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domingo, 1 de agosto de 2021

XIII, DESIG DE LOS DESIGS.

XIII

DESIG DE LOS DESIGS.

Confiteantur tíbi, populi, Deus;
Confiteantur tibi populi omnes!
(Psalm 66-v.3.)

Era l´hora del día en que s´encénen
Dintre´l cor los desigs que del cel vénen,
Y´l cor desficïós s´en vol anar;
Exa hora de süau melancolía,
Quant la derrera claredat del día
Son arreveure trist comença á dar.

Genoll ficats, sobre la terra broja,
Vora´l sepulcre que lo còs estoja
Del Mártir de la Fe, gran Ramon Lull,
Ma ánima plena de condol, jo orava;
Y, desde´l mon, al Infinit volava,
Com la gavina al cel desde un escull.


XIII
DESEO DE LOS DESEOS.

Era la hora en que el corazon abriga deseos celestiales, y, displicente, quiere irse de este mundo; esa hora de suave melancolía, en que la claridad del crepúsculo vespertino empieza á darnos su triste adios.

De rodillas sobre la desnuda grada, cerca del sepulcro que encierra el cuerpo del Mártir de la Fe, del gran Ramon Lull, oraba yo, con el alma sumida en la tristeza; y, desde este mundo, me elevaba á lo Infinito, como la gaviota al cielo desde un escollo.


Recordava ferestes amargures
Qu´en Lull vá sofferir de les criatures
Per donar á conexe ´l nom de Deu;
Y, malgrat sa invencible benvolencia,
Conseguir no pogué sa inteligencia
Fos adorat el bon Jesús arréu.

¡Còm. Senyor! ¿Y aqueix héroe d´activesa
Casi res vá lograr en l´escomensa
Que feu als pobles servidors del mal?

¿Y l´unió religiosa de los pobles,
Sòls ha de ser desig de los cors nobles;
Aspiració, y no més, del ideal?

Aqueix desig que lo meu cor omplena
Y que bull en la sanch de cada vena,
El desig de que Vos siau conegut,
¿No ha de tenir satisfacció algun día,
Y hem de veure del home l´agonía,
Sempre pe´l geni del error vençut?

Suspir ab ansia per la pau divina,
Per l´unitat de Fe, que ´ns encamina
Cap-dret al Cel per un meteíx viarany;
Suspir pera que vinga l´amor pura,
Regne de fe y d´amor, que ´ns assegura
L´adveniment del Regne sens engany.


Recordaba las fieras amarguras que Lulio tuvo que sufrir de los hombres, para dar á conocer el Nombre de Dios. Y, sin embargo, ni su inteligencia, ni su caridad, lograron que Jesucristo fuese adorado en todas partes.

¡Cómo, Señor! ¿Y ese héroe de la actividad ardiente, casi nada pudo conseguir en la empresa de ilustrar á los pueblos paganos? ¿Y la union religiosa de todos los pueblos, ha de ser simple deseo de las almas nobles; no más que aspiracion de un ideal?

Este deseo que hinche mi corazon, que hierve en la sangre de mis venas, el deseo de que Tú seas conocido, ¿no ha de verse satisfecho algun día? ¿Hemos de presenciar siempre la angustia del hombre, vencido por el genio del error?

Suspiro por la paz religiosa, por la utilidad de la Fe, que nos encamina derechamente á Dios por un mismo sendero. Suspiro por el amor puro, por el reinado de la Fe y del Amor, que nos asegura el advenimiento de la Verdad Eterna.


¡Oh! ¡No han pogut encara ´ls fervorosos
Grans genis de qui estam més ergullosos,
Del error los imperis esvahir!

¡Encarara s´extén per l´ampla Terra
Com grossa taca exa negror qu´aterra,
Y´ns fa del íntim de lo cor gemir!

Pau, y Lull, y Xavier, y altres, petjaren
Casi la terra tota; derramaren
L´aygua de Fe y d´Amor en l´Univers;
Mes no han bastat sos gegantins esforços,
Y l´home se revingla ab braus retorços
Dintre del cercle del error pervers.

La llavor de la Fe; depositada
En l´Arca d´Israel, fo fecundada
Per la Sanch generosa del Senyor;

Los vents del Cristianisme la prengueren,
Y ab ses valentes ales la dugueren
Fins als límits sabuts per l´antigor.

Los Apòstols les roques del Calvari,

Abandonaren ab sublim desvari,
Empesos per l´afronta de la Creu;
Y desde l´Indo á les iberes platjes,
En inmortals, maravellosos viatjes,
Portar saberen l´Unitat de Deu.


¡Ah! ¡No han podido aún los fervorosos genios, orgullo soberano de nuestra raza, destruir los imperios del error! ¡Todavía cubre gran parte de la tierra esa afrentosa mancha, contra la cual protestamos con gemidos!

Pablo, y Lull, y Javier, y muchos otros, visitaron casi toda la tierra; derramaron el agua de la Fe y del Amor en todas las regiones: mas no han sido suficientes sus colosales esfuerzos; y el hombre se retuerce todavía dentro del férreo círculo del error.

La semilla de la Fe, depositada en el arca de Israel, fué fecundizada por la generosísima Sangre del Señor. Los vientos del Cristianismo la tomaron, y en sus valientes alas condujéronla hasta los límites del mundo entónces conocido.

Los apóstoles con sublime inspiracion abandonaron las rocas del Calvario, impelidos por la afrenta de la Cruz. Y desde el Indo hasta las playas ibéricas, en inmortales milagrosos viajes, supieron llevar la fe de la unidad de Dios.


Y los obrí ses cátedres Atenes,
Y venerá la Italia ses cadenes,
La veu de los Pontífices troná;
Aprés dels mártirs, confessors exiren,
Y los fills de Germania ´ls exoíren,
Y´l nom de Crist sos estandarts inflá.

Després, los barcos espanyols tallaren
Les ones del Atlántich, y volaren
Al Nou Mon ferventissims missioners;
Y la infelís progenie americana
Incliná son bell cap de jovensana,
Devant Aquell qui acull als extranjers.

Mes... ¡ay!, (no pot ma cristïana lira
Expressar eix dolor que la retgira),
Transcorreren les glories del Passat:
Y tanta sanch gustosament donada,
Tant d´entussiasme, tante fe exaltada,
Pera espoltrir los ídols no han bastat.

¡Ay! No han bastat grandeses d´heroísme
Pera plantar la Creu del Cristianisme
Hontsevulla respire un fill del hom.
Hi há terres y més terres, no llunyanes,
Que may senten la veu de les campanes,
Ni de Jesús lo suävíssim Nom.


Y Grecia les abrió sus cátedras, é Italia veneró sus cadenas: escuchóse la atronadora voz de los Pontífices. Tras de los mártires, vinieron los confesores; y los hijos de Germania aceptaron su doctrina; y, al nombre de Cristo, ondearon al viento sus estandartes.

Despues, los barcos españoles surcaron las olas del Atlántico; volaron al Nuevo Mundo ferventísimos misioneros; y la infeliz raza americana, inclinó su jóven cabeza ante aquel Señor que acoge al extranjero.

Mas... ¡ay!, (no puede mi cristiana lira expresar el dolor que me abruma), transcurrieron las pasadas glorias; y tanta sangre con sumo gusto ofrecida, entusiasmo tan verdadero, tan exaltada fe, para pulverizar los ídolos, no han bastado.

¡Ay! No han bastado las más heróicas empresas, para plantar la Cruz del Cristianismo por doquiera respire un hijo del hombre. Hay muchísimos países, no lejanos, en que nunca se oye la voz de la campana, ni el dulcísimo Nombre de Jesus.


La cruël Mitja Lluna senyoreja
Los boscos de palmeres, que rastreja
L´elefant, en lo sòyl de Faraó;
En les ciutats de la pagana Xina
Sufrir no poren, sense ferlo ruina,
Que s´alce á Deu un cristiá torreó.

¿Qué més? Entre les runes llastimoses
De Salem, á l´Europa doloroses,
¿No hi llampega lo ferro mussulman?
¿Qué n´hem tengut de les brillants Creuades,
Quant tota Europa enviava ses armades
Per abatre les glories del Koran?

¡Ay! en noltres matexos, la senyera
De l´Unió religiosa ¿la venera
Y li es avuy tota ánima fidel?

¿Es per ventura ab altivesa noble
Arborada y seguida en cada poble?

¿L´interés nostre es l´interés del Cel?

¡Voldría que de cop se declarassen
Catòliques les Gents; y proclamassen
Sòls una Fe, un Baptisme, y un Senyor;
Y del Tánys al Níger, dés la França
A la llunya Otaíti, l´alabança
Uníssona pujás al Creador!


La cruel Media Luna señorea los bosques de palmeras, donde vive el elefante, en el suelo de los Faraones. En las ciudades de la pagana China, no pueden sufrir, sin derribarlo, que se levante á Dios cristiano templo.

¿Qué más? Entre las ruinas de Jerusalem, eterno dolor de Europa, ¿no brillan los aceros musulmanes? ¿Qué obtuvimos de las grandiosas Cruzadas, cuando toda Europa enviaba sus ejércitos, para abatir las glorias del Koran?

¡Ay! Nosotros mismos, ¿acaso somos fieles á la bandera de la union religiosa? ¿La enarbolan y siguen con noble altivez todos los pueblos? Nuestros intereses, ¿son los intereses de Dios?

¡Ojalá todas las naciones, instantáneamente, se declarasen católicas, proclamando una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Señor! ¡Y del Tánais al Níger, desde Francia á la lejana Otaíti, subiese unísono el cántico de alabanzas, al Sér Supremo!


¡Oh Unitat!, tu no ets filla de la Terra;
Los hòmens te declaran dura guerra.
Y no t´albergan en les patries llars;
¿Per qué t´enjega l´ignorancia vana?
¿Per qué s´ajau tant temps la raça humana
Sots l´ombra impura de maleyts altars?

Tu ets estrella de llum maravellosa,
Tu devallas del Cim, font delitosa,
Y regas los verjers del Esperit.

¡Avina, avina, resplendor puríssim
De l´Essencia invisible del Altíssim!
¡Ay! ¡qu´ens cubreix la tenebrosa nit!

¿Quant, Deu meu, brillará en tota la Terra
L´antorxa de la Fe, que´l Mal desterra,
Y tots veurem universal claror?
¿Quánt el dimoni no rebrá homenatje
Ni tendrá en sòls un cor felís estatje?
¿Quánt serèu NOSTRE DEU, Senyor, Senyor!! -


La llantia del Santíssim llambrejava,
Casi fosca la bòveda quedava,
Y les ombres giravan entorn meu;
Lo pensament enlayre se desfeya,
Y un riu d´ardents llágrimes me queya,
¡Com si´s fongués mon cor per tant de greu!


