqueza, a tu lenguaje más colorido; pero, quien estime como yo, en lo que vale la constancia de un sentimiento verdadero y purísimo, no echará de menos ciertas galas que podrían prestarle más hermosura en su expresión no más intensidad en su esencia. Por mi parte sólo te aconsejaría que no descuidases tanto el noble cultivo de tus poéticas dotes, regalo exquisito de Dios, que de seguro no te ha dado para que lo tuvieras escondido en un rincón de tu alma. N. del E.



Juan Palou y Coll, autor renombrado de La campana de la Almudaina, es el único poeta dramático con que cuenta por ahora la isla. Su obra fue objeto de una ovación que difícilmente se borrará de la memoria de sus compatricios. ¡Ojalá no se borre de la suya para que siga trabajando con fé y constancia, ya que tantos laureles ha obtenido en los primeros pasos de su carrera dramática, que deseamos no sean los postreros! (*)
(*) Con posterioridad a la representación de La Campana de la Almudaina ha dado Juan Palou y Coll a la escena La espada y el laúd, drama representado por primera vez en el teatro del Príncipe el día 25 de Enero de 1865. No tiene esta obra las interesantes situaciones, ni produce los grandes efectos de la primera, pero en cambio, según nuestro modo de ver, ostenta mayor corrección en el lenguaje y más esmero en la forma y la versificación. Véase el artículo que Forteza publicó en los periódicos de Madrid juzgando la segunda producción del tan extraordinariamente aplaudido en la primera. Pocas poesías ha dado a luz el Sr. Palou, pero es muy notable, por más de un concepto, la que con el título de Miramar leyó en el certamen verificado en 1877 para solemnizar el sexto centenario de la fundación del Colegio de Miramar por Raimundo Lulio. - Nota del E.



III.

Una provincia que tan estimables poetas cuenta, (**) tiene derecho a reclamar un asiento distinguido en la poesía nacional. Además, los literatos mallorquines han sabido utilizar en pro de sus medros intelectuales la bienhadada tranquilidad de que anchamente disfrutan en el foreciente paraíso que habitan. Inclinados a las solitarias fruiciones del estudio, lejos del odioso palenque do tantas ambiciones guerrean, do tantas personalidades liliputenses se afanan por escalar el cielo de los honores y del poderío, han podido conservar esa regalada serenidad de espíritu, fuente inagotable de la vida moral. No les pese la oscuridad en que viven: no son menos olorosas las margaritas y violetas porque en agrestes lomas exhalen sus virgíneos perfumes. No en lujoso y visitado jardín, sino en la soledad umbría del bosque, trinan a sus anchas los ruiseñores.
(**) El autor, que debe contarse también en el número de los escogidos, ha escrito poquísimas poesías en castellano. Las catalanas no dejan de ser notables. La titulada Lo que diu l‘ oreneta obtuvo un premio extraordinario el primer año de la restauración de los Juegos florales de Barcelona, y otro L‘ orfanet saboyart en los de 1867. Las demás no son menos dignas de encomio. En conclusión, como comprobante de lo mucho que se han distinguido los poetas mallorquines en el actual movimiento de la literatura catalana, de los honrosos lauros que han conquistado en las anuales justas poéticas que celebra la ciudad condal desde el año 1859, continuamos la lista de los que desde aquella fecha han obtenido el título de Maestro en Gay saber, por el orden de su proclamación:

En 1861. - D. Víctor Balaguer.

En 1862. - D. Gerónimo Rosselló.

En 1863. - D. Joaquín Rubió y Ors.

En 1866. - D. Mariano Aguiló.

En 1867. - D. José Luis Pons.

En 1868. - D. Adolfo Blanch.

En 1869. - D. Francisco Pelayo Briz.

En 1871. - D. Jaime Collell.

En 1873. - D. Tomás Forteza.

En 1874. - D. Francisco Ubach y Vinyeta.

En 1875. - D. Federico Soler (Pitarra.)

En 1877: - D. Ángel Guimerá.

De los cuatro mallorquines que han obtenido el expresado título, tres de ellos han presidido la fiesta de los Juegos florales; el Sr. Rosselló en 1873, el Sr. Aguiló en 1867, y el Sr. Pons en 1871. - N. del E.



Las poco lisonjeras apreciaciones que hemos formulado sobre el carácter general

de los isleños, han brotado del fondo mismo de nuestro amor al país que nos vio nacer. Pero el verdadero amor no se desalienta nunca: el suave influjo de la esperanza, en sus decepciones le anima, en sus desmayos le sostiene. La juventud actual de Mallorca comprende todas las ideas nobles y abriga en su seno todos los sentimientos generosos. Enemiga cordial de preocupaciones infames, detesta la complicidad, no por pasiva menos perniciosa, que la rancia sociedad de su país les presta, y se halla dispuesta a combatirlas de frente. Mucho esperamos de sus bellas intenciones, mucho de su entusiasmo por la libertad, de sus arraigados instintos de justicia, de su profundo cariño a la moderna civilización. ¡Juventud mallorquina! No cejes en tu benemérito empeño; enarbola con decisión y brío la gloriosa enseña de la regeneración de tu adorada isla; lucha y vencerás; no lo dudes, vencerás.
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