Juliol 1874.

¡Oh Unidad! ¡Tú no eres hija de la Tierra! Los hombres te persiguen; no quieren albergarte en el hogar de las naciones. ¿Por qué te despiden la vanidad y la ignorancia? ¿Por qué la raza humana se duerme á la impura sombra de malditos altares?

Tú eres astro de maravillosa claridad; deliciosa fuente, que bajas de la Altura, y riegas los verjeles del espíritu. ¡Vén, vén, resplandor de la Esencia Soberana! ¡Ay! ¡que nos envuelve tenebrosa noche!

¿Cuándo, Dios mío, brillará en toda la Tierra la antorcha de la Fe, de nuestros males enemiga, y todos veremos el Sol de tu verdad? ¿Cuándo Luzbel no recibirá homenaje de nadie, ni se aposentará descansadamente en corazon alguno? ¿Cuándo serás NUESTRO DIOS, Señor, Señor!! -
…..........

La lámpara del Santísimo chisporroteaba; la bóveda de la capilla quedaba casi á oscuras; las sombras daban vueltas á mi alrededor. Mi pensamiento se perdía en vaguedades; y por mis mejillas corrían ríos de lágrimas, ¡cual si mi corazon saltase de su centro!

lunes, 20 de septiembre de 2021

Ramon Lull, obras rimadas, introducción

INTRODUCCIÓN.

obras rimadas Ramon Lull, Gerónimo Rosselló, idioma catalan-provenzal, Raimundo Lulio

El gran Ramon Lull (Raimundo Lulio), tan universalmente admirado por teólogos y moralistas, por físicos y químicos, por astrónomos y matemáticos; tan recomendable en la república de las letras como humanista y como ascético; y tan docto en la jurisprudencia como en la medicina, en la astrología como en la náutica; Ramon Lull, el célebre inventor de aquel Arte general que por espacio de cinco siglos ha llenado de asombro el mundo entero, y cuyo nombre brilla con eterno resplandor en la historia de todas las ciencias y de todos los ramos del saber humano, no ha tenido entrada hasta aquí en el catálogo de los poetas; no porque no fuese del número de los elegidos, sino porque la incuria y el descuido han dejado permanecer en la oscuridad y en el olvido las rimas con que daba espansion (expansión) a su ánimo, cantando el orden del mundo y las grandezas y escelencias (excelencias) de Dios.

Semejante abandono si bien puede disimularse a los pasados siglos en que las letras no alcanzaban la atención merecida, fuera imperdonable en nuestros días en que se envanecen los hombres con el título de estudiosos y de investigadores. Así pues, la publicación del testo (texto) original de las obras rimadas del gran pensador del siglo XIII, nos ha parecido no sólo un deber, sino la satisfacción de una deuda que tenía con el mundo literario la patria del gran maestro. A cumplir este deber, a pagar esta deuda consagramos hace tiempo nuestros esfuerzos; y si bien por una parte hemos tenido la fortuna de encontrar códices que reunidos nos han dado por resultado la estensa (extensa) colección que ofrecemos al público, cosa a que no era dado aspirar tratándose de un autor de tan antigua fecha, por otra sentimos no tener mayores fuerzas para hacer nuestro trabajo más digno de unas obras, que amén de su importancia literaria, tienen en alto grado la filológica, por la circunstancia de pertenecer a la época de transición del lenguaje provenzal al llamado comúnmente lemosin y que con mayor propiedad puede calificarse con el nombre más significativo de catalan-provenzal.

Ante esta doble importancia que tienen las obras que nos ocupan, no creemos sea una oficiosidad inútil enriquecer con ellas la literatura nacida de aquel idioma que hablaban en otro tiempo pueblos que dieron el ejemplo de la cultura al resto del mundo, monarcas que se distinguieron por la fuerza de su poder y por el valor de sus conquistas, y soldados que hubieran podido avasallar naciones enteras. Al contrario, estamos persuadidos de que al ofrecer este ejemplo de lo que era capaz ya en el siglo XIII el idioma de los Jaimes, de los Pedros y de los Alfonsos, manejado por uno de los que con más fecundidad y pureza se valieron de él para expresar sus altísimas concepciones, despertará el deseo de sacar del olvido los tesoros inmensos de una literatura digna en verdad de más atención y de mejor suerte.

Lanzándonos pues al desempeño de nuestra humilde tarea, vamos a manifestar simplemente los códices o manuscritos de que nos hemos servido para formar la presente colección:

1.° Uno en 4.° de 115 folios, escrito en papel y pergamino y propiedad del diligente bibliógrafo D. Jaime Antonio Prohens, que ha podido reunir a costa de grandes afanes y desvelos una preciosa colección de obras lulianas impresas y manuscritas que nos ha facilitado con generoso desprendimiento. Este códice de un valor inapreciable es de letra del siglo XV, clara y esmerada, y está muy bien conservado; si bien no exento de erratas debidas al descuido del que lo escribió o al original de donde se sacó la copia. Los versos cortos están a dos columnas, los demás no; y los epígrafes de los capítulos y las iniciales con que estos empiezan son de carmín, sin adornos. Este códice contiene la Medicina del peccat que ocupa poco menos de la mitad de sus folios; sigue después Lo cant de Ramon, las poesías que empiezan A vos dona verge Sancta María, Senyor ver Deus rey gloriós, Lo plant de nostra dona Sancta María, la obra Del consili que feu mestre Ramon Lull malorquí, Lo dictat de Ramon, el opúsculo sobre el pecado de Adán que empieza
Un Senyor rey qui be enten, Lo desconort y concluye con las Horas de nostra dona Sancta María.


2.° Otro en folio de 152 hojas sin numerar, escrito en papel y que nos pertenece. Es de letra de últimos del siglo XVI o principios del XVII y está así mismo muy bien conservado. Carece absolutamente de adornos y no se halla exento tampoco de errores de pluma. Contiene este códice los Cent noms de Deu, a cuya obra siguen las Horas de nostra dona Sancta María, el libro quinto de la Medicina del peccat, bajo el título de Oració per las reglas, el Desconort, el Plant de la verge María que el códice anterior titula Plant de nostra dona Sancta María, la Aplicació de l' Art general, el Cant de Ramon, el Consili, el capítulo III de la parte cuarta de la Medicina del peccat, llamado De trinitat, el citado opúsculo sobre el pecado de Adán, Lo dictat de Ramon, y varios otros capítulos de la Medicina del peccat que designa con el nombre de Tractat de las sinch virtuts.


3.° Otro en folio de abultado volumen existente en la biblioteca del Instituto Balear, y que perteneció en otro tiempo a la de los religiosos dominicos de Palma. Entre varias obras en prosa lemosina ó sea catalana-provenzal debidas a la pluma de nuestro autor, como el Libre del gentil y de los tres savis, de la Primera y segona intenció y de la Consolació del ermitá, hay en este precioso códice la composición sobre L'art de la Alquimia, un índice de los Cent noms de Deu, la poesía que empieza; Senyor ver Deus rey gloriós, y el Desconort, cuya letra se remonta quizás hasta el siglo XIV.

4.° Otro en 4.° existente en la misma biblioteca que contiene entre otras cosas una copia lemosina del Desconort, de mano de D. Nicolás de Pax, varón esclarecido, muy versado en el estudio de las obras de nuestro autor, y traductor de varias de ellas.

5.° Otro en 8.° de 100 folios, que nos pertenece. Es de letra de últimos del siglo XVI y no está exento de frecuentes equivocaciones de pluma, observándose en él muy poco esmero en la ortografía. Contiene los Cent noms de Deu y las Horas de nostra dona Sancta María, copiadas ambas obras de distinta mano.

6.° Otro en 4.° de 24 folios que así mismo nos pertenece. Es de letra también del siglo XVI, y contiene únicamente la quinta parte de la Medicina del peccat bajo el epígrafe de Oració.

7.° Otro en 8.° de 36 folios que se nos ha franqueado, de letra también del siglo XVI, y que además de la misma quinta parte de la Medicina del peccat sobre la Oració, contiene otros varios fragmentos.

8.° Varios códices existentes en la biblioteca del Instituto Balear que entre otras obras contienen algunos de los opúsculos ya citados.

9.° Un tomo en 8.° que comprende una copia moderna de los Cent noms de Deu, sacada quizás de alguno de los códices mencionados anteriormente.

¡O Y por último una copia de mano de D. Joaquín María Bover, que contiene el fragmento que va fielmente incluido en la presente colección, titulado De Lulli. - Lo conqueriment de Maylorcha; cuya copia hemos trascrito exactamente, no obstante de las palabras adulteradas que en ella se observan, por no habernos sido dable consultar el original, aunque nos asegura el Sr. Bover haber cotejado escrupulosamente su traslado con el texto de donde lo sacó.

De todos estos códices hemos podido entresacar las obras rimadas de que hacen mención D. Nicolás Antonio, el P. Antonio Raimundo Pascual y otros bibliógrafos y esclarecidos varones que se han ocupado de las obras y doctrina del gran maestro, si se exceptúan las trovas que escribió éste en su juventud, un tratado de lógica en verso que cita el mismo P. Pascual, y que vio D. Nicolás Antonio, si es que sea el mismo que va mencionado en su catálogo, conocido con el nombre de Lógica de Grozell y que será sin duda el que cita Lulio en su Doctrina pueril y que empieza: Deus per fer á nos honrament, el libro llamado Reglas introductorias al Arte demostrativo, que según dice el citado Pascual, está escrito en verso lemosin; y por último el que el nombrado D. Nicolás Antonio continúa en su catálogo con el nombre de Tractatus vulgaris metricus septem fidei articulos demonstrans: cuyas obras no nos ha sido dable encontrar a pesar de todas nuestras pesquisas.

El mismo D. Nicolás Antonio hace mención en su catálogo de otros opúsculos en verso que no son más que libros separados de los tratados inclusos en la presente colección o continuados con distinto nombre. Así por ejemplo el que continúa bajo el de Orationes per regulas artis versibus rhithmicis vulgaribus, no es más que la parte quinta de la Medicina del peccat sobre la Oración; el que llama Liber ducentorum carminum vulgaris linguæ, es el opúsculo sobre el pecado de Adán; y el que titula Liber hymnorum, quizás sea el llamado Horas de nostra dona Sancta María.

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domingo, 11 de julio de 2021

XI, Dins Miramar, Desconort

XI

DINS MIRAMAR.
DESCONORT que feu Mossen Joseph Taronjí, estant en devota oració, un decapvespre hora baxa, devora ´l sepulcre del Benaventurat
Ramon Lull.
Fou llegit en la VI festa centenaria de Miramar, l´any 1877.

(IMITACIÓ DEL POEMA DESCONORT.)

Ací jau de Ramon la venerable òssa,
Ací descansa l´héroe que viu may descansá;
Perdona, ánima santa, si avuy prop de ta fossa
Desficiós y tètrich l´esperit meu está;
Perdona del poeta lo plant si desvaría,
Lo prech tan sols ascolta del sacerdot cristiá;
Lo vel de l´amargura cobreix l´anima mía,
Con tu un jorn te trobares mon cor se troba ja.
Desconortat te veres y ple de cruel sofratxa,
Sense poder donarnos l´ennobliment humá;
Y á mi també m´empeny del desconort la ratxa,
Com jay qui sens companya per un desert s´en va.

XI
EN MIRAMAR.
Desconsuelo que compuso Mosen José Taronjí, estando una tarde en devota oracion ante el sepulcro del Bienaventurado
Raimundo Lulio.
Fué leido en el VI centenario de Miramar, en 1877.

(IMITACION DEL POEMA TITULADO DESCONSUELO.)

Ahí yacen los venerables restos de Raimundo; ahí descansa el héroe que en vida no descansó nunca: oh alma santa, perdona si hoy junto á tu sepulcro mi espíritu está displicente y sombrío; perdona el delirante lloro del poeta, escucha solamente la plegaria del sacerdote cristiano: el velo del pesar anubla mi alma: como te encontraste tú algún día, al componer el sublime Desconsuelo, así se encuentra ya mi corazon. Desconsolado te viste, lleno de mortales angustias, sin poder alcanzar para la humanidad la nobleza que le deseabas; á mí tambien me arrastran las ráfagas del sufrimiento, y soy como anciano sin guía que anda errante en inmensos arenales.

Llegides de la Historia les ben escrites fulles
Veig les corrents malignes que arrastran tot lo mon;
Del bé de Deu romanen únicament despulles
Que per vestir no bastan les ánimes que hi son.
Mallorca, nostra terra, segueix la torrentera,
La malvestat se mostra pe´l mallorquí horizon;
Mallorca quaix no pensa lo qu´altre temps ella era,
Y apenes si´s recorda del mallorquí Ramon.
No hi há negú que cerqui de Veritat lo temple
Y avuy sanch de ses venes per Jesucrist ne don;
Negú dels infëels lo malestar contempla
Y´l llum de fe divina dins boyres se confón.

Oh Lull, oh noble cor, que ací jaus sots los marbres,
Dígasme ¿qué s´es feta la llum del teu ideal?
De tos desigs y somnis los misteriosos arbres
¿Còm ses arrels perderen al buf del temporal?
Jo cerch de tes idees la poderosa força,
De tes amors vull veure lo místich torrental;
La nau del pensament en nostres aygues orça,
S´afona ó pert les veles qu´esquexa lo mestral.
Drspèrta´t, ombra santa, de gloria possehida,
Del Cel ahon ets devalla, recort de lo inmortal;
En mig de les tempestes als náufrechs de la vida
Mòstra ´ns un raig de gloria qu´es bálsam sens igual.

Al estudiar el gran libro de la Historia, veo las corrientes del mal que envuelven el mundo: del reino de Dios quedan tan sólo tristes ruinas, insuficientes, al parecer, para cobijar tantas almas. Mallorca, nuestra patria, sigue el arrebatado torrente: el genio del mal aparece en el horizonte de la isla. Mallorca no piensa en su glorioso pasado; apénas si se acuerda del mallorquin Raimundo. Nadie busca el templo de la verdad; nadie está pronto á dar su sangre por Cristo; nadie piensa seriamente en el triste estado de los pueblos infieles; y la luz de la Fe divina se pierde en los vapores de las nieblas.

Oh Lulio, oh gran corazon que yaces ahí debajo de estos mármoles, dime: ¿á donde es ida la estrella de tu ideal? Los misteriosos árboles de tus ensueños y deseos, ¿cómo los tronchó sin remedio la furia de los huracanes? Busco la poderosa vitalidad de tus ideas; quiero contemplar la catarata de tus místicos amores. En nuestros mares la nave del pensamiento es asaltada por la tempestad, va á zozobrar, pierde las velas, rasgadas ya por el Noroeste. Despierta, sombra querida, que posees la luz; en medio de la borrasca enséñanos á nosotros, pobres náufragos de la vida, el inapreciable bálsamo de un rayo de tu gloria.

L´estatua del sepulcre s´axeca silenciosa,
Sos ulls de pedra viva me miran fixament,
Rosari de grans grossos estreny sa má dolrosa
Y de la Creu los braços me signa dolçament.
Ja entench, oh cristians, lo que vol dir son llabi,
Consir de ses parpelles lo foch y moviment;
Sense motar s´expressa lo mártyr y lo sabi,
Y á ses paraules verges hi pos tot mon esment.
¡Qué fa de bon sentirles exes paraules nobles,
Que cauen com á flames sobre mon cor ardent!
¡Soldat, tu que portares la llum á tants de pobles,
La Creu era ta espasa, la Fe ton vestiment!

Mes ¡ay! les teues forces... veules avuy perdudes;
Negú de dins Mallorca desitja ton penar,
Los teus afanys indòmits, les teues corregudes
Per dar á tots los hómens del mon un sol altar.
Ta inspiració divina, ta Idea sacrossanta
N´es mel de primavera gustosa al paladar;
Si d´aquest mon la gloria lo flach sentit encanta,
Exa Idea, del ánima lo fons pot encantar.
Oh Idea benhaurada, de la humanal progenie
Sòls tu la gloria vera, sòls tu lo benestar;
Sens tu no hi há pe´ls hómens ni salvació ni venia,
Sens tu los fills del Pare no´s volen abraçar.

La estatua yacente se levanta silenciosa del sepulcro, sus ojos de frío mármol me miran con fijeza; su dolorida mano abraza un rosario de gruesas cuentas, y me señala dulcemente los brazos de una Cruz. Oh cristianos, entiendo lo que quiere decirme su mudo labio; veo en sus párpados el fuego de la vida; sin pronunciar palabra se expresa elocuentemente el sabio mártir; yo presto toda mi atencion á sus vírgenes acentos.
¡Qué placer el mío, al escuchar sus nobilísimas razones! ¡Caen como llamas sobre mi ardiente corazon! ¡Soldado, tú que llevaste la luz á tantos pueblos, tan sólo la Cruz era tu espada, tan sólo la Fe tu completa armadura!

Mas ¡ay! tus esfuerzos... míralos hoy ineficaces; nadie en Mallorca desea padecer tus trabajos, tus indómitos afanes, tus inmortales fatigas, para dar á todos los hombres del universo mundo un solo y mismo altar. Tu inspiracion divina, tu sacrosanta Idea, es semejante á la miel de Mayo, tan agradable al gusto. Si la gloria mundana halaga la vanidad de los sentidos, esa tu Idea sabe encantar el fondo mismo del alma. Oh bienaventurada Idea, verdadera gloria y positiva felicidad del humano linaje; sin ti no hay para los hombres perdon ni salud; sin ti los hijos del Padre no quieren darse un fraternal abrazo.

La gloria, sí, la gloria de Deu il-luminava
Lo front de Lull, y ell sempre ministre d´ella fo;
La Creu de Jesucrist als descresents portava,
La imatge de María, senyera de perdó.
De Mafumet los errors ab lògica batía,
Mantell de fe cristiana donant á la raho;
Juheus y moros treya de la infernada vía,
Volent de la nissaga d´Adam la germandó.
Desde ´l estret de Gades fins á la India ignota,
Dés les arenes líbiques als gels del Aquiló,
Predica del Dimoni l´universal derrota,
De la unitat dels hòmens arbora ´l gonfaló.

¿Y qué ´s son fets, digáume lo fruyt de ses carreres,
Los pensaments hermosos que Lull sembrar pogué?...
Llarch temps ombra li daren quaix totes les banderes,
Y en son palau los papes vejéronlo també.
Pobre, vell, ple d´angunies, després de returarse
A l´Anglaterra y Génova, París y Montpellé,
Los bisbes del concili lo veyan presentarse
Y alt, y ferm, demanarlos ajuda per mercè;
Que los cristians volguessen tornar á la Creuada,
Y, acompanyats de monjos y sabis de gran fe,
Convertissen dels moros la innúmera maynada,
Posantlos sens violencia de Religió lo fre.

Sí, la gloria de Dios iluminaba la frente de Lulio; siempre fué ministro de Ella. Llevaba á los descreídos la cruz de Jesucristo, la imágen de María, bandera de perdon. Con su lógica combatía los yerros de Mahoma, cubriendo la Razon con el manto de la fe cristiana. Sacaba á Judíos y á Moros del camino del Infierno, queriendo la fraternidad de la raza de Adan. Desde el estrecho de Gádes hasta la ignota India, desde las arenas de la Libia hasta las heladas regiones del Norte, predica la universal derrota de Satan, enarbola el pendon de la unidad de los humanos.

¿Y qué se han hecho, pregunto, los resultados de tantos viajes, los hermosos pensamientos que Lulio logró sembrar por do quiera?... Mucho tiempo le dieron sombra casi todos los pabellones; los papas recibiéronle tambien en su palacio. Pobre, viejo, achacoso, emprende otro viaje á Inglaterra, á Génova, á París, á Mompeller; y los obispos del concilio de Viena venle presentarse ante ellos, y altivo, y firme, suplicarles por caridad que le ayudasen en su empresa. Que los Cristianos volviesen á la Cruzada, acompañados de multitud de monjes y sabios de ardiente fe, y convirtiesen las innumerables tribus de la morisma, poniéndoles sin violencia el saludable freno de la Religion católica.

¡Quín goig lo seu quant era prior d´aquella Ermita
Que´l bon rey de Mallorca per ell volgué bastir!
La bella mar sens terme, les penyes sense fita,
Los arbres de la selva, lo cant del Monestir...;
Tot son cor inflamava, tot nodría sa pensa;
L´Amich be contemplava l´Amat á son albir;
La lluna que sortía, per l´estelada inmensa,
Mil voltes ascoltava son ardorós suspir.
Los tretze religiosos, de Miramar pe´ls claustres,
Los orientals llenguatjes solían repetir;
Ramon los esguardava guaytant en los balaustres,
Y en la Creuada nova fixava son consir.

¡Creuada de la Idea! Per ço de nit y día
Ramon estudiava lo plá del Univers,
De los cels contemplava bell ordre y harmonía,
De Deu y criatures sabía lo comers.
Per ço ben dematí Blanquerna se levava,
Y oracions matutines d´angelicals concerts,
Ab cor molt abrasat d´amor á Deu, alçava,
Per fer fugir l´astucia del enemich pervers.
Per ço llibres y llibres la font de la Sapiencia
Dictávali sens treves en mig de los deserts,
Llibres de santedat, espill de la ciencia,
Pastura saborosa qu´atrau als nobles sers.

¡Qué gozo el suyo, al ser nombrado prior de aquel Eremitorio, que el buen rey D. Jaime II de Mallorca mandó edificar para él! El hermoso mar sin límites; los montes no cercados; los árboles de la selva; los cantos del Monasterio; todo inflamaba su corazon, todo nutría su espíritu. El Amigo contemplaba incesantemente al Amado. La luna que salía, por la inmensa bóveda de las estrellas, mil veces escuchaba su ardoroso suspiro. Los trece religiosos aprendían en los claustros de Miramar las lenguas del Oriente; desde las galerías escuchaba Raimundo, fijando su consideracion en la nueva Cruzada.

¡Cruzada de la Idea! Por eso noche y día Raimundo estudiaba el plan del Universo, contemplaba el órden y armonía de las esferas, entendía las relaciones que unen á las criaturas con el Creador. Por eso madrugaba mucho el ermitaño Blanquerna, y, con el corazon abrasado en el amor divino, para evitar las astutas asechanzas enemigas, elevaba á Dios las angélicas notas de las oraciones matinales. Por eso la Fuente de la Sabiduría dictábale sin cesar innumerables libros, áun en el fondo de los desiertos; libros de santidad, espejo de la ciencia, pasto sabroso de las almas grandes.

Oh tu de Miramar històrica ruina,
¿Recordas la figura del ermitá senyor;
Son captener simpátich, sa inspiració divina,
Ses passes magestuoses, son perpetual clamor? -
¡Ay! ¡ay! Dins los abismes de lo Passat caygueren
Los claustres hont sonava la místiga remor,
Per sempre ses corones de gloria se desferen,
Y ni les fulles sabies tenim de l´antigor.
¡Ay! ¡qué n´havem perdudes de sobiranes glories!
¡Còm pot aconortársen lo fèrvit amador?
¿Ahónt son de Ramon Lull les ínclites memories?
¿Ahónt son les belles págines del inmortal autor?

Quant hi pens, l´agonía rohega mes entranyes:
¡No hem sabut estamparlos sos llibres més altius!
Aplech de ses grans obres en les nacions estranyes
Se feu, mes no´l conexen los balears arxius.
Aquella dolça llengua, corrent de sabiesa,
Que d´unció y d´harmonía donávali amples rius,
Apenes si pe´ls sabis del día n´es entesa,
Per més que sos mots sían valents, y purs, y vius.
Demá, quant podridura s´hajan tornat les obres
Que´ns restan arrufades com fulles de los nius,>
Nostres Jurats y prínceps, d´aytal riquesa pobres,
Devant la Historia patria no al-legarán motius.

Oh tú, que nos escuchas, histórica ruina del Colegio de Miramar, ¿recuerdas la figura de aquel ermitaño caballero? ¿Recuerdas su simpático continente, la inspiración de su mirada, su majestuoso andar, sus no interrumpidos clamores? -
¡Ay! ¡ay! Los claustros donde resonaba el místico murmullo de la oración, se derrumbaron en los abismos de lo Pasado; deshiciéronse para siempre sus gloriosas coronas; y ya no nos quèdan de la antigua edad ni las hojas más venerandas. ¡Ay! ¡cuántas soberanas glorias hemos perdido! ¡Cómo podrá resignarse á tal estrago el amador entusiasta? ¿Dónde están las ínclitas memorias de Raimundo Lulio? ¿Dónde están las bellas páginas del inmortal autor?

Cuando pienso en ello, la angustia devora mis entrañas. ¡No hemos sabido dar á la imprenta, puros, sus más sublimes originales! Las naciones extranjeras coleccionaron traducciones latinas de sus grandes obras; pero los archivos baleares apénas conocen tal edicion. Aquella dulce lengua, corriente del saber, que en su boca se transformaba en impetuoso río de unción y de armonía, apénas la entienden los ilustrados modernos, por más que sus vocablos tan enérgicos, tan castizos, estén en uso todavía. Mañana cuando la carcoma haya destruido las obras, que áun nos quedan arrinconadas como las hojas en los nidos, nuestros Jurados y magnates, perdida tal riqueza, no podrán alegar excusa alguna ante el severo tribunal de la Historia patria.

No podrán al-legarlos devant de l´alta Ciencia,
L´empagahida cara tendrán que decantar,
Perque en lo nostre sigle d´industrial potencia,
La joya més preuada no volen conservar.
¡Ángel dels ulls de foch, Historia mallorquina,
Tu que guaytas perenne del Puig Majó á la mar,
Ab quín estil més negre la tontedat mesquina;
La nostra indiferencia per temps sabrás contar!
Tu dirás que teníam ací y allá bells Códices
De Lull, y per peresa los hem dexat corcar,
Sens que hi hagués un ánima que removent los óbices,
En edició magnífica li fes un nou altar.

¡L´altar! ¡oh! esta paraula renova ma ferida.
¡L´altar! ¡Sòls un s´axeca, sòls un en trist convent,
Sòls un en tot Mallorca remembra que la vida
Va dar lo sabi Mártyr, de Deu en honrament!
Després de sis centuries no podem dirli encara
De Sant y de Doctor lo propi tractament;
¡A Ell, qui en son posat, y fets, y seny, y cara,
De Sant y de Doctor portava l´ardiment.
A Ell, qui componía l´Art general, Blanquerna,
El Félix, y les altres estrelles del talent;
A Ell, que vuytantí, lluny de la llar materna,
Per Jesucrist sofría pedrades y torment!

No podrán alegar motivos ante la alta Ciencia; tendrán que esconder avergonzado el rostro; porque en el siglo de la omnipotencia industrial no quieren conservar, por medio del arte, una joya de valor tan subido. ¡Ángel de las miradas de fuego, Historia mallorquina, tú que observas perennemente los acontecimientos que se suceden desde el Puig Mayor al mar, con qué negros colores pintarás nuestra torpeza, nuestra ruin desidia! Tú dirás que teníamos acá y acullá bellos códices lulianos, y por pereza hemos dejado que la polilla los corroyese! ¡Y no ha habido un alma generosa que, removiendo los obstáculos, publicase la magnífica edicion genuina, castigada, de las obras de Lulio, levantándole con eso un nuevo sublime altar!
¡El altar! ¡oh! esta palabra renueva mis heridas. ¡El altar! ¡Sólo uno se levanta, sólo uno en triste convento, sólo uno en toda Mallorca nos hace recordar que el sabio mártir dió su vida por la gloria de Dios! Despues de seis siglos, todavía no podemos darle canónicamente el tratamiento, que tan propio le es, de Santo y de Doctor. ¡A Él, que en su talle, en su historia, en su genio, en su rostro, llevaba el ardimiento de la Santidad y de la Ciencia! ¡A Él, que componía el Arte general, el Blanquerna, el Félix, y las otras estrellas del talento! ¡A Él, que octogenario, léjos del hogar de sus padres, era apedreado por amor de Jesucristo y padecía martirio por la Fe católica!

No voldría pensarhi, perque un corcó maligne
M´estreny del cor la boca, qu´apenes puch dir ¡ay!...
Veig d´uns l´indiferencia, dels altres l´odi indigne,
Y´l llum de sa capella que fa´l derrer baday.
Per altra part los moros y heretjes qu´ell cercava
Dur á la Fe, no hi vénen, ans gosan més espay;
Tothom oblida´l fí que Lull tan desitjava,
Tothom pert la semblança d´aquell gloriós miray.

¡Ah! sòls una esperança conceb que m´enamora:
La dolça poesía renaix y té espiray.
Ramon, de los poetes vindrá ta nova aurora;
¿Nosaltres oblidarte, Ramon? ¡Jamay, jamay!

Decembre de 1876.

No quisiera pensar en ello, porque entónces una violenta pasion de ánimo me oprime el corazon, que apénas puedo respirar. Veo en unos el frío de la indiferencia, en otros la indignidad del odio; y la lámpara de su Capilla da las últimas boqueadas. Por otra parte el Mahometismo y la Herejía, que él deseaba reducir á la Unidad cristiana, no han venido; ántes, al contrario, ocupan más territorios, deshonrando el planeta.
Todos se olvidan del fin que tanto deseaba Lulio; todos pierden la semejanza de aquel gloriosísimo espejo.........

¡Ah! Solamente concibo una esperanza, que es amor y consuelo mío. La dulce poesía de los antiguos tiempos renace, y tiene poderosas expansiones. Raimundo, de los poetas vendrá tu nueva alborada; ¿nosotros olvidarte, Raimundo? ¡Jamas! ¡jamas!

(V. nota 7.)

viernes, 27 de agosto de 2021

JOSEPH LLUIS PONS.

JOSEPH LLUIS PONS.

(José Luis Pons y Gallarza)

José Luis Pons y Gallarza


Passá l'edat de sa jovenesa a Barcelona y allá feu sos primers estudis. Essent encare jove, se llicenciá en jurisprudencia y en filosofía, sense qu'aquests estudis li fessen oblidar les lletres amenes que havia mostrat estimar desde petit. En l'any 1849 obtingué per oposició la cátedra de Retórica del Institut de Barcelona, qu' ab gran profit de l'ensenyança dirijí fins a l'any 1851, en que li fou concedit baratarla ab la de Geografía y de Historia del Institut Balear que regeix avuy en dia ab aplaudiment dels qui l'escoltan. Les estones d'espay que li ha dexat l'ensenyança, de llevores en çá les ha dedicades a la literatura, y moltes son les poesies y articles en bona prosa castellana que té escampats en diferents periodichs y revistes literaries.

Entre les obres castellanes qu'ha publicat, fetes casi totes ab l'intenció de trencar a sos dexebles el camí de la ciencia, podriam enomenar: Introducción al estudio de los autores clásicos, latinos y castellanos, Estudio de autores clásicos, Segundo curso, Sumarios de Historia universal y de España y are ultimament una altre titolada Elementos de Geografía.

Des que soná a Barcelona lo primer crit de renaxensa, se mostrá ardent amador de la nostra llengua, y poques son les poesies que de llevors en çá té escrites en la castellana. 

Fou un dels set mantenedors en lo primer any de la restauració dels Jochs florals y president del Consistori en l'any 1870. Sa poesia Lo treball de Catalunya guanyá l'any 1862 un premi ofert per lo Ateneo de la classe obrera, y en los anys vinents obtingueren joya La Llar, La mort dels Moncades y La montanya catalana, y accessit Les dues corones y L'olivera mallorquina. Havent guanyat les tres joyes qu'exigexen los Estatuts dels Jochs florals en l'any 1867, fou proclamat Mestre en gay saber, essent lo terç dels poetes mallorquins que han pogut lograr esta honrosa y tan desitjada distinció.

Naxque eix poeta lo dia 24 d'agost de l'any 1823.

(Nota: A Ramon Lull no li fa falta. Mireu lo llibre obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de Gerónimo Rosselló, lo primer autor que apareix an este llibre; lemosina y variáns es una paraula que fa anar prou vegades // 
Cuánto daño a gente inteligente hizo la renaxensa, renaixença o renaxement, renaixement de este dialecto occitano llamado catalán. // Va naixe lo día de San Bartolomé; qué raro que no li ficaren Tolo)

obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de Gerónimo Rosselló


ORACIÓN

INAUGURAL

QUE LEYÓ

EN LA SOLEMNE APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO

DE 1856 A 1857

ANTE

LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA,

D. JOSÉ LUIS PONS Y GALLARZA,

Licenciado en Jurisprudencia y Filosofía, Catedrático de Autores clásicos

en el Instituto agregado a dicha Universidad, etc.

BARCELONA.

IMPRENTA Y LIBRERÍA POLITÉCNICA DE TOMÁS GORCHS,

calle del Carmen, junto a la Universidad.

1856.

(Edición de Ramón Guimerá Lorente. Se actualiza la ortografía, ejemplo palabra á : a; ó : o, eleccion : elección, etc.) 

ILUSTRÍSIMO SEÑOR.

La enseñanza del arte de bien decir que me está encomendada justificaría la elección que de mí ha hecho V. S. Ilma. para llevar la voz en esta solemnidad académica, si por un raro y feliz consorcio me fuera dado sellar con el ejemplo aquellos preceptos que mi labio se complace en recomendar a la juventud. Empero a mayor lejanía que el astrónomo de la radiosa estrella, cuyos movimientos observa y mide, me ha dejado inferior a sí el astro de la elocuencia, inasequible aunque placentero objeto de mis esfuerzos y meditaciones. No temo de vuestra ciencia tolerante, ilustres comprofesores, ni quiera el cielo que en mí acaezca, que por la tosquedad del artífice sea culpado el arte; pues sabéis que no basta a realizar el tipo ideal de la belleza aquel amor con que los hombres entusiastas le concebimos tendiendo nuestros brazos anhelantes hacia sus siempre fugitivos resplandores. Olvidaos, si os place, de las doctas y exquisitas razones que en días cual el de hoy habéis o proferido o escuchado, y permitidme que en gracia de esos jóvenes alumnos a cuya erudición tenemos consagradas nuestras vidas ocupe vuestra atención hablándoos de los estudios oratorios, los cuales, si bien apoyan su raíz en la enseñanza elemental, se extienden y entrelazan por todas las ramas del árbol de las ciencias en vosotros tan dignamente simbolizado.

Es vulgar, aunque controvertida verdad, que la oratoria desempeña en las sociedades un destino civilizador y benéfico, por más que en ciertas ocasiones haya venido su acción a ser escasa o nociva. A corroborar esta verdad fecunda en consecuencias irán encaminadas mis breves reflexiones; asunto que no por antiguo carece de interés actual ya que hoy (en) día ciertas escuelas políticas y literarias se declaran hostiles a la locución pública y al arte que tiene por objeto perfeccionar su ejercicio.

Es la oratoria el género de composición literaria que más vastas y directas aplicaciones recibe en la sociedad; aquel en que las miras de utilidad práctica en mayor proporción se combinan con los fines artísticos de la belleza; el que exige al poeta la experiencia y cordura del filósofo, y al filósofo la brillantez dramática de la poesía. En la tribuna pública la inteligencia de un hombre escogido se comunica con las de sus hermanos, no por el inerte lenguaje de la escritura sino por la palabra viva, animada por el gesto y la acción, idioma genuino que enseñó Dios a los corazones para entenderse y amarse.

La elocuencia escrita que nació de la hablada para suplirla, extenderla y perpetuarla, es el cedro aromático que conserva las riquezas de la tradición e impregna de su delicioso perfume las obras de la inteligencia. Por ella leemos con veneración los fastos del universo y las proezas de nuestros abuelos; por ella gustamos con placer la copa de la sabiduría, y meditamos acompañando a la imaginación por sus aéreos caminos. Mas esa regalada esencia que embebida en el pensamiento se transmite del individuo a los pueblos y a las generaciones nunca transciende con tal pujanza como cuando se aúna con la eficacia simpática de la voz y del gesto. Obra entonces con actividad más intensa en la voluntad humana, insinuándose en sus afectos y seduciendo al juicio mismo. 

Para instruir o halagar basta con que escribamos; para obligar a querer es preciso que hablemos.

La elocuencia hablada es la elocuencia por antonomasia, en todo su vasto poder y con toda su influencia social. Los tribunales, los consejos, las asambleas se gobiernan por la voz de los oradores. A ella ceden los pueblos irritados, o a sus acentos se alzan contra la tiranía. Siempre el más elocuente es quien persuade; y quien persuade ese es quien manda. Cuando las ideas y los sentimientos comprimidos en cada pecho no hallan salida ni ejercen acción, un hombre se levanta, y adivinando lo que todos anhelan y no consiguen decir, interpreta las intenciones y deseos de la multitud, habla a cada uno su lenguaje, y mientras al parecer se ciñe a expresar la opinión del concurso le impone su voluntad, ejerciendo el más soberano acto de predominio personal, el más elevado de los poderes concedidos a los mortales.

La oratoria es un espectáculo. Mientras el sabio al resplandor de su lámpara solitaria ensaya la solución de los inagotables enigmas de la ciencia; mientras el historiador sentado ante sus tablas de bronce, rodeado de pergaminos y medallas burila para la posteridad imperecederos recuerdos; mientras el poeta al pie de un torreón, alzados a la luna sus ojos, modula entre los murmullos de la noche los acentos de su ideal esperanza; el orador henchida la mente de probados consejos y el pecho de amor al hombre sube las gradas de la tribuna y paseando su vista por una muchedumbre cuyas miradas y atención convergen hacia sí, autor y actor a un tiempo, concibe, expresa y representa, ilustra, seduce y avasalla. Menos permanentes sin embargo sus laureles suelen marchitarse poco después del triunfo, y cada vez que el bien público y el amor a la gloria le llaman a dar muestra de sus talentos se ve obligado a alcanzar con una nueva creación una nueva corona. El orador se reproduce todo entero en cada una de sus obras, porque a cada una imprime la claridad de su pensamiento, el fuego de su fantasía y hasta la expresiva majestad de sus acentos y actitudes. Al cerrarse sus labios todo desaparece; ni es posible conservar un fiel trasunto de su peroración; así como se fija por los aparatos fotográficos el ornato de las catedrales, y se guardan cifradas en la nota las más delicadas inspiraciones de la música. Dante, Walter Scott y Rossini pueden ser patrimonio de imitadores; pero ¿quién es capaz de resucitar a Demóstenes?

Como la pública locución sea la expresión más personal del pensamiento y las pasiones, son sus efectos los más poderosos en las instituciones y en las costumbres. La discusión oral, madre de la oratoria, está en la índole y en las necesidades del hombre, siendo una condición de sus descubrimientos intelectuales y del ejercicio de su actividad moral. Sin ella las luces y los sentimientos del individuo cesarían de recorrer la órbita universal por donde ahora rápidamente circulan, y aislados los espíritus iríase lentamente extinguiendo la vida de las sociedades. - Desde los cariñosos consejos que el patriarca reparte a su familia sentada en torno suyo bajo la encina secular, hasta las vehementes peroraciones del varón político en la asamblea, vemos a la oratoria gobernar las resoluciones del hombre, más presto a ceder a la voz de otro hombre elocuente que capaz de deliberar por sí mismo, aunque sea con el poderoso auxiliar de la lectura.

Pero ¿me será lícito atribuir a la elocuencia hablada que hoy forma mi objeto esa tan profunda influencia que es quizás hija de la fuerza propia de las ideas y sentimientos o del mero hecho de su propagación? No ignoro que la palabra no es más que el signo de la idea o del objeto; ni desconozco el poder ilimitado de las opiniones y creencias engendradoras de sectas y partidos, y llego a concebir en la esfera de lo posible la transmisión de esas creencias y de los afectos que las acompañan por medio del lenguaje desnudo de todos los atractivos con que el talento y el arte oratorio saben ataviarle. Mas decidme: entre esa multitud de fuerzas morales que sostienen y conducen el mundo de la inteligencia a la manera con que la gravedad y otras fuerzas físicas equilibran el orbe en que vivimos, ¿no distinguís bien deslindada esa que extiende y por decirlo así empuja el pensamiento de unos a otros individuos, le vivifica, le ilumina, le inflama y le hace irresistible? ¿Es esa elocuencia oral una ilusión de los preceptistas, un mero efecto de las circunstancias, o es más bien un don real de la Providencia inherente al de la palabra y cuyo destino bienhechor es el de hermanar nuestro linaje en la vida, aumentando el recíproco influjo de nuestros deseos y creencias? Si así no fuera, ¿sentiríamos tan viva emoción desde las primeras palabras proferidas por un labio elocuente? ¿Nos dejaríamos seducir y someter por ella, cediendo al predominio de una voluntad que sola, sin fuerzas ni autoridad se atreve a torcer y a confundir nuestros designios, y logra esclavizar el último recinto de nuestro albedrío? ¿Para qué hubiera Dios creado hombres cuya habla vertiera luz y belleza y les hiciera dueños de las simpatías de todos sus semejantes? Aquel universal asentimiento que siempre sabe alcanzar la verdadera elocuencia; aquella noble humillación con que el salvaje arroja su arco a los pies del misionero y se inclina a besar la cruz de su sayal; aquella placentera condescendencia que siente el magistrado al persuadirse de que le es lícito restituir al reo el aire de la libertad y las dulzuras de la familia; aquella entusiasta convicción con que a la voz de un hombre corre un pueblo entero a las armas; todo, todo nos patentiza el origen providencial y el bienhechor destino de la oratoria.

A tan obvia verdad hubieran al parecer de haber cedido los talentos que guían a la humanidad: mas lejos de armonizar en este punto sus opiniones, muéstranse en divididos campos, unos apasionados partidarios de la locución pública, y otros tan enemistados con ella que a ser posible condenaran a perpetuo silencio a todo el que llevara el nombre de orador. Esta controversia, si bien adormecida por la universal tibieza que predomina hoy en la esfera de las teorías, no deja de subsistir en lo que tiene de práctico y aplicable a aquellas instituciones en las cuales la oratoria desempeña un papel de importancia. Cuestión es que afecta a la jurisprudencia si la oratoria propiamente dicha es o no admisible en los tribunales; cuestión es que atañe a la teología si la predicación oral admite o no los recursos oratorios del arte mundano: cuestión es que a la política pertenece, si la oratoria ilustra o extravía a los parlamentos; y cuestión en fin con todo saber enlazada si la elocuencia oral puede contribuir a la indagación y propagación de la verdad científica. Acorde con la experiencia en estas cuestiones la mayor y mejor parte de las autoridades literarias, resuélvelas afirmativamente: mas desde remotos siglos vienen eminentes escritores combatiendo la elocuencia, si bien que en obras capaces por sí solas de acreditarla.

Desde Aristóteles a Schlegel, no solamente muchos filósofos sino ciertos literatos no han ocultarlo su repugnancia hacia el arte de los oradores, ya concibiéndole como una consecuencia de las pasiones y debilidades humanas, ya como una emboscada presta contra la razón y el albedrío, ya como un juego sofístico y pueril indigno de las almas robustas. Ya se le ha envuelto en el anatema fulminado contra toda belleza poética; ya se le ha negado su naturaleza literaria relegándole a la esfera de los negocios, como si fuera una simple combinación de los intereses eclesiásticos, políticos o judiciales. 

Tan exageradas apreciaciones, aunque condenadas por la constante sanción de los tiempos, no han dejado de modificar las creencias en algunos, influyendo en la prosperidad o decadencia de la oratoria. Amarga verdad es que los hombres elocuentes han justificado a veces con sus extravíos esos cargos dirigidos por su causa al arte mismo. Sin embargo en la dilatada vida de este no son más numerosos los ejemplares del abuso que los del beneficio; antes bien se observa que el verdadero esplendor literario de la oratoria ha sido siempre compañero de las virtudes públicas y de la grandeza de las naciones. Otorgadme unos instantes más de atención, y recorriendo con paso rápido los hechos hallaremos en ellos las causas por las cuales la locución pública prosperando o decayendo, ha derramado en la sociedad ya flores ya veneno.

¿En dónde se oculta la cuna de la elocuencia? ¿Fue bajo las fructíferas palmeras del Asia, o en el culto suelo de la Grecia o en los ignorados peñascos del septentrión donde por vez primera un caudillo arrastró con su voz a los guerreros primitivos? 

Aunque pudiera darnos en esto luz la aurora de la historia que sólo amanece tras la noche de la creación, jamás debiéramos indagar el origen de un talento que no tiene otro padre que el Omnipotente, otra patria que el mundo, ni otro límite que la humanidad. Espontanea brotó la elocuencia en los labios de las generaciones ante-históricas, como el agua de sus arroyos, como la miel de sus colmenas; tan espontanea como ahora se reproduce en cada hombre al renovarse en él como en nuevo Adán todos los fenómenos de la creación y del estado de naturaleza. La sociedad trajo consigo la observación y la imitación, y estas dieron vida al arte, cuyo destino es regir todas las fuerzas y aptitudes de la organización humana.

Cuando la historia literaria de Grecia, la más vulgar entre las antiguas, empieza a nombrar a los que se llaman sus primeros oradores, ya existe el arte en su forma más o menos empírica.

Después de la elocuencia fabulosa simbolizada en los mitos de Orfeo y Anfión; trascurrida la edad de la oratoria poética representada en Ulises, Néstor y otros caudillos homéricos, Solon al ofrecer a los Atenienses el don de sus ejemplares leyes, queriendo asegurarlas una obediencia inteligente, granjeóse la sumisión del pueblo avasallándole con su sabiduría y dulzura de su palabra, sin que pueda dudarse de que el prestigio oratorio que gozó, fue un poderoso auxiliar de sus virtudes cívicas y de su ciencia. 

Temístocles, Pisístrato, Alcibíades y los otros varones políticos o guerreros a quienes debió la Grecia su independencia y civilización, más bien por sus ardientes peroraciones que por sus altos hechos se ciñeron aquella esplendorosa aureola que deslumbra todavía al que lee los fastos de las generaciones de Maratón y de Platea. Pericles, el audaz orador que aun hoy en día avasalla con su nombre al siglo que dominó con su facundia, por más que no exento de las comunes tachas de ambición y tiranía, levantó los corazones griegos a una altura de sentimientos capaz de inspirarles con la emulación de las pasadas y recientes glorias de su país el generoso aliento necesario para sobrepujarlas. El sacro fuego del patriotismo, la constancia en la adversidad, la templanza en el triunfo, la gratitud hacia los bienhechores del pueblo, la entusiasta altivez, el amor a la belleza, a la virtud y sobre todo al heroísmo, joyas del espíritu con que el carácter griego se fue enriqueciendo, no son otra cosa que la recompensa del entusiasmo con que la multitud enaltecía a sus oradores, Sin su habla eficaz, jamás hubieran sido vencidas la debilidad esencial, la versatilidad y ligereza que oponía la índole de los Atenienses a las exhortaciones de cuantos aspiraban a conducirles a dominar el Asia entera. La gloria política y militar de Atenas debióse en su mayor parte a la elocuencia de sus caudillos y legisladores, así como su gloria científica a la elocuencia de sus filósofos. ¿Quién negará a Demóstenes el título de bienhechor de su patria? Pues bien: el que arrebató a Esquines la envidiada corona, doble premio de sus servicios y de sus talentos, en vano hubiera luchado contra el Macedonio si le faltara aquel su invencible acento más poderoso que el oro y el hierro para poblar los mares de armadas y los campos de cadáveres enemigos. La imaginación ática cedió al fanatismo que la comunicaban las inspiradas voces de Temístocles y Alcibíades, gozóse con los pulidos discursos de Isócrates y los oradores de su esmerada escuela; aplaudió la cultura de Iseo, Lisias y Esquines y obedeció a la pujanza de Demóstenes, Esta serie de oradores de primer orden que descollaba entre un pueblo de oradores, no sólo prueba la fecundidad literaria del suelo griego, mas la influencia que el arte de decir tuvo en su civilización clásica y deslumbrante aun en medio de sus desaciertos políticos y de su progresivo abatimiento. Atenas fue grande por sus héroes y por sus sabios; sabios y héroes en Atenas fueron elocuentes.

Cuando la planta de hierro de Alejandro sofoca la voz de la elocuencia en la garganta del último orador ateniense; cuando crece la yerba al pie de la tribuna popular, mirad como el antiguo valor y las virtudes cívicas huyen también como solían huir los penates del territorio conquistado. En vano la escuela de las ciudades se esfuerza en reanimarse: no veréis aparecer en sus plazas un ciudadano que proponga con valerosas palabras leyes bienhechoras; y si al pasar por un gimnasio oís las declamaciones de los sofistas degenerados sobre fingidas controversias, si os atraen la volubilidad de su lenguaje o el falso brillo de sus premeditados conceptos, apartaos: os engañáis: no está con ellos la elocuencia.

Reflejándose en la Roma de los decemviros las instituciones políticas y judiciales de Grecia, despertaron en los hijos de Rhea el amor a la elocuencia, nuevo en sus corazones belicosos. A Fabricios, Curios y Camilos, sucedieron Lelios, Catones, y un Escipión capaz de decir en su defensa a la plebe acusadora en el día del juicio: En tal día como este salvé a Roma y destruí a Cartago; vamos a dar gracias a los dioses inmortales.

Retumbó la voz agitadora de los Gracos entre las convulsiones de la república; y cuando el puñal de la venganza dejó inmóviles sus labios enardecidos, las doctas peroraciones de Crasos, Antonios, Scévolas y Hortensios prepararon el verdadero reinado de la oratoria fabricando su cetro a Marco Tulio. Cífranse en este solo nombre la explicación, la historia y la defensa del arte de decir. Preguntadle por su naturaleza y sus preceptos, y seis no sobrepujados escritos os demostrarán que el sol de la elocuencia hace germinar en la sociedad talentos y virtudes; y que a su calor fecundante nacieron en el pueblo conquistador aquellos prudentes senadores cuyas deliberaciones resolvían la suerte del mundo. Esos libros impondrán silencio a los que sólo extravíos y corrupción esperan de la locución pública; porque escritos por quien no abusó jamás de su poder, y mientras duraba el recuerdo de los varones que guiaron tantas veces con su palabra al rey de los pueblos hacia la majestuosa grandeza que le hizo llamar pueblo de reyes, no podían calumniar así al más bienhechor de los talentos. Y si no bastan los ejemplos consignados en esas páginas, de la influencia saludable con que los oradores antiguos sostuvieron los fueros de la razón, de la justicia y del bien público en el senado y en el foro, cerrad el libro de Claris oratoribus, y abrid el que contiene los discursos de su autor. Cicerón mismo es la mejor apología de su arte. Elevado por él a las primeras magistraturas y lo que es más a una reputación sin rival, no le empleó jamás en alucinar a la multitud en su provecho, ni quiso por su medio asaltar las dignidades y los honores. Habló en pro de los oprimidos, habló contra los malvados aunque fueran poderosos, abogó por la causa de las libertades patrias, lidió contra las usurpaciones del poder, y generalizando las doctrinas filosóficas con incansable celo atesoradas, ilustró su época y preparó la de Augusto en que Roma iba a subir a lo alto de la rueda de su destino. En la corle de poetas de este primer emperador ved apagarse la tea de la elocuencia en las aguas de la corrupción. Muerto el espíritu público y la dignidad cívica, sometida la justicia a la voluntad del soberano, la oratoria nada puede hacer en bien de la patria. Más tarde, algunos malos oradores se consagran a la delación y a la calumnia; porque sólo la calumnia y las traiciones se abren paso en aquellos tenebrosos días de los Calígulas y Claudios. Pero escuchad. Suenan en el foro las arengas de Quintiliano. ¿Habrá revivido el gran Cicerón? No es el español instrumento de ricos ambiciosos, ni sanguinario perseguidor de leales; es un docto imitador y émulo de aquel maestro: es un buen patricio; un paciente preceptor que alienta con sus consejos y con su ejemplo a un mismo tiempo la probidad y el gusto literario. Síguele Plinio, digno de alabar a Trajano; y el autor del diálogo sobre la corrupción de la elocuencia no arrastrando tampoco por el común decaimiento, al señalar sus causas corrobora el paralelismo que sigue el esplendor de la oratoria con la pureza de la educación, la integridad de las costumbres, y la prosperidad del régimen del Estado.

Cual si esta verdad permaneciera controvertible tras las dos épocas ejemplares de los oradores clásicos, el mismo Dios-hombre sirviéndose de la elocuencia oral para la propagación de su santa doctrina abre en la predicación evangélica un palenque ilimitado en que hasta la consumación de los siglos la locución pública ha de combatir y vencer, no ya las preocupaciones de un magistrado, ni la obstinación de un partido, sino los más escondidos y tenaces hábitos que encarrilan el corazón humano en los senderos del vicio. Desde entonces el eco de los nuevos discursos empieza a susurrar con timidez bajo las catacumbas; vibra con ternura en las solitarias mansiones de las vírgenes y los eremitas; déjase percibir entre los círculos del pueblo; suena en los secretos gabinetes de los palacios, y creciendo con sobrehumana intensidad rasga los paños que ensordecían su timbre, y truena repitiéndose de gente en gente desde lo alto del templo de Constantino. A la oratoria divina del Maestro y los apóstoles, suceden las caritativas y sentidas exhortaciones de los obispos de la primitiva cristiandad, y con las apologías de Tertuliano y Orígenes, con las fervorosas pláticas de los Ciprianos, Gerónimos y Agustinos, de los Gregorios, Basilios y Crisóstomos extiéndese la fé reanimando el espíritu en el imperio mientras sus miembros eran por todas partes dilacerados. 

El renacimiento de la humanidad obrado por el Cristianismo pone en contacto la nueva elocuencia con el sepulcro de la antigua, haciendo que al terminar el último epílogo de Cicerón se oiga la introducción de la primera homilía de S. Pablo. El ángel de la persuasión cristiana inspira saber, virtudes y heroísmo a los siglos que dejaba huérfanos la muerte de la civilización antigua y el silencio de la Suadela clásica. De la fuerza de las convicciones que sabe arraigar en las almas responden los tormentos de los mártires; y de la claridad que esparce en el universo, la multitud de los que no sabiendo más que escuchar, aprenden a concebir las verdades más exquisitas, y las conservan para legarlas a sus descendientes. Cristiana y guerrera la edad media, sus oradores están en los templos o en los campos de batalla. No tiene un senado con Catones y Tulios, ni una plaza con Pericles y Demóstenes; pero tiene concilios en que reyes, magnates y soldados, se someten a la elocuencia de los sacerdotes; tiene controversias en que las herejías luchan contra la fé, como los adalides en las justas; tiene empresas como las Cruzadas en que el entusiasmo alentado por la exhortación se precipita contra el mar, la sed y las cimitarras; tiene sesudos consejeros para guiar el armado brazo de sus monarcas, y pecheros que empiezan a enseñar a la muchedumbre sus olvidados fueros.

Clásica todavía, es decir, erudita e indigesta en sus formas pero popular en el fondo de sus doctrinas, la elocuencia de aquellas edades no queda rezagada tras la civilización, antes bien guíala fomentando sus instintos hasta que viene a sorprenderla el renacimiento. Entonces a las tumultuosas arengas de los caudillos, a las belicosas argumentaciones de los prelados, suceden las discusiones de la ciencia, de más tranquilo carácter y con resultados más fecundos. Los oradores se han refugiado de los castillos a las cortes y a los tribunales. Pedro el ermitaño no tiene ya que arengar a los cruzados en las arenas de la playa; pero apiñados en Trento los doctos defensores de la fé ortodoxa, luchan con enemigos más espantables que Saladino, contra los cuales a su vez se arman los labios de Bossuet y Massillon, de Fenelon, Flechier y Bourdaloue, de Ávila y Granada. En la arena política los aceros tienen que abrir paso a los ciudadanos para subir a la tribuna; por eso en vano buscaréis en edades casi contemporáneas una oratoria que cotejar con la romana y ateniense. Reducidos a intérpretes y casuistas los jurisconsultos, asentados los tribunales bajo la sombra de los tronos y pendiente de la gracia la justicia, tampoco es de esperar que resuenen en los oídos de Carlos I o de Luis el Grande acusaciones como las contra Verres o Marco Antonio. - La oratoria refleja entonces como siempre en su cristal verídico la situación de la sociedad. La fé la tiene encomendados sus pendones; por eso en donde quiera los defiende con ardimiento; la ciencia implora su auxilio para reconquistar el perdido imperio; por eso las bóvedas de las escuelas empiezan a repetir las estudiadas disertaciones de los maestros teólogos, filósofos y humanistas; pero como la colisión de los derechos individuales y colectivos, comprimida por la dominación feudal, y atenuada por el olvido y la ignorancia, no estalla todavía, no aparecen oradores que interpreten ideas y sentimientos casi desconocidos. Sin embargo en algunas elocuentes quejas de vasallos oprimidos, y en algunos clamores de cuerpos populares alborea la luz de la discusión parlamentaria, luz que más tarde refleja en las asambleas modernas las ondulaciones de los senados y tribunales antiguos.

El volcán de la revolución francesa convierte esa luz en un incendio, mas desde entonces entrada Europa en un nuevo camino, y una vez imposible el retroceso a la pasada organización, la palabra vuelve a adquirir su entero predominio. Oye la corte de Carlos III a nuestros primeros oradores políticos y judiciales; y desde entonces la elocuencia viene guiando a los pueblos, casi siempre hacia la razón y el bienestar; aunque desviándolos pocas veces hacia los errores y la anarquía. - No quiero velar a vuestros ojos las sombras de Cromwell, Dantón y Robespierre; pero no dudo que reconoceréis que si Cicerón vale por muchos Catilinas, y Bossuet por muchos Luteros, también los excelentes y sensatos oradores que en los modernos siglos han ilustrado los templos y las asambleas, pueden y valen harto más que la corta falange de los tribunos sanguinarios, de los predicadores ineptos, y de los leguleyos ambiciosos que la oratoria bastarda engendra para oprobio de la legítima.

No puedo sospechar que haya entre vosotros uno solo que al recorrer la galería de los grandes, de los verdaderos oradores, de esos hombres que a una gran suma de elevadas ideas han juntado el singular talento de saber difundirlas instantánea, eléctricamente; les niegue el título de bienhechores de la humanidad. Vosotros no confundís los talentos estratégicos del cálculo, el sordo poder del interés, el alucinamiento causado por la identidad de opiniones o sectas, el prestigio individual, y otras circunstancias a que deben su éxito peroraciones en su esencia vulgares, con aquella sentida unción que nace de lo más íntimo del pecho, y nos conmueve y hace sentir porque el orador está conmovido y siente. Vosotros sabéis que hasta la declamación teatral en un actor distinguido no es una farsa ni una imitación; sino la expresión de afectos bien comprendidos, porque se experimentan, y no se fingen. Podréis decirme que el número de tales artistas y tales oradores es escaso, lo concedo; mas ¿desde cuándo el crédito de las ciencias ni de las virtudes se mide por el número de los ignorantes o de los malvados?

Si os lamentáis de la torcida dirección que los hombres dieron y dan al talento oratorio, cual se la dan y se la dieron a todas las más nobles facultades, yo me doleré de ese abuso al par que vosotros, tanto más cuanto más alta y limpia idea tengo concebida de ese don de la Providencia. Y por lo mismo que me estremezco ante esa confusión de la ficción con el sentimiento y de la intriga con la razón; y tiemblo al considerar si llegará tal vez un día en que la sociedad harta de engaños y desconociendo la buena oratoria la condene y conculque junto con la espúrea; por eso he querido alzar desde aquí mi voz aunque feble, y protestar de antemano contra tan injusto anatema.

¡O jóvenes a quienes el candor y la esperanza conducen por entre flores hacia toda belleza y verdad, pero a quienes amaga la oculta serpiente del escepticismo, yo anhelara haceros concebir el destino de la oratoria y el tipo del orador en toda su pureza y rectitud cual le concebían el gran Cicerón y el español Quintiliano. Yo quisiera que aquellos de vosotros a quienes toque subir las gradas de los tribunales en defensa de los derechos o de la vida y libertad ajenas, supierais desde hoy y no olvidarais jamás que vuestras palabras han de ser la sola expresión de la razón y la honra ofendidas, nunca de la codicia ni del odio; que jamás la mentira descendiendo de vuestro labio ha de manchar vuestra noble toga, y que nunca el llanto de una familia despojada, ni los gemidos de un inocente han de maldecir vuestra venenosa elocuencia, aunque la sociedad os colme de su oro y sus aplausos. Yo quisiera que los que consagrados al altar, tengáis que interpretar en humanos discursos toda la palabra de un Dios, hubierais llenado antes vuestro espíritu de su caritativa doctrina, y cada vez que dirigierais a los fieles vuestras exhortaciones, os acordarais de que el mundo y sus bienes son ajenos a aquel por cuya boca habla la eternidad; que hasta la gloria literaria es en él una vanidad reprensible cuando deja de ser el instrumento de la enseñanza divina; y que al bajar del púlpito pudierais agradecer a Dios el don de la elocuencia al observar en la conducta de los fieles el efecto de vuestra predicación. Yo quisiera que los llamados a deliberar desde los altos asientos del congreso político sobre la independencia, la seguridad y el bienestar de la patria, llevarais allí la mente poblada de conocimientos y experiencias y el corazón henchido de indomables virtudes para resistir a los vértigos del poder y la adulación, y que al reinar en la asamblea por vuestra facundia estimarais en más las bendiciones del oscuro agricultor, feliz con vuestras bien meditadas leyes, que las ebrias ovaciones de los partidos. Y aún de vosotros a quienes ofrece la fortuna la lámpara investigadora de la filosofía para que os internéis por los intransitados senderos de las ciencias quisiera que al pedir a la oratoria sus cristales de colores para mostrar al mundo vuestros hallazgos de verdades os propusierais iluminar más bien que deslumbrar a vuestros contemporáneos, y aborreciendo cual Sócrates la ostentación sofística, hicierais como Platón elocuente y amable la sabiduría.

Todos los que me oís deberéis a la oratoria más de un triunfo en vuestra vida literaria y hasta en vuestra vida familiar; porque todos participaréis de ese torbellino del siglo que anhela fiar a decisivas razones en oral lucha los intereses de mayor entidad, aborreciendo las prolijas discusiones escritas. Aunque tareas alejadas de los grandes teatros de la locución pública os nieguen el peligroso privilegio de influir con vuestra palabra en los destinos de la sociedad, no por eso os faltarán esferas en que ejercitar tan noble don, porque las corporaciones científicas, los jurados, las sociedades mercantiles e industriales, las juntas políticas y administrativas tan frecuentes en la época en que vivimos os brindarán diarias ocasiones de ilustrar a vuestros conciudadanos y de granjearos con el tiempo una más alta reputación oratoria. ¡Ojalá que al lado de esas escuelas prácticas a que tal vez tendréis que arrojaros sin la preparación necesaria, hallarais escuelas en que se expusiera la serie de principios conducentes para formar de vosotros buenos oradores para el foro, el púlpito y la tribuna. ¡Ah! el don de la palabra no se abusara tan lastimosamente, si se facilitaran los medios de aprender a dirigirle hacia los bienhechores fines a que está destinado; si se prodigaran menos los elogios a todo el que se expresa con verbosidad u osadía, y sinó no se atreviera a exclamar todo el que por primera vez dirige la palabra a una concurrencia: yo también soy orador. 

Ilmo. Sr.: en este día solemne, verdadero cumpleaños de la Universidad siento que el sinsabor con que me amarga mi insuficiencia, témplase con la satisfacción de proclamar la utilidad de la elocuencia oral ante los mismos que con su ejemplo diario la autorizan; y de exhortar a esa juventud en que fía la patria su bienestar futuro, a cultivar con ahínco esa rama de la literatura, tan compatible con el ejercicio de sus profesiones, dirigiendo el precioso talento de la peroración hacia la razón, la verdad y la justicia de que nunca el cielo quiso separarle.

Si él oye mis votos no tendrá España que ceder a otras regiones europeas en copia de renombrados oradores, ni será Cataluña la postrera en inscribir los nombres de sus hijos en el pedestal en que brillan los de los Granadas y Jovellanos.

HE DICHO.


Barcelona 1.° de octubre de 1856.


UNIVERSIDAD DE BARCELONA.

RECTOR

en comisión.

D. D. Agustín Yáñez y Girona.


VICE-RECTOR.

D. D. Ramón Roig y Rey.


SEÑORES PROFESORES

ENCARGADOS DE LA ENSEÑANZA EL CURSO ESCOLAR

de 1856 a 1857

Y SUS RESPECTIVAS ASIGNATURAS.


FACULTAD DE JURISPRUDENCIA.

DECANO.

D. D. Ramón Roig y Rey.

Catedráticos.

D. D. Vicente Rius y Roca … Prolegómenos del derecho: elementos de la historia externa del derecho romano: instituciones de este derecho.

D. D. Manuel Laredo … Continuación de las instituciones del derecho romano.

D. D. Ramón Martí de Eixalá. Elementos de la historia del derecho español: elementos del derecho civil y mercantil de España.

D. D. Francisco Javier Bagils. Derecho canónico.

D. D. Felipe Vergés y Permanyer … Continuación del derecho canónico.

D. D. Francisco Permanyer … Ampliación del derecho civil, mercantil y penal: fueros

provinciales.

D. D. Ramón Roig y Rey … Procedimientos: práctica forense.

 

AUXILIAR.


D. D. Pablo Mestre.

Sustitutos.

Lic. D. Manuel Anglasell y Serrano. 

Lic. D. José Vilaseca y Mogas.

Lic. D. José Mestre y Cabañes.

D. D. Amador Guerra y Gifré.

D. D. Víctor Brugada y Just.

Lic. D. Antonio Vicente Menéndez y Azopardo.

Lic. D. José Samsó y Ribera.


FACULTAD DE MEDICINA.

DECANO.

D. D. Francisco de Paula Folch.

D. D. Juan Magaz … Aplicación de la Física y de la Química a la Medicina.

D. D. José Seco Baldor … Anatomía descriptiva y lecciones de Neurología.

D. D. Carlos de Silóniz … Neurología en toda su extensión: Anatomía general y

microscópica.

D. D. Marcos Bertrán … Fisiología especial o humana.

D. D …..... Aplicación de la Historia natural a la Medicina.

D. D. Francisco de Paula Folch. Patología general: Anatomía patológica: Estudio clínico de Patología general y de Anatomía patológica.

D. D. Ramón Ferrer y Garcés. Higiene privada. Medicina legal y nociones de Toxicología.

Nociones de Higiene pública.

D. D. Juan Bautista Foix ... Elementos de Terapéutica general, Farmacología y Arte de recetar: Filosofía de la Terapéutica y de la Farmacología.

D. D. Joaquín Cil … Patología quirúrgica.

D. D. Antonio Mendoza … Anatomía quirúrgica, operaciones, apósitos y vendajes: Clínica de operaciones.

D. D. Venceslao Picas … Clínica quirúrgica.

D. D. Francisco Juanich … Patología médica.

D. D. José de Storch … Clínica médica; preliminares clínicos: exposiciones prácticas de los principios de la ciencia; moral médica.

D. D. Antonio Mayner … Patología especial del sexo femenino y de la niñez. Obstetricia; clínica de esta asignatura.

 

Empleados facultativos con el carácter de sustitutos permanentes.

Lic. D. Narciso Carbó. Ayudantes.

D. N. N ….... Ayudantes.

D. D. José Roca. Profesores clínicos.

Lic. D. José Armenter. Profesores clínicos.

Lic. D. José Vidal. Conservador - preparador de piezas anatómicas.

Lic. D. José de Letamendi. Primer Ayudante del Director de trabajos anatómicos.


Empleados en la Escuela sin el carácter expresado.


Lic. D. Francisco Pérez. Ayudante del preparador de piezas anatómicas.

D. N. N. Ayudantes de anatomía.

D. Eusebio Nunell. Ayudantes de anatomía.


Alumnos internos pensionados en las Clínicas.


D. Isidro Sastre.

D. José Oriol Navarra.

D. Félix María de Echauz.

D. Juan Rocamora.

D. Francisco Vidal.

D. José de Moya.

D. Damián Mayol.

D. Francisco Cruzet.

D. Manuel París.

D.


Sustitutos.


Lic. D. Juan Rull.

D. D. Antonio Oliver y Pi. 

Lic. D. Juan Marsillach.

Lic. D. Joaquín Llorens y Cánua.

D. D. Justo Espinosa. 

Lic. D. Ramón Torent.

Lic. D. Emilio Pi y Molist.

Lic. D. Nicolás Homs.



FACULTAD DE FARMACIA.

DECANO.

D. D. Agustín Yáñez.

Catedráticos.

D. D. Juan José Anzizu … Aplicación de la Mineralogía y de la Zoología a la Farmacia, con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. Agustín Yáñez y Girona. Aplicación de la Botánica a la Farmacia con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. José Alerany … Farmacia químico inorgánica.

D. D. Rafael Sáez Palacios … Farmacia químico - orgánica.

D. D. Vicente Munner … Práctica de las operaciones farmacéuticas: principios generales de análisis química.


Ayudantes de Farmacia.


D. D. Juan Nepomuceno Folch.

D. D. Pedro Bassagaña y Bonhome.


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. José Roca y Ferreras. 

Lic. D. Fructuoso Plans.


FACULTAD DE FILOSOFÍA.

DECANO.

D. D. Juan Agell.

Catedráticos.

D. D. Jacinto Díaz … Literatura latina.

D. Antonio Bergnes de las Casas. Lengua y literatura griega.

D. D. Manuel Milá … Literatura general española.

Lic. D. Francisco Javier Llorens. Filosofía y su historia.

D. D. Ramón Anglasell. Economía política: derecho político: administración y derecho administrativo.

D. D. Juan Agell. Química general en toda su extensión: Química inorgánica.

D …..... Física en toda su extensión.

D. D. Antonio Sánchez Comendador. Mineralogía y Zoología.

Lic. D. Antonio Costa. Botánica.


Ayudantes de las cátedras de Física y de Química.


D. D. Antonio Rave.

Lic. D. Salvador Matas (interino.)


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. Fructuoso Plans.

D. D. Federico Carreras.

D. Emeterio Suaña.

D. Francisco Fasant.

D. José María de Mayolas. 

Lic. D. José Cots y Cots.


CÁTEDRA DE NOTARÍA: 

Catedrático.

D. D. Félix María Falguera.

Sustitutos.

Lic. D. Antonio Boada y Jenet.

D. Miguel Martí y Sagristá.


INSTITUTO DE SEGUNDA ENSEÑANZA

AGREGADO A LA UNIVERSIDAD.

DIRECTOR.

D. D. José Martí y Pradell.

SECCIÓN DE ESTUDIOS ELEMENTALES DE FILOSOFÍA.

Catedráticos.

D. D. Ramón Avellana y Pujol. Elementos de Matemáticas.

Lic. D. José Luis Pons (y Gallarza, el autor del discurso). Estudios de los autores clásicos, latinos y castellanos.

D. Juan Cortada. Geografía e Historia.

D. D. José Oriol y Bernadet. Continuación de los elementos de Matemáticas.

D. D. Antonio Rave, ayudante sustituto de las cátedras de Física y de Química. Elementos de Física general y experimental y de Química general.

Lic. D. Pedro Codina. Elementos de Psicología y Lógica.

D. D. Salvador Mestres. Elementos de Ética.

D...... Elementos de Historia natural.

Bedeles de las Facultades de Jurisprudencia y Filosofía.

D. José Arabí, bedel primero.

D. Esteban Viñolas, bedel segundo .

D. José Ayuso, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Medicina.


D. Jaime Vidal, bedel primero.

D. Juan París, bedel segundo.

D. José María Crehuet y del Río, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Farmacia. 


D. Carlos Callejas, bedel primero.

D. Francisco Solans, bedel segundo.


Alumnos que han obtenido premios extraordinarios y ordinarios correspondientes al curso de 1855 a 1856.


PREMIOS EXTRAORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. José Narciso Flaquer y Fraisse. (Licenciado).

D. Pedro Borinaga y Díez. (Bachiller).

Medicina.

D. José Ametller y Viñas. (Licenciado).

D. José Cosialls y Romeo. (Bachiller).

Farmacia.

D. Joaquín Salvador y Benedicto. (Licenciado).

D. Jaime Forn y Segura. (Bachiller).


PREMIOS ORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. Felío Sayol y Margenat.

D. José María Maranges y Diago.

D. Pedro Birosta y Esquerrá.

Medicina.

D. José Ametller y Viñas.

D. Eusebio Nunell y Terrada. 

D. Juan Antonio Buixó y Font.

D. José Ramón Galí y Pastor.

D. Baudilio Net y Figueras.

D. Joaquín Oms y Mirambell.

D. Francisco de Paula Campá y Porta.

Farmacia.

D. Joaquín Salvador y Benedicto.

D. Jaime Forn y Segura.

D. José María Martí y Terrada.

D. Mariano Agelet y Casanovas.

Elementos de Filosofía.

D. Simón de Rojas Bruguera.

D. Juan Adzerol y Estrader.

D. Antonio Ginebreda y Boguñá.

Latinidad y Humanidades.

D. Jaime Pila y Rodó.

D. Aquilino Arabio Torre.

D. Román Gros y Rigalt.

Notaría.

D. Domingo Agulló y Soler.


